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Oviedo despide a Juan Falcón, un artista puro, libre y con una gran formación

El pintor y escultor, natural de Quirós, pasó una etapa bohemia en París junto a Eduardo Arroyo y después fue protegido de los Miró en Roma

Fotografía de Juan Falcón tomada por Israel Sastre en 2018, en la galería Texu de Oviedo.

Lo que fue Juan Falcón para Oviedo y para el mundo del arte lo resumió ayer el director del Museo de Bellas Artes de Asturias, Alfonso Palacio, cuando mostró su "pena" porque en la pinacoteca asturiana no hubiese ninguna obra de este artista nacido en Bárzana (Quirós) en 1959 y que falleció durante la madrugada del miércoles al jueves en el hospital Monte Naranco de Oviedo. Palacio confiesa que "nos gustaría haber tenido algo suyo en el museo", al tiempo que narra cómo este pintor y escultor, tan pequeño en lo físico como enorme en lo personal, entraba a menudo en el principal museo asturiano, "estaba un rato, recorría un par de salas y se iba". Ese era Juanín. Vivía al margen de todo.

Falcón fue siempre un "bohemio irredento", como lo describe su propia familia; "la pureza", como lo define Alfonso Palacio. Un artista admirado y una persona querida por todos. Lo explica muy gráficamente el artista ovetense Kiko Urrusti: "Era la libertad en persona". Y narra una anécdota de esa forma de vivir que llevó Juanín, al margen del negocio artístico establecido. "Tenía una exposición en Cimentada y el día que tenía que montarla venía desde Almería y llamó a la galería para decir que no tenía obra, que lo había vendido todo por el camino. Tuvieron que recorrer media Asturias para conseguir cuadros suyos y poder hacer la exposición", rememora Urrusti. El artista reconoce que "venía más gente a mi taller a preguntar por Juanín o por obra suya que a hacerme encargos".

Juan Falcón era un artista de esos románticos, en el sentido académico de la palabra, que llegó a Oviedo desde su Bárzana natal y que comenzó a pintar siendo un crío. A los 5 años sus profesores del Orfanato Minero ya vieron que aquel niño tenía cualidades y, al finalizar los estudios, le orientaron para que se matriculase en la entonces llamada Escuela de Artes y Oficios de Oviedo. Cursó aquellos estudios y el director del centro, Bernardo Sanjurjo, y los profesores Fernando Alba y Adolfo Folgueras mediaron para que obtuviese una beca en el Centro de Arte San Jaime de Barcelona.

Desde allí dio Falcón uno de los pasos que marcaron su vida: el salto a París. Desde aquella "chambre" del estudio de Eduardo Arroyo en la que vivía en la capital francesa, Juanín tomó la bohemia por bandera. Un tipo que siempre hizo lo que quiso, que no se atenía a normas y que en aquel París entró en contacto no solo con Arroyo, sino también con el italiano Valerio Adami. En lo artístico se centra en el surrealismo figurativo, muy expresionista. Ya a mediados de los 80 entra en contacto con la familia de Joan Miró, que le sufraga un viaje crucial a Roma, otro de los escenarios claves en su biografía.

Falcón viajó, vivió y se bebió el mundo a tragos. Lo hizo por Europa y por España. Sus estancias en Almería, en El Ejido, las interrumpía para presentar su obra en Oviedo, con Josefina Cimentada. Ella fue quien le puso en contacto con un José Agustín Goytisolo, que quedó sorprendido por su mundo propio, heterodoxia manifiesta y rebeldía sin posible doma a la que dedica intensas páginas.

Juanín siempre regresó a Oviedo, aunque siempre quiso irse. Esta era su ciudad, y la ciudad no se entiende sin él. Esos paseos de los que habla Alfonso Palacio, los paseos "de un vecino". Ese Oviedo que, según Israel Sastre, "no ha dado ningún artista como Juanín". Una ciudad que siempre estuvo abierta a un espíritu libre, que una noche de Alcayata, en la calle la Rúa, recaudó más de 200 euros en apenas un minuto para Juanín, que se los gastó en una habitación y unas copas en El Ovetense. Los bares de Oviedo eran las casas del artista. Natalia García Villanueva, propietaria de El Ovetense, recordaba ayer cómo su hermana Ana siempre le daba a Juanín arroz con leche y cómo le escuchaban hablar de arte con todo el mundo. Cerca, Juanín también acudía a otros locales como el Pagos Viejos, en la plaza de la Catedral, o La Mar de Llanes, en Águila. Todos le cuidaban y le querían. El profesor Santiago Martínez recordaba ayer cómo conoció a Falcón en la galería de Mónica de Juan, en Mon. Le compró una obra porque le revolvió por dentro. Y qué cosa debe hacer el arte que no sea revolver. Oviedo llora a uno de los suyos.

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