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Un empresario con mucha filosofía

José Manuel Ferreira, un hombre al que le gusta poner en orden su cabeza, ya ejerce la presidencia temporal en la Cámara de Comercio

Si no es por aquel negocio fallido, una de esas ideas que al final quedan en nada, puede que José Manuel Ferreira Diz (Vigo, 1959) no estuviese hoy al frente de la Cámara de Comercio de Oviedo. Fue por ese proyecto que José Manuel Gómez, el amigo común al que todos llaman Chema aunque nadie sabe por qué, organizó una reunión en su casa del Escamplero para tratar con unos tipos de Madrid. Y allí, en una fecha indeterminada pero rondando la época de la crisis de 2008, fue donde Ferreira se reencontró con su amigo Carlos Paniceres, una década después de haberse perdido la pista. Se habían conocido, tratado y congeniado por su militancia activa en el CDS, pero la desaparición del partido los llevó por caminos separados hasta esa tarde en el Escamplero. Ahora, una analítica explosiva, lleva a Paniceres a hacerse a un lado en la presidencia de la Cámara de Comercio; por vía estatutaria, Ferreira, vicepresidente primero, toma el mando en funciones, una figura que se da por cuarta vez en los 130 años de historia de la institución.

José Manuel Ferreira lleva décadas dedicado a la promoción inmobiliaria. Ha trabajo por toda Asturias pero sólo en los últimos tiempos se ha hecho conocido fuera del sector, involucrado en el proyecto de recuperación de la parcela del Vasco, donde ya vive gente en las torres de pisos y donde Oviedo ha ganado 14.000 metros cuadrados de espacios públicos.

Hijo de Manuel Ferreira -fallecido hace 22 años- y de María Diz, que cuenta 86, la actividad del padre llevó a la familia a Oviedo. José Manuel, el primero de tres hermanos, tenía solo cinco años al trasladarse todos al Principado. Cuando José Eladio Amado de Lema compró el periódico "La Voz de Asturias" llamó al cabeza de familia para situarlo en uno de los puestos de confianza. Manuel Ferreira, jefe de administración del "Faro de Vigo" (en la actualidad del mismo grupo editorial que LA NUEVA ESPAÑA) pasó a la misma ocupación en la sede de la calle Gil de Jaz del rotativo ovetense. Con el tiempo, el pequeño José Manuel se convirtió en un avezado lector de prensa. Disfrutaba y exprimía los intercambios de la empresa de su padre y accedía a más veinte cabeceras, algo impensable en aquellos tiempos.

Criado en el centro de Oviedo, Ferreira estudió en los Maristas, entonces en la calle Santa Susana y con los años se matriculó en Derecho. No terminó, pero sí cultivó su vocación empresarial espontánea: hizo y vendió pegatinas de universidades, organizó fiestas e inició lo que él denomina una formación variada, a su manera, lejos de la enseñanza reglada.

La falta de título no lo hace un tipo rudo. Al contrario. Ferreira no falta a la ópera, tiene inquietudes filosóficas y es buen conversador; de modales refinados, es cordial, sonriente y, dicen sus amigos, generoso; es un hombre de talante, centrado, amante del consenso y del acuerdo, pero con espíritu crítico. Lector, lamenta que ahora sea obligado revisar tanto el BOE, ha dejado la novela y abraza textos de filosofía.

Ferreira utiliza lenguaje preciso y en una conversación cualquiera puede soltar que no entiende la filosofía "que se detiene en cuestiones abstrusas (de difícil comprensión)" porque él la concibe como una herramienta práctica. Sigue al alemán Markus Gabriel y al coreano afincado en Berlín Byung-Chul Han, a los que considera "rockeros de la filosofía". Dice que son "filósofos de la realidad" y opina que "la calidad de lo que piensas es fundamental para la calidad de lo que haces". Ferreira cree que "hay que pensar en lo que tenemos que pensar" y que hacer ese ejercicio "ayuda a poner en orden la cabeza".

Lamenta de su época en el CDS que la gente se haya quedado sólo con que era un partido de centro y cree la izquierda actual podría aprender de la conciencia social que tenían entonces. No presume de casi nada, solo de eso, de conciencia social, que intenta aplicar a su actividad. Por eso, mientras luchaba para sacar adelante la recuperación del Vasco, no dejaba de repetir todo lo que aportaría a la ciudad. Tiene más socios en el proyecto privado más ambicioso de los últimos años en Oviedo pero él es quien da la cara y también quien ha bregado con dos gobiernos municipales diferentes para sacar adelante una licencia de tramitación muy compleja. Su constante búsqueda del consenso y cómo esquiva la confrontación le convierten en un presidente (en funciones) a la medida de la Cámara de Comercio, ideal para un cargo institucional. Es además vicepresidente del grupo de promotores de la Confederación Asturiana de la Construcción, está en el comité ejecutivo de la sociedad de garantía recíproca Asturgar y es vocal del Jurado de Expropiación.

En este proceso de relevo en la presidencia de la Cámara repite constantemente que el importante es Carlos Paniceres y que es vital que se recupere y pueda regresar cuanto antes. Lo considera un líder insustituible, como dijo esta semana a LA NUEVA ESPAÑA, en la primera entrevista que concedió como presidente en funciones, una noticia que también adelantó este diario en su página web.

Entregado durante décadas a la promoción inmobiliaria, José Manuel Ferreira ha hecho incursiones en la Cultura y el Arte. Ha producido vídeos artísticos y un mediometraje "La palabra que falta", que pretendía ser una serie sobre cuentos filosóficos para este siglo. En la empresa que tuvo escribieron una película sobre el mundo histórico cultural asturiano y acudieron a la bienal de Turín en el apartado de artistas especiales, con una instalación titulada "Después de todo", acerca de los límites de la vida. Muy filosófico. Y tuvieron una patente a la que llamaron Teseract, un cubo dentro de otro que producía imágenes en 3D.

A pesar de su origen gallego, Ferreira se considera profundamente ovetense y asturiano. Su vida ha estado muy ligada al Occidente de la región, donde ha trabajado mucho y también invertido horas de ocio. Mantiene casa en Tapia de Casariego, un piso en una de sus promociones. No tiene grandes lujos nunca los ha necesitado. Asegura que es un empresario modesto y también modesto en su vida.

El último capricho fue un viaje por Grecia, a finales de 2019, junto a su mujer, Montse Soriano, y sus hijos, Ángela, de 26 años, y Manuel, de 28. Fue lo mismo que hicieron en su luna de miel, hace 30 años, con ocho de noviazgo previo. Los chicos han pasado por Madrid. Él es sociólogo y politólogo, con un máster en Recursos Humanos y trabaja en la capital. Ella, psicóloga, especializada en psicología clínica, ha vuelto a Oviedo. El padre le ve madera de empresaria.

Un hombre que se mueve por la vida con moderación lo es también a la hora sentarse a la mesa. Ferreira lleva sin excesos su afición a la gastronomía; le gusta la vida saludable y mantiene una figura estilizada aunque no es deportista.

Las reuniones en casa de Chema fueron el germen de un grupo de amigos que aún permanece. Cada año se ven en La Rotella y comen arbeyos de la huerta de Bueño; y ya es ritual también la cita de la tarde previa a la Nochebuena. En ese grupo, por supuesto, está Carlos Paniceres, que ahora, para recuperarse, ha dado el relevo a un empresario que se toma las cosas con buena filosofía.

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