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PABLO SANZ MARTÍNEZ | Profesor de física y química jubilado, voluntario social y escritor

"Estudié Química para entender mejor las cuestiones filosóficas de la vida"

"Mario Vargas Llosa dedicó a mi padre, que era abogado y gran lector de autores rusos, su discurso de recogida del premio 'Cervantes' "

Pablo Sanz Martínez. FERNANDO RODRÍGUEZ

Pablo Sanz Martínez es profesor de Física y Química jubilado y voluntario social en varios proyectos. Entre ellos, figura el de innovación educativa que se lleva a cabo actualmente en el Instituto Alfonso II para fomentar la convivencia entre los alumnos. Nació en Madrid el 5 de octubre de 1958 y cuando tuvo oportunidad buscó su destino laboral en Asturias, donde fue director del Instituto de Trubia. En la capital de España fue alumno del colegio Estudio, creado en 1940 por Jimena Menéndez-Pidal, Carmen García del Diestro y Ángeles Gasset con el propósito de preservar y difundir la filosofía de la Institución Libre de Enseñanza.

Científico de corazón humanista. "Me crie en Madrid y fui alumno del colegio Estudio, un centro muy avanzado para su época. Me licencié muy joven en Químicas y enseguida me puse a trabajar. Me inicié en la docencia y luego continué por esa senda. Me gustaban las ciencias porque pensé que así podría llegar a entender mejor cuestiones filosóficas que son las que realmente me preocupaban. Quería saber más acerca del origen de la vida y del universo, me interesaban cuestiones como la teoría de la relatividad y la física cuántica. Todas esas cosas difíciles en apariencia".

Una familia altamente inspiradora. "Siempre me apasionó la literatura. Mi padre, abogado nacido en Cartagena, Pablo Sanz Guitián, tenía una gran colección de autores rusos y escribió una antología de 150 viajeros españoles por Rusia desde el siglo XI al año 1985. Mario Vargas Llosa le dedicó su discurso al recibir el premio 'Cervantes'. Solía leer caminando por el barrio de Salamanca, donde vivíamos. Mi bisabuelo fue alcalde de Cartagena y otro bisabuelo estuvo trabajando con Gaudí. Mi madre estudió Filosofía y Letras y fue una de las fundadoras de Acción Educativa, un movimiento de renovación pedagógica de donde salieron muchas profesionales que cambiaron las cosas durante la Transición. También trabajó en una casa de acogida de niños abandonados. Somos cuatro hermanos. Yo enseguida saqué oposiciones y tuve plaza en el sur de Madrid, en Coslada, un área de clase media baja donde aprendí muchas cosas".

Asturias, el lugar en el que quedarse. "Siempre he adorado Asturias desde que la descubrí en muchos viajes hechos con mis padres. Veraneamos en muchos lugares de la región: Vidiago, Tapia de Casariego, Proaza... Por eso, en cuanto tuve oportunidad pedí el traslado desde Coslada y llegué a ser director del Instituto de Trubia, donde estuve siete años hasta que me jubilé. Cuando llegué a Asturias supe que era el lugar en el que quería estar. No echo de menos Madrid en absoluto. Oviedo es una ciudad ideal para vivir de una forma cómoda, amable, cordial y limpia. Me encanta esa sensación de no tener que correr siempre a tomar metros y autobuses. Me da un poco de pena ver cómo cierran comercios, pero Asturias tiene un enorme potencial que habría que saber aprovechar. Hay que mirar más allá".

Comprometido con la innovación educativa. "En Trubia pusimos en marcha proyectos de innovación y conseguimos revertir el abandono escolar. Ahora soy profesor voluntario en el Alfonso II, donde hemos iniciado un proyecto internacional de mejora de la calidad de la enseñanza en el que tratamos de fomentar la convivencia en las aulas. Por las mañanas vienen padres, madres y alumnos. Tenemos grupos interactivos. Y por las tardes bibliotecas en las que los alumnos reciben ayuda. Nos falta sentido de comunidad. Por eso también participo en iniciativas como 'Equilibra', que ayudan a obtener una perspectiva interesante de distintas realidades".

Un sistema con carencias, pero no tan malo. "Exageramos un poco cuando valoramos el sistema educativo español. Hay cosas que cambiar y debemos dar más salida a la innovación. Existe un exceso de clasicismo en la forma de explicar, pero no estamos ni mejor ni peor que en otros sitios del mundo. Los informes no me los tomó al pie de la letra, hay que tamizarlos un poco. Desde luego, hay que dar un cambio radical. Por ejemplo, en cuestiones de convivencia que se pueden mejorar".

Vocación literaria plasmada en nueve libros. "Escribo desde muy jovencito. Empecé con poesía y relato corto. Pude publicar y ahora llego al noveno libro de relatos, que se titula 'Convalecientes'. Cuando me preguntan en qué me inspiro para escribir, siempre digo que nunca en la parte laboral de la vida. Todo es ficción, pero tampoco cuento historias policiacas. Decía Miguel Espinosa que 'la pluma describe lo que Dios no mira'; aunque resulte un poco fuerte decirlo así, lo considero acertado. También he colaborado escribiendo libros de texto con las editoriales Santillana y Oxford. En ese campo hemos retrocedido. Ahora las empresas contratan a gente muy joven y algunos textos suelen ser desastrosos. Poner sobre el papel lo que se le enseña a un niño es una cuestión muy delicada y no debe dejarse en manos de cualquiera".

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