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Adrián Prada, del grafiti a la galería de arte

El joven ovetense, que comenzó a pintar paredes a los 12 años, presenta su colección de óleos

Adrián Prada, ayer, con dos de sus obras en Decero Creativo. FERNANDO RODRÍGUEZ

Adrián Prada descubrió con 12 años lo que podía hacer con un bote de spray. Empezó a salir a la calle con una mochila y sus amigos. Buscaban lugares abandonados, edificios como el antiguo instituto de San Lázaro, una fábrica camino de San Claudio, el skate park del Parque de Invierno o cualquier pared para pintar sin correr demasiados peligros y sin enfrentarse a grandes problemas en caso de que les pillase, que alguna vez ocurrió. "Me enamoré del grafiti", dice este chaval de 27 años que ha llevado su obra al lienzo y que hoy la presenta en la galería Decero Creativo.

A los 12 años descubrió que podía firmar en una pared, "cuanto más grande mejor", y se dio cuenta de que aquello "era una forma muy fácil y bonita de entrar en el mundo del arte". Su escuela fue literalmente la calle. No es postureo. "Pintando paredes vas descubriendo técnicas y estilos y hablando con otros grafiteros en el parque aprendes muchas cosas, algo muy distinto a lo que se puede enseñar en una facultad o en una escuela de arte", explica.

Esas enseñanzas le sirvieron para ir encontrando su propio estilo y también para darse cuenta, según se iba haciendo mayor, de que había que ganarse el pan. Es consciente de que en aquella época, entre los 12 y los 15 años, "era muy fácil salir por las noches y pintar, divertirse" pero también que después llegó un momento "en el que tienes que empezar a hacer otras cosas que te den ingresos". Se decidió por el diseño gráfico. Estudió en el Instituto Fleming y se formó en diseño. Durante un par de años trabajó entre Oviedo y Santander hasta que un día visitó el estudio de un amigo escultor. "Me explotó la cabeza, eso era lo que yo quería hacer, tener mi propio estudio". Tenía que hacerlo y tomó una decisión, "renunciar a cualquier gasto, quedarme sin vacaciones" hasta lograr tener su estudio. Lo consiguió y allí comenzó a trabajar en lienzo, a llevar al lienzo su impronta grafitera. Reconoce que le costó porque "siendo joven ves el lienzo como algo antiguo, arcaico", pero encontró algo en su subconsciente que le llevaba a dibujar sobre el lienzo. Utiliza trazos y técnicas grafiteras y las ha ido dotando de contenido tanto material como conceptual. Ve el grafiti como algo "neorruprestre", cree que lo que hacían los habitantes de las cuevas "es marcar territorio al igual que hacemos los grafiteros". Sobre esa base van naciendo cuadros en los que muestra su trayectoria vital y todo lo que le rodea. Sigue siendo un grafitero y sigue siendo autosuficiente. Se fabrica sus propias pinturas, óleos, y trata la superficie de lienzo para que su textura se asemeje lo máximo posible a aquellas paredes en las que pintaba de crío y en las que se sigue refugiando de vez en cuando. "Algún domingo, cuando estoy agobiado cojo los botes de spray y me voy a algún lugar seguro y tranquilo a pintar", admite.

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