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Visiones De Ciudad

Pequeña, galana y un género en sí misma

La ciudad ha dado mucha literatura, poca filmografía y abundante arte pictórico

Un visitante observa el cuadro de Villaamil "Una procesión en la Catedral de Oviedo" en la muestra "Imago Urbis", en el Museo de Bellas Artes de Asturias. MIKI LÓPEZ

Aunque soy palentino de nacimiento, y a mucha honra, vine a vivir a Oviedo en 1965, cuando tenía diez años, justo para empezar primero de bachillerato en el Instituto Alfonso II; y si bien es cierto que no tengo ascendencia ovetense, sí tengo descendencia, porque tanto mi hijo como mis nietos lo son y ¿eso vale mucho, no? No presumo de ser carbayón entre otras cosas porque ni soy un árbol ni un pastel, pero sí que estoy orgulloso, muy orgulloso de mi ciudad de adopción, una ciudad que, como bien dijo mi prima Mary Carmen cuando vino por primera vez, es un como un dos en uno, no un dos por uno, que era el slogan de Al Pelayo. Me explico: Por un lado está el vetusto casco antiguo, con todo su sabor de rancio abolengo catedralicio y muy pegado a él, el Oviedo moderno, el del ensanche, que tiene hasta su catedral, San Juan, con la calle Uría de nexo de unión y la Escandalera de frontera casi intangible y el majestuoso Campo de San Francisco de testigo inquebrantable.

Siempre se ha dicho que Oviedo es la ciudad bien escrita porque hay infinidad de novelas y cuentos ambientados en sus calles y plazas. De hecho, Marilde García dice que Oviedo más que un espacio literario es todo un género en sí mismo, y puede que tenga razón. "La Regenta" de Clarín; "El maestrante" de Palacio Valdés; "Tigre Juan" de Pérez de Ayala, "Cerca de Oviedo" de García Pavón, "Nosotros los Rivero" de Dolores Medio, "La plaza" de García Miñor, "Bezana Azul", de Castañón, "Camino con retorno" de Sara Suárez Solís, "Al dios del lugar" o "Las reliquias del silencio", sin olvidarnos de las apasionantes aventuras de "El Merucu Xusticeru", astuto detective privado que resuelve enrevesados entuertos de San Lázaro a Vallobín y de la Argañosa a Pumarín. Son solo algunos ejemplos, pero si quieren más información sobre este tema pueden consultar dos libros: "Oviedo ciudad de novela" de Rosa Moriano y Luis Arias y "Oviedo en los libros", de Gracia Noriega, y se darán cuenta de lo mucho que inspira esta ciudad para ambientar historias de todo tipo.

A mí me hubiera gustado que también el cine y la televisión se hubieran fijado más en la ciudad, pero me tengo que conformar con poca cosa; las dos adaptaciones de "La Regenta": El largometraje dirigido en 1974 por el ovetense Gonzalo Suárez con Emma Penella y Keith Baxter de protagonistas y la serie para TVE dirigida en 1995 por Fernando Méndez-Leite, con Aitana Sánchez-Gijón y Carmelo Gómez al frente del reparto. Sin olvidarnos de "Oviedo Express", también de Gonzalo Suarez del año 2017, con Carmelo Gómez y Aita Sánchez-Gijón. Por cierto, no deja de tener su gracia paradójica que Aitana Sánchez-Gijón haya encarnado dos veces a Ana Ozores, símbolo hasta escultural del Oviedo más clásico y clariniano. Y casi por último está la perfectamente olvidable "El futuro ya no es lo que era", de Pedro Barbero de 2016, con el protagonismo de Dani Rovira y Carmen Maura. De "Vicky Cristina Barcelona" de mi idolatrado Woody Allen, ni hablo porque Oviedo casi ni se ve. Aunque sin duda lo más destacado sea la serie casi etnográfica "Segunda enseñanza", que dirigió para TVE en 1986 Pedro Masó con guiones de Ana Diosdado que también era la protagonista junto a Juan Diego y que es de esos telefilmes que se denominan como seminales porque en él tuvieron sus primeros papeles Javier Bardem, Aitana Sánchez-Gijón, Cayetana y Fernando Guillén-Cuervo, Gabino Diego, Jorge Sanz, las hermanas Marsillach, Blanca y Cristina o Lydia Bosh, por poner algún ejemplo. La serie es flojina y refleja un Oviedo triste, plomizo, gris y oscuro, quizá fruto de aquella época. Pero sin duda casi lo mejor que tiene es que es una especie de catálogo de bares y restaurantes ovetenses donde se rodaron numerosas escenas, en establecimientos como Casa Lito, Manolo, Logos, Trascorrales, Las Campanas, Rialto o el Babilonia.

Y si Oviedo es una ciudad muy bien escrita pero peor filmada, lo que sí es un hecho es que está muy bien pintada porque hay miles de cuadros, óleos, acuarelas y dibujos, de paisajes urbanos de la capital. Hace ya algunos años propuse a la Fundación municipal de Cultura, cuando aún existía el CAMCO, el Centro de Arte Moderno Ciudad de Oviedo, que estaba en los bajos del teatro Campoamor, una exposición monográfica sobre esa temática aprovechando que el Ayuntamiento tiene en propiedad una buena colección de este tipo de obras y otras que se podrían pedir a particulares y coleccionistas. Pero la idea no gustó y todo se quedó en eso, en una simple idea. Pero lo cierto es que artistas de la talla de Eduardo Úrculo, Paulino Vicente, Magín Berenguer, Álvarez Folgueras, Alfonso Iglesias, Enguix, Álvarez Cabrero, Linares, Favila, Basterrechea, Díaz de Orosia, Evaristo Valle, Toño Velasco, Pelayo Ortega, Joaquín Vaquero Palacios o Valentín del Fresno, solo por citar algunos, que son muchísimos, han retratado algún rincón de la ciudad, lo que viene a demostrar que Oviedo es como poco pintoresca y hasta fotogénica, lo que bien pensado es mucho, pero mucho.

Que la ciudad de Oviedo, pequeña y galana, inspire tanta literatura y arte plástico es todo un lujazo que a veces, demasiadas veces, los que la vivimos todos los días, de forma cotidiana y casi sin mirarla porque pensamos que ya la tenemos muy vista no sabemos apreciar. Por eso tiene que venir alguien de fuera para decirnos qué guapa es, y cuando se la enseñamos al visitante, con orgullo y satisfacción, redescubrimos aspectos, cosas, detalles, fachadas, pico-esquinas, chaflanes, rincones que siempre han estado ahí, esperando que nos fijemos en ellos esperando a sacarlos de la invisibilidad.

Me gusta Oviedo, siempre me gustó, desde que lo vi por primera vez, cuando era un guajín de diez añinos. Y aunque es cierto que se acaba enseguida porque es redondo y chiquitín, es mi casa y ya se sabe que como en casa no se está en ningún lado, o eso dicen y puede que hasta sea verdad.

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