A. G. R. el hombre de 60 años que el 4 de febrero de 2019 agredió brutalmente a su madre, entonces de 80 años, en la vivienda familiar de Ventanielles (Oviedo) reconoció esta mañana los hechos ante el juez y aceptó dos años de cárcel por un delito de lesiones en el ámbito familiar, según informó la Fiscalía del Principado de Asturias.

El fallo llega tan solo cuatro días después de que la victima falleciera en un geriátrico de Grado, oficialmente por causas naturales, aunque algunas fuentes cercanas a la familia apuntan que podría estar afectada por coronavirus.

El condenado saldrá "de forma inminente" de la cárcel, donde permanecía de manera provisional desde el 6 de febrero de 2019, según indicó su letrado, Eladio Cue, tras acceder el juez a la suspensión de la pena por carecer de antecedentes penales.

El fiscal pedía inicialmente cuatro años de cárcel, pero tras la negociación entre las partes se decidió aplicar una atenuante por embriaguez, puesto que el agresor ese día había bebido y a pesar del agravante de parentesco se acordó una pena de dos años de prisión.

El fallecimiento de la mujer generó una situación atípica en el proceso. El deceso provocó el decaimiento de la acusación particular y aunque el otro hijo de la fallecida intentó personarse a última hora esto no fue posible al carecer de los poderes para ello.

La octogenaria, según indicaron fuentes policiales en su día, había sufrido dos derrames cerebrales y tenía la cara destrozada. Los agentes de la Policía Local que intervinieron en el suceso aseguraron que el escenario de la paliza era dantesco: "Nunca habíamos visto nada igual, el hijo se había destrozado los nudillos en la paliza, la sangre inundaba la casa".

Fue la propia víctima la que dio la voz de alarma. "Socorro, que me mata, que me mata". Los gritos se oían por todo el edificio, pero fue Álvaro García, que vive en el bajo derecha con su hija, el primero en alertar a la Policía Local y al 112. "Carmen llevaba la cabeza hinchada como un tambor. Arranqué a llorar cuando la vi salir en ambulancia. Nunca pensé que su hijo pudiera hacerle nada, parecía que se llevaban bien", aseguró entonces García, que al ver a su vecina Carmen malherida, débil y llena de golpes recordó a su madre, fallecida meses atrás. No pudo evitar contener la emoción y acabó sentado en un peldaño de la escalera, llorando, encima de una plaqueta fría de gres.

Una vida dura

Carmen Roco es una mujer muy querida entre sus vecinos, "una señora de las de antes", apostilla otro vecino. Mujer pacífica y trabajadora, de fina estampa, bajita, frágil y aquejada de diabetes, la vida fue dura con ella. Enterró a su marido hace años y a un hijo el pasado. Tiene otro con problemas mentales ingresado en una residencia.

Fue precisamente al morir su hijo cuando el agresor, Antonio García, que vivía en Argentina, decidió volver a su ciudad natal para instalarse con su madre y supuestamente cuidar de ella.

Carmen Roco tenía problemas de movilidad, últimamente caminaba apoyada en una muleta y casi nunca llegaba al contenedor a dejar la bolsa de basura, porque en el 7 de la calle Lago Enol siempre se encontraba una mano amiga que le decía "deje, Carmen, ya le llevo yo la basura". Álvaro García lo hizo muchas veces. El hijo fue detenido por la Policía Local la misma noche de los hechos y con las esposas puestas se lamentaba en voz alta: "Ay, ay, ay...".