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Visiones De Ciudad

El Oviedo de las oportunidades

Una ciudad que lo tiene todo, pero que aprovecha poco sus recursos

El Oviedo de las oportunidades

Mis recuerdos de Oviedo comienzan en el centro comercial Salesas, se podría decir que era un "niño Hipercor", aunque tengo leves pantallazos en mi memoria de la marca anterior, Mamut, antes de que se asentase El Corte Inglés.

Mi madre me recogía a las 13.00 horas en el Colegio Menéndez Pelayo (hoy Pablo Miaja) para ir a hacer las compras a Hipercor, donde no había día que no sonase mi nombre por la megafonía del centro comercial; los intentos de fuga eran constantes y los cercos del personal de seguridad me motivaban.

Por la tarde íbamos a buscar a mi padre al estudio en el que trabajaba en la Calle Uría, al lado de Radio Norte, y recalábamos en cuatro sitios esenciales en Oviedo que ya no existen: La Perla, La Mejillonera, El Manantial y la pizzería de la Plaza Porlier. Era por esas zonas donde te encontrabas con el perro Rufo y su compañero: "¡Daniel, no toques a Rufo que te pega las pulgas!".

Recuerdo ese Oviedo de finales de los ochenta como una ciudad gris, con las baldosas que tenían una forma de cuadrídulas pequeñas, levantadas y rotas; pero, a su vez, era una ciudad viva, con los bares llenos de gente alegre y con esa personalidad que conserva hoy en día.

Después, llegaba el ansiado viernes. Ansiado porque era el día de ir a la tierra donde siempre fui feliz y de donde es toda mi familia, Llanes, donde continuaban mis intentos de fuga y aparecía en el puertu con peces muertos en la mano.

En caso de no ir a Llanes íbamos a casa de mis abuelos, que vivían en la calle González Besada. El pasar más allá del parque San Francisco a mí me daba la impresión de ir a Kuala Lumpur. Para un crío de ocho años el parque era poco menos que el Amazonas, con sus pavos reales (a los que intentaba arroyar con el triciclo) y su caracol de piedra en la fuente que lleva su nombre: "¡Daniel, no bebas de esa fuente que ahí lavan las jeringuillas!".

Abuelos

Claro, que después del ansiado viernes, venía el amargo domingo, y nada más entrar en el portal de Fray Ceferino me tiraba en el suelo al estilo "del barco de Chanquete no me moverán". Mi padre me llevaba como podía hasta el ascensor, mientras que mi hermana se reía de mí y de mis lloros.

Las tardes se desarrollaban en el café de Alfonso con las amigas de mi madre y sus hijos. La aventura consistía en provocar a Manolín "el gitano" y correr por la calle Palacio Valdés cuando Manolín no podía más y nos empezaba a insultar y perseguir. Claramente, era el mayor atractivo del día.

Por entonces, principios de los noventa, comienza el cambio estético de la ciudad, con la peatonalización de las calles, bancos y farolas nuevas.

En la época del Instituto Aramo; pasé de ser el "niño Hipercor" al "púber con granos Centro Cívico", donde pasaba más horas que en clase. Más o menos cada 50 faltas llamaban a nuestras casas.

Es irremediable acordarse del Aramo y acordarse de la profesora Arís Somoano. Las mates de la facultad fueron un paseíllo al lado de las de Arís; con el tiempo se agradeció.

Llegan los primeros años de los 2000: el euro, la facultad y la juerga, donde se iba a jugar a las cartas a las cafeterías del Cristo de lunes a miércoles. Se salían los jueves (famosos por la fiestas Erasmus), viernes y sábados y se moría en vida los domingos. Por entonces, Oviedo tenía un ambiente juvenil, tardabas una eternidad en recorrer la calle Mon y había largas colas en la bocatería de Oscar para comer su bocadillo de criollo con cabrales.

Íbamos a cenar a sitios donde la economía del estudiante nos lo permitía: Casa Bango en el Fontán, el Xugu en González Besada...

Comienzo a compaginar los estudios con servicios para los eventos en Catering Malena, una empresa creada por las primas de mi padre, Kike y Charo Gómez Haces.

Por entonces, en Oviedo aún se estilaba que los locales inaugurados fuesen bendecidos por un cura, y para eso estaba su hermano don Toño, aunque Kike no estaba muy de acuerdo, ya que, local bendecido por don Toño, negocio en quiebra al año siguiente.

Aún recuerdo mi primer servicio de catering, que tuvo lugar en la inauguración de los cines de Parque Principado.

Es el año 2008, empieza la desbandada juvenil y el cierre de negocios en Oviedo. Cuando me di cuenta no había nadie de mi grupo más cercano, aunque con los años muchos fueron volviendo. Es lo que tiene la comodidad y lo acogedor de nuestra ciudad.

El turismo

Cuando comencé con la gestión de la cafetería del Auditorio Príncipe Felipe y de Catering Malena empecé a estar más en contacto con el mundo de los congresos, entrando en las juntas directivas de Oviedo Congresos y del Club de Empresas de Turismo de Negocios del Principado de Asturias. Me di cuenta del potencial y de los recursos que tiene Oviedo y qué mal los aprovechamos. Lo tenemos prácticamente todo (gastronomía, historia, don de gentes,?), el asturiano es el más carismático de España y, aún así, nos cuesta mucho vendernos. Si en Madrid adoran el cachopo y lo compran por toneladas, nosotros creamos un movimiento anticachopista porque no es un plato de toda la vida de nuestra gastronomía. No, home no, aprovéchalo.

Nos centramos en aspectos que poco o nada aportan, que si fascista por poner bandera en La Escandalera, que si pinto bancos, que si los quito, que si en época de rojos hambre y piojos, que si no me gustan los Borbones y entonces monto una concentración de rechazo para boicotear lo único que nos da proyección internacional. Fomentado, en parte , por las redes sociales, que han contribuido a desarrollar los "ismos" y a ser los más valientes delante del teclado.

Estamos en la era de los lovers, los haters, los iluminati y los adoctrinadores de pensamiento (eres libre de pensar, pero piensa como yo para no ser un nazi o un perro flauta).

Y así pasan los años, perdiendo tejido empresarial y profesionales cualificados que se marchan a otros lares en busca de prosperidad y de mentes abiertas.

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