Antonio Cores, referente de la fotografía española de viajes, exploración y aventura en la segunda mitad del siglo XX, falleció este domingo en Almuñécar. Aunque nacido en San Fernando (Cádiz) en 1936, Cores era de raíces y crianza asturianas: con tres años se mudó con su familia a Oviedo, instalándose en una casa en la calle Muñoz Degraín, donde residió durante su infancia y adolescencia; también pasó gran parte de su vida en el palacio de Meres, que es propiedad de su familia.

El fotógrafo falleció a consecuencia de un cáncer, que le fue detectado a principios de año. A consecuencia del estado de alerta derivado de la pandemia de coronavirus, de momento no se oficiarán servicios religiosos o civiles en memoria de Cores. Una vez que se desactiven las limitaciones de circulación, la familia del fotógrafo tiene pensado darle sepultura en el cementerio del palacio de Meres.

En su biografía, digna de una novela de aventuras, figuran enclaves exóticos y personalidades que han marcado el paso de la cultura española del siglo XX. Cores fue, de hecho, amigo personal de Pablo Picasso, quien, fascinado por el talento del fotógrafo asturiano, se sometió a varias sesiones con él y le dejó fotografiarle en su estudio. Fue en mayo de 1966, cuando Picasso, que entonces contaba 85 años, residía en Mougin (Francia). Cores, entonces treintañero, había conocido al artista por mediación de Luis Miguel Dominguín. En aquellas jornadas con Picasso, Cores tiró varias series de fotografías; una selección de las instantáneas fue expuesta en el Museo de Bellas Artes de Asturias en 2007.

Otras personalidades con las que tuvo relación fueron el cineasta Edgar Neville, el poeta Rafael Alberti o el también reportero y aventurero Miguel de La Quadra Salcedo, al que le uniría una entrañable amistad. De igual modo, Cores había sido íntimo del guitarrista Paco de Lucía y del bailarín Antonio Gades.

Dos años después de su fructífero encuentro con Picasso, Cores visitó por vez primera el continente africano, que le enamoró, y al que volvería sucesivamente en los años siguientes, realizando reportajes para publicaciones como National Geographic. Entre 1975 y 1981 completó un viaje por el Nilo y todos sus afluentes, desde Alejandría hasta Uganda. Durante esos años se fraguó su relación con la tribu de los nuba, cuyas costumbres inmortalizó con una magnífica colección de fotografías.

"Yo buscaba fotos, fotos, hacer un trabajo que me llenara, y lo conseguí con los nuba o con Picasso", señalaba Cores en 2008, en una serie de entrevistas en las que repasaba su trayectoria para LA NUEVA ESPAÑA. En aquellas entrevistas, Cores repasó, entre numerosas anécdotas, la memorable noche de 1966 en la que cenó con Picasso, Alberti y Luis Miguel Dominguín en un restaurante chino. Un encuentro que el asturiano, que llevaba encima una sencilla cámara Minolta, inmortalizó en varias fotografías.

De su experiencia por África, Cores siempre destacó el impacto que le causaron los nuba: "Esa gente era completamente diferente. Lo que me gustó de ellos fue aquel honor en su vidas, el valor de la honradez para ellos: no sabían lo que era robar o mentir. Era una vida perfecta".

En 1985, Cores retornó a Asturias, a su amado palacio de Meres, donde se dedicó a archivar y digitalizar su obra, además de recibir numerosos encargos. En los últimos años, ya retirado, se había instalado en la localidad granadina de Almuñécar.