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Y llegó una vecina y mandó parar

Una denuncia frena las sesiones de Pablo, el DJ de los niños de La Corredoria confinados, que recibió cientos de muestras de apoyo

Pablo Díaz Granda pincha vestido de payaso en su casa de La Corredoria. LNE

Son las siete de la tarde y los niños del entorno de la calle Luis Alonso Rato, en La Corredoria, se asoman a sus balcones con todo listo para bailar y cantar. El confinamiento es duro, pero desde hace una semana disfrutan de una tregua diaria de una hora en forma de animación. Sin embargo, algo ocurre, Pablo Díaz, el DJ de los niños confinados del barrio ya no sale a la ventana y desde su habitación no se escucha música. El motivo, la llamada de una vecina molesta cuya denuncia obligó a la Policía Local a pedir el cese de las sesiones. "Hay que entender que hay gente que no está para música", se resigna el joven de 20 años. Aun así, no todo son malas noticias para este artista vocacional, pues desde "el toque" policial las muestras de cariño de sus menudos vecinos se cuentan por cientos. "Estoy en una nube y muy agradecido", confiesa.

Pablo Díaz Granda es un adulto con alma de niño. Se recuerda a sí mismo como un menor hiperactivo. "No podía parar", admite en voz baja y en un ejercicio de empatía con los niños confinados. Su inquietud le llevó a convertirse desde temprana edad en un DJ aficionado que con el tiempo ha conseguido dedicarse a su pasión profesionalmente. Tras el decreto del estado de alarma aprovechó sus dotes para "dar un poco de alegría" a los pequeños del barrio.

El segundo día de confinamiento decidió dar el paso. "Chuchuwa, chuchuwa, chuchuwa wa wa", empezó a escucharse desde su ventana mientras una legión de niños comenzaron a asomarse desde los balcones y ventanales de sus viviendas para acompañarle con vítores y movimientos acompasados. Eso el primer día, puesto que en los siguientes las actuaciones se convirtieron en un fenómeno en todo el barrio gracias a la emisión de las mismas a través de las redes sociales con ayuda de la asociación de vecinos de San Juan.

Todo correcto hasta que el pasado viernes una vecina descontenta mandó parar. Agentes de la Policía Local advirtieron a DJ Pablo de que su música no generaba unanimidad. Comunicaron de la existencia de una denuncia cuya autoría no desvelaron.

Pablo acató la nueva situación con resignación. "Me da pena por los chiquillos, pero hay que entender que haya personas que no estén para música", indica.

Desde entonces, la calle está mucho más triste, las sesiones han cesado, pero no la ilusión y la solidaridad de los habitantes del entorno del artista. Al día siguiente del cese de las canciones, en las cristaleras de la comunidad y varios rincones del edificio empezaron a aparecer dibujos y cartas de agradecimiento a DJ Pablo. En todas le animaban con entusiasmo como si de una recompensa por las horas de diversión ofrecidas se tratase. "Gracias por alegrarnos estos duros días", decían en algunas.

Los mensajes pasaron rápidamente de lo ordinario a lo telemático. Las redes sociales fueron el canal elegido para extender la campaña de elogios y agradecimientos a todo el barrio. "Solo en los primeros días recibí entre 200 y 300 muestras de apoyo", repasa en voz alta del DJ. El barrio discrepa en general con la denunciante. Consideran que nadie debió arrebatarles la hora de alegría de la que disponían los pequeños e instan a recapacitar a la supuesta autora de la denuncia. Nadie, o casi nadie, se alinea con la vecina que mandó parar.

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