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El gran viaje a las "casas colgadas" de Cuenca

Un grupo de compañeros de trabajo nos reuníamos para comer y organizar salidas una vez al mes

El gran viaje a las "casas colgadas" de Cuenca

Éramos seis amigos, antiguos compañeros de trabajo, cada uno dedicado a diferentes tareas. Vivíamos en Madrid, aunque nuestras casas distaban bastante unas de las otras. Y eso sin olvidar que nuestro lugar de nacimiento también era diferente. Sin embargo, a la hora de enviarnos a casa, es decir, prejubilarnos, casi coincidimos en el tiempo. Eso hizo que nuestra amistad nos uniese más, lo que provocó que nos reuniésemos, al menos, una vez al mes para almorzar.

Fue Jesús, uno de ellos, el que encontró el lugar ideal: un hotel con bufet, con lo cual podíamos escoger lo que nos viniese en gana.

A fin de que no se nos hiciese aburrido el almuerzo, de vez en cuando cambiábamos de lugar y de menú. Un día decidimos irnos hasta Cuenca, ciudad natal de Baltasar, otro de nuestros compañeros.

Baltasar. Alguno de nosotros desconocía aquella tierra de las "casas colgadas", entre otros muchos encantos, y nos apetecía mucho recorrer aquellos parajes.

Nos fuimos a pasar todo el día y a la hora del almuerzo Baltasar ya nos había reservado el restaurante para comer. Paseamos y anduvimos por todos los lugares apetecidos y que nos llamaron la atención, hasta que regrésanos ya por la noche.

Pero mi historia no acaba aquí, porque en un viaje que hizo el matrimonio conquense a Madrid me regaló una original botella de un licor propio de Cuenca, que traía una etiqueta con las casas colgadas.

La guardo con mucho cariño ya que me hace recordar una jornada inolvidable.

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