Ayer enmudeció para siempre la voz de Rubén Suárez, la que ha sido desde hace décadas autoridad en el mundo del arte contemporáneo en Asturias. Con él, la región pierde una leyenda viva del periodismo, un hombre culto, sagaz e irónico que sabía pulir sus textos con la sencillez de la buena prosa clara y esencial.

Rubén Suárez (Mieres, 1936) falleció en Oviedo a última hora de la tarde de ayer con 84 años, conservando casi hasta el final una imparable entrega a sus quehaceres. Prueba de ello es la crónica pendiente de publicar en el suplemento de Cultura de este periódico -donde colaboraba semanalmente desde hacía décadas- y que hoy ve la luz en su recuerdo. También, el libro que sobre el artista Rodolfo Pico le había encargado Pelayo Ortega y que había finalizado ya, aunque temiendo que se convirtiera en volumen póstumo. Esa circunstancia le llevó a encomendar a su amigo Evaristo Arce que redactara la introducción.

Pese a su pasión por el deporte y sus caminatas casi diarias por el Centro Asturiano, Rubén Suárez empezó a encontrarse mal hace unos meses, y lo que parecía un problema digestivo acabó revelándose como un tumor en un pulmón en una posición complicada. Durante los últimos tres meses ingresado en el Centro Médico, primero, y el HUCA, después, aplicó su proverbial sentido común -y también cierta tendencia a la aprensión- al examen de su estado de salud y de los diagnósticos de los facultativos, siendo consciente de las dificultades pero alimentando hasta el final alguna esperanza y sin perder esa celebrada ironía suya.

Rubén Suárez nació en Mieres, donde su padre, Maximino Suárez, era corresponsal de "La Voz de Asturias" y de LA NUEVA ESPAÑA. Rubén Suárez creció, pues, entre periódicos y con una temprana afición al deporte que le llevó a compartir piscina en su ciudad natal junto al histórico Vitos, el nadador que estableció uno de los primeros récords en cruzar a nado el Canal de la Mancha.

Con 15 años ya había publicado sus primeros artículos y con 18 se fue a Madrid y se licenció en la Escuela Oficial de Periodismo. En la capital comenzó el ejercicio de la profesión, primero en "Arriba" y después en "El Español". Tuvo ofertas para Televisión Española pero quiso regresar a Asturias, donde se casó con Adelaida Cerezo (tuvieron seis hijos) y empezó a trabajar en "La Voz de Asturias". En 1964 cambió a LA NUEVA ESPAÑA, donde trabajaría de forma habitual durante dos décadas, para luego continuar, hasta la actualidad, como crítico de arte. Su trayectoria profesional le llevó en su última etapa al mundo de la publicidad.

De entre sus compañeros de aquella generación, el director emérito de la Fundación Princesa de Asturias, Graciano García, lo recordaba ayer como "un gran compañero, un gran periodista, un hombre discreto, solidario, uno de los periodistas más cultos que conocí". Graciano García destacó el compromiso de Rubén Suárez con el mundo del arte, su "labor de promoción de las artes plásticas y su papel como crítico". "Creo que con la muerte de Rubén", resumía ayer Graciano García, "perdemos algo no solo los periodistas, pierde Asturias un referente, que nunca sobra en este tiempo, menos cuando hay cambios tan profundos y vertiginosos en la comunicación; porque el alma de la profesión no cambia, se trata de dar información fiable, y solo eso lo pueden hacer los periodistas formados y cultos como lo era Rubén".

Otro periodista de la misma quinta, Juan de Lillo, echaba ayer la vista atrás para contemplar veinte años trabajando de noche en LA NUEVA ESPAÑA a su lado y los muchos intereses que tuvo Suárez, que pasaron incluso por su afición al judo y la fundación del club Takeda en Oviedo con el maestro Su Taira. "Era un personaje muy culto, le interesaba todo. El arte, por supuesto, pero también la política, la medicina, un gran sentido común para hablar de muchísimas cosas. Era un gran tipo, y un amigo excelente, con un sentido del humor grande y multidimensional".

Su gran amigo Evaristo Arce estuvo cerca de él en estos últimos meses y vio venir los problemas de salud cuando Rubén empezó a perder el apetito y a bajar peso. De todas formas, aclaraba ayer Arce, "nunca perdió el humor, ni el bueno ni el malo y mantuvo hasta el final su espíritu crítico que todo lo analizaba, lo cual es fatal para un enfermo ingresado en un hospital". Todos sus amigos destacaban ayer los muchos intereses de Rubén Suárez, que cultivó casi las grandes aficiones artísticas, muy en especial la literatura.

En su faceta como crítico de arte, el director del Museo de Bellas Artes de Asturias, Alfonso Palacio lamentaba ayer "la gran pérdida" que supone "para la crítica de arte que llevaba haciendo con gran profesionalidad desde hace décadas". "De él cabe destacar", añadía Palacio, "su fina sensibilidad, a la hora de analizar y explicar mediante sus textos las diferentes corrientes cultivadas por nuestros artistas, así como para detectar y apoyar desde el principio lo que luego demostraron ser grandes trayectorias, como las de Kely o Herminio. Además, fue uno de los agentes más importantes que ha tenido el arte contemporáneo de nuestra región, contribuyendo a poner en pie múltiples iniciativas. Nunca dejó de trabajar".

El también crítico de arte Luis Feás lamentaba ayer la pérdida de "algo más que un amigo". "Recuerdo perfectamente que cuando publiqué mi primera crítica de arte y me llamó para darme la bienvenida al gremio, eso sólo lo hace alguien de su nobleza. Voy a echar de menos su bonhomía, sus ganas de disfrutar de la vida, sus estupendas anécdotas y sus portentosas dotes de narrador, con historias que ahora lamento no haber transcrito. Supo hacer del género de la crítica un arte necesario en busca de la excelencia, que pocos se plantean ya con su rigor. Será siempre modelo e inspiración".