El artista Juan Falcón (Oviedo, 1959), ha fallecido en Oviedo, según acaban de informar sus familiares. "Tenía cancer muy avanzado , llevaba ya meses muy malín, primero HUCA y después Monte Naranco. Allí lo trataron muy bien, todos los cuidados para los últimos días. Estuvo tranquilo a pesar de los dolores", explicó su sobrina, la concejala socialista ovetense Lucía Falcón.

Juan Falcón, Juanín como le llaman sus allegados, encarnaba el prototipo de artista libre, bohemio hasta apurar la última gota del sentido del término, anárquico y desligado de los canales de difusión y venta habituales. Nunca tuvo mecenas, ni continuidad expositiva ni vinculación fiel a un galerista.

Fueron los docentes del Orfanato Minero -el padre de Falcón, José, murió en un accidente de mina cuando él tenía 5 años- quienes encauzaron la vocación del niño hacia las artes plásticas y le animaron a matricularse en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo, mediando más tarde para que el chaval obtuviese una beca en el Centro de Arte San Jaime de Barcelona, para lo que también contó con el apoyo del director de la Escuela ovetense, Bernardo Sanjurjo, del escultor Fernando Alba y otros profesores como el dibujante y ceramista Adolfo Folgueras.

Después de Barcelona vino el casi inevitable paso por París, con una beca de estudios que obtuvo al ganar el Concurso de Artes Plásticas Corberó. Lucía Falcón considera que fue en la capital francesa, a finales de la década de los setenta, donde realmente comenzó la carrera artística de su tío, que entonces trabajaba como asistente en los talleres de Eduardo Arroyo y Valerio Adami. En París conoció Falcón a Dolores, hija de Joan Miró, con cuya familia mantendrá una estrecha relación, y también allí ejerció sobre él una influencia decisiva el concertista Alain Planes, que le pondrá en contacto con el escenógrafo Ilie Valea, quien le propone la realización de la escenografía y vestuario de la ópera de Monteverdi «Il mondo de la Luna».

A su regreso de París, en 1983, Falcón pasa una larga temporada en Bárzana (Quirós), de donde es oriunda la familia, y comienza una etapa marcada por la producción escultórica, dando forma a figuras con un delicioso toque de primitivismo, casi de ingenuidad. Desde una primera etapa a sus maternidades y figuras humanas, enlazadas, desnudas y a veces en actitudes abiertamente sexuales, en las esculturas de Falcón pervive el organicismo y la sensualidad como hilo conductor. Aunque en materiales se decanta por el barro, también hizo algún trabajo en hierro en colaboración con la familia Urrusti.

Entre 1990 y 1993, el artista realizó carteles para distintas campañas del Gobierno del Principado, que también le encarga la escultura que marca el comienzo de la Senda del Oso, en Santo Adriano de Tuñón. De esta obra, en la que el boceto original tenía las patas levantadas, se haría además una tirada reducida y a escala más pequeña de osinos que se utilizaron como regalo institucional.

En los últimos años era habitual ver a Falcón pintando en las calles del Oviedo Antiguo.

El artista llevaba semanas ingresado en un centro sanitario.