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El cancionero de Torner, un siglo de aire fresco

El musicólogo carbayón realizó una recopilación histórica de medio millar de obras populares, recogidas en 32 concejos, que aún sirve de referencia a coros e intérpretes

Eduardo Martínez Torner, al piano. LNE

Es muy probable que no exista un sólo asturiano del último siglo, que no haya cantado o tarareado, bailado o pandereteado al menos, una canción de las recopiladas por el musicólogo carbayón Eduardo Martínez Torner. Se cumplen cien años desde la publicación de su célebre cancionero, que sin ser ni mucho menos su "opera prima" sí es la más popular.

El joven Eduardo Martínez Torner fue también componente de la Tuna Escolar Ovetense hacia 1908. Nació en el corazón de Vetusta, en una preciosa casona de la calle de La Regla (1888). Comenzó muy joven los estudios de piano en manos de otro de los grandes de la música ovetense, Saturnino del Fresno. De algún modo, algo hacía presagiar el aire libérrimo del joven carbayón, quien eligió el formato del examen libre para finalizar brillantemente estos estudios en el Conservatorio Nacional de Madrid.

Cuando tenía 26 años Torner se marchó a París (corría 1914) en una especie de "Erasmus" de la época, para seguir formándose en Armonía y Composición. La capital francesa fue su primer destino internacional. Ingresó en la Schola Cantorum y participó durante dos años en conferencias, coloquios y numerosas otras actividades ligadas, sobre todo, a la música popular.

Regresó a Oviedo que, por aquellos años contaba con unos 60.000 habitantes, aproximadamente, y se convirtió, además de participante en la tertulia del Café Español, en titular de los principales acontecimientos musicales de la región. Las conferencias-concierto que el musicólogo carbayón ofreció en la Universidad de Oviedo reunían a tanta gente que las salas se quedaban pequeñas ante el poder de convocatoria del personaje, lo que aconsejó trasladarlas al teatro Campoamor, con un aforo ideal de dichas actividades. Para ello, reclamó la presencia de los cantantes José Menéndez "Cuchichi" y su hija Faustina, con lo que la asistencia a aquellas conferencias-concierto fue multitudinaria.

Aquel Oviedo acostumbrado a los grandes espectáculos de ópera y zarzuela, y a las más afamadas agrupaciones clásicas, se rindió a la fuerza de la música asturiana que, por primera vez, se oyó en el teatro Campoamor de la mano de Torner y Cuchichi.

Y también en la alineación titular por aquellos años, otro carbayón de altura, Juan Uría Ríu, con quien Martínez Torner emprendió numerosas salidas de campo para hacer acopio de lo que sería su popular cancionero. Entre una y otra, las conferencias del musicólogo ovetense fueron recogidas con grandes alardes por toda la prensa asturiana, por lo que su acreditación pronto tuvo rango internacional.

En 1920, el año en que contrajo matrimonio con la ovetense Jovita Cué, vio la luz su "Cancionero Musical de la Lírica Popular Asturiana". Estamos ante la recopilación de medio millar de obras populares, recogidas en numerosos puntos de nuestra región, en un total de 32 concejos.

No fue el primer cancionero asturiano que se publicó, pero el de Torner fue un soplo de aire fresco respecto a los que habían aparecido anteriormente con arreglos para voz y piano.

El musicólogo trabajó con el convencimiento de que la clasificación con la que presenta su recopilación debe ser simplemente orientativa, en base a lo que él denomina "grupos". Llama la atención que este medio millar de canciones haya sido recogido no sólo desde la gentileza de informantes de avanzada edad, sino que, en un número más que importante, lo sea entre jóvenes veinteañeros (a veces sin llegar a esa edad). La mayoría, con texto en castellano.

