"Asturias sembró el mundo entero con sus productos agrarios y alimentos, algo que no siempre valoramos en su medida". Así lo dijo ayer en el Club Prensa Asturiana el ingeniero agrónomo Carlos Fernández, colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, que reúne en el libro "Cultivos del paraíso: 69 historias" los artículos publicados en el suplemento "Oviedo y Centro" del periódico.

Fernández, autor de textos que constituyen microrrelatos ligados a un cultivo específico de la región, contó con la colaboración de su hijo Pelayo, autor de las fotografías, que ayer, aunque lo intento, no pudo disimular la emoción de hablar de un proyecto al que en un principio se mostró reacio. El padre tampoco disimuló el orgullo ante el trabajo gráfico del hijo, siempre alusivo a las historias que se van desgranando en los artículos.

La presentación corrió a cargo de Javier Cuervo, redactor de LA NUEVA ESPAÑA, que alabó el talento narrativo de Carlos Fernández, recientemente jubilado de su puesto como jefe de Jardines del Ayuntamiento de Langreo.

En la mesa también estuvo Manuel Calvo, director general de Administración Pública del Principado, y exdirector de Biodiversidad, que comparte con el autor su pasión por la naturaleza asturiana. "Este libro es un manual para horticultores y para todo el mundo", señaló Calvo. En los mismos términos se expresaron Javier Nievas, responsable de Medio Rural de Caja Rural de Asturias, y Nicolás Egido, de la editorial Hércules Astur. Carlos Fernández, natural de Limanes (Oviedo), vinculado a los Oscos, donde pasa temporadas, y a la Argentina por matrimonio, aludió a algunas de las historias que cuenta en el libro, como la relacionada con el cultivo del laurel. En ella habla de un rico empresario asturiano, emigrante a la Argentina, que cuando habla con él en su extenso rancho solo echa de menos un sencillo guiso, las patatinas con laurel que le preparaba su madre. "Ese era el gran tesoro de aquel hombre que lo tenía todo, su 'Rosebud' particular", indicó, en alusión a la famosa escena que abre y cierra la película "Ciudadano Kane".

Y es que el cine y los viajes, sobre todo en tren, un medio de locomoción que adora, están siempre presentes en los escritos de Fernández, capaz de disfrutar de una cena en una terraza de Portofino y de valorar en toda su intensidad una simple taza de café en el bar de la esquina: "Es una pena que la gente se limite a beber el café, sin más, sin pararse a pensar que esa taza contiene un pedazo de aventura iniciada con el cultivo en algún país de América y continuada en un largo viaje hasta llegar al punto de destino", aseguró el escritor.