Un trío de jazz es, probablemente, el instrumento más perfecto para traducir en notas y ritmos el siglo XX. Si, además, los músicos que lo integran son una leyenda viva del género y dos de los mejores de la penúltima generación, escucharles improvisar en directo es lo más parecido a la magia sin truco, al arte supremo del genio creador. El vivo y legendario es Chick Corea, los dos fuera de serie son el contrabajista Christian McBride y el batería Brian Blade, y el instante decisivo fue el concierto de ayer en el Campoamor, un hechizo a base de música en directo de casi dos horas en las que no faltaron clásicos ni contemporáneos, donde hubo "free" y sonatas del siglo XVIII, mucho Monk y aún más ritmos latinos. Pero, por encima de todo, un portentoso ejercicio de improvisación en el que tres músicos fueron capaces de convertirse por momentos en un único ser capaz de crear en directo melodías, cadencias y dinámicas que sacudieron de arriba abajo al público del Campoamor.

Chick Corea salió con McBride y Blade al escenario después de hacerse rogar unos minutos y tras un pequeño corte comercial de una de sus agentes, que anunció que habría puesto de merchandising a la salida. Divertido y en vaqueros, el pianista dijo "bienvenidos", "un felices por tocar aquí" y definió lo que iba a suceder a continuación como un "intentar experimentar". "Eso es lo que hacemos". Luego afinaron y afinó también al público, un entretenimiento que tendría su eco al final del concierto, cuando concluyó el bis de "Blue Monk" con el clásico juego del karaoke con el público repitiendo las melodías.

Pero eso fue al final de todo. Los tres empezaron por una composición clásica de Corea de corte latino, "Armando's rumba", de su disco debut. Esa primera canción sentó las bases de lo que se vería después, a veces incrementado, a veces corregido, pero que marcó la tónica del concierto. A saber: Christian McBride y su contrabajo sobresalieron en profundidad, "groove" e inspiración, lo que se tradujo en atesorar el mayor número de solos ovacionados a lo largo de la noche. Blade, otro genio, toca la batería para dentro o de puntillas, marcando la cadencia del ritmo con los golpes que calla más que con los que acierta, una forma de enfrentarse al instrumento que en este formato de trío modificaba a veces los papeles que tradicionalmente se asocian a una base rítmica, siendo McBride el que tomaba tierra y él quien ponía los dibujos y los colores. Y luego está Chick Corea, que como no necesita probar nada, vacía la mochila encima del piano y hace lo que quiere, sea dibujar escalas por el piano con la facilidad de un plusmarquista de los cien lisos, entretenerse en la armonía o sacar unas claves para jugar a la percusión.

Pero más allá de lo que cada uno aportó en cada composición, está lo que los tres consiguieron realizar solidariamente, llevando el diálogo entre los tres músicos en a un monólogo tricéfalo. Esos fueron los momentos más impresionantes, cuando Corea, McBride y Blade se quedaban estirando las improvisaciones en los finales de los temas a seis manos, capaces de una sincronía creativa imposible de explicar y maravillosa en su comunicación.

Eso pasó, sobre todo, en la segunda parte del programa y en el final de la primera parte, en las otras dos versiones de Monk, "Crepuscule with Nellie" y "Trinkle tinkle", que acabó en una cima inalcanzable.

Antes habían sonado "Alice in wonderland", y una de las composiciones más bellas del género, el "In a sentimental mood" de Duke Ellington, sin Coltrane, claro, pero con un solo con arco de McBride memorable.

Tras veinte minutos de descanso, el trío volvió con una regalo para la ciudad, la interpretación de una nueva composición que habían estado ensayando por la tarde y que sonó ayer por primera vez en directo. Fue un tiempo medio, algo sincopado, una suerte de suite latina con acentos flamencos que Blade acabó con lo que bien pudiera describirse como la deconstrucción de una marcha de Semana Santa. El siguiente bloque estuvo dedicado a Scarlatti, del que interpretaron una de sus sonatas, pero insistieron de nuevo en lo latino-flamenco más un ejercicio de free chamánico que Corea justificó como invocación al contemporáneo de Bach, su forma de mandarle un mensaje. El final del bloque, otra nueva, "Spanish song" sonó a "La bien pagá", con el trío siempre en ese estado de gracia y comunión.

El cierre fue "Fingerprints", una composición con la que Corea hacía un guiño a Wayne Shorter y que elevó la comunicación del trío "V" a un groove rápido y tan caliente que obligó al grupo a salir para cerrar con la citada "Blue Monk" y el público disfrutando. Poco más se puede pedir.