Estamos ante un rosario de sensaciones y emociones con 500 cuentas, tan variadas como la vida misma. Es decir, como la Asturias de antaño, tan rural como marinera, tan urbana como aldeana, tan pagana como religiosa. Un conjunto de vivencias que se desparraman en formato un tanto anacrónico y al modo de un mosaico sin acabar. Tal parece que, presentado en forma de preámbulo, a la espera de la segunda parte. Pero nos hemos quedado con las ganas. Y entre las quinientas, un galán hecho romance y considerado entre las obras más antiguas recopiladas en España:

"¡Ay!, buscó la blanca niña,

¡ay!, buscó la niña blanca"

Predomina, claro, el amor, también las fuerzas contrarias. Es decir, el desamor, la desesperanza, los celos y las disputas, la lejanía y las engarradiellas de los mozos durante la ronda, o camino de la aldea vecina. No importa si la nieve resbala, con tal de llegar junto a la dama.

"Como la flor que el aire la lleva,

está el mi amor rondando a tu puerta".

El cancionero de Torner es una gran postal donde los asturianos son retratados desde la cuna, que cortejan y faenan sin desmayo, que se casan y que cantan en la romería y la fiesta patronal de su terruño. Donde el pastor que está en el monte es tentado a dormir en buena cama. También es un retrato de hombres que se alejan de su tierra allende los mares, que aguardan fidelidad o que acuden al molino o a la fuente a algo más que a moler o a recoger el agua. Es la sorpresa de la moza que pretende casamiento, a cambio de una buena dote.

"Ay Pinín, cásate conmigo

que mió padre va dame buen dote ?"

El cancionero de Torner es a veces un conjunto de metáforas y de manifestaciones que, no por estar presentes en toda la lírica española desde hace siglos, deja de tener vigencia. Además, con la frescura del paisaje asturiano donde el río discurre y fluye:

"Dónde vas a por agua, paloma mía, dónde vas a por agua, voy a la ría"

Es el mar que une o separa. Y donde el marinero se embarca presto al otro lado del mundo dejando tras de sí la prenda más querida. Es la romería y la gaita, ésta, tantas veces llena de picaresca y doble sentido. Es un coro de niños, una tonada o un canto navideño al hijo de Dios.

El cancionero de Torner es la descripción de nuestras señas de identidad etnográfica, donde nos imaginamos la guadaña y el hórreo, donde se describen el pañuelo y el mandilín, y donde los vaqueiros sacan pecho y dan fe de su peculiar comunidad.

Estamos ante un largo concierto en el que los coristas cantan a una sola voz y donde los ecos en la quintana resuenan con fuerza y alegría, con pena o con nostalgia:

" ¡Oh, qué noche tan oscura, que no tiene movimiento ?

Oh, quién pudiera tener tan sereno el pensamiento!".

Y después de la publicación del "Cancionero Musical de la Lírica Popular Asturiana", en 1924, y tras haber pasado por la Residencia de Estudiantes en Madrid, y colaborar con Menéndez Pidal, el maestro Torner con tan sólo 36 años de edad emprende la carrera americana en Cuba y México. Otra vez acompañando sus conferencias-concierto con Cuchichi y su hija Faustina. El crédito internacional de nuestro más célebre musicólogo (sin que él lo buscara), era imparable.

La Universidad de Columbia (Nueva York) le convirtió en el colaborador de sus estudios hispánicos. Martínez Torner nunca cesaba en sus investigaciones, publicaciones, recopilaciones y composiciones, incluso zarzuelísticas.

Tras la Guerra Civil Española Londres fue el destino de su exilio y allí llevó a cabo una gran labor de investigación y divulgación folclórica, hasta su fallecimiento en 1955. En el tintero quedó, qué lástima, la publicación de otro millar de canciones recogidas por Asturias.

Desde hace un siglo y hasta la actualidad, como apunté al principio, no hay en Asturias un solo cantante, lírico o moderno, coro, grupo de baile, de gaita o de pandereta, que haya sido capaz de dar un paso adelante sin tener en el atril algo de Eduardo Martínez Torner. Muchas veces, qué pena, tan sólo requerido a la hora de los bises.

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