A Ramiro Boto le quedaban muchas cosas por hacer. Se había jubilado hace poco, después de 37 años al frente del Street, bar señero de la calle Catedrático Miguel Traviesas, pero justo cuando iba a disfrutar de esa jubilación se le paró el corazón. Le quedaba ir a África en moto. Las motos eran una de sus pasiones y había retrasado el viaje a causa de la pandemia del coronavirus, pero el plan y el empeño seguían ahí. Y tenía planes más cercanos. Ayer mismo iba a acudir a una barbacoa con sus trabajadores. El miércoles es el día de descanso en el Street y habían quedado en pasarlo juntos. "Quería mucho a mis hijas y tenía muchas ganas de verlas", lamentaba ayer Damián Dosantos, uno de los empleados del bar. No hubo barbacoa, y trabajadores, familiares y amigos jamás pudieron imaginar que sí, que ayer se reunirían, pero para despedir a Ramiro.

Dosantos y sus compañeros de barra, Daniel Benítez, Armando Robledo y Andrea Cañal, acudieron ayer al tanatorio de Los Arenales para dar el último adiós a su jefe, "una leyenda de la ciudad, no solo de la hostelería". Los empleados calificaban al que fuera el dueño del local como "una persona de diez, que siempre nos trató genial". Mientras Dosantos recordaba que el pasado domingo Ramiro acudió de visita a su establecimiento, "y allí estuvo de charla con su sonrisa de siempre", su compañero Daniel Benítez, con quien compartía esa afición por las motos, subrayaba que el empresario era un hombre "que amaba su trabajo". "Nadie tenía malas palabras hacia Ramiro, nunca le vi enfadado, es una leyenda como persona", insistía Dosantos.

Las camisetas del 35.º aniversario del Street se mezclaban ayer en Los Arenales con las chupas y los chalecos moteros de los amigos y compañeros de ruta del fallecido. Una de esas camisetas del bar la llevaba su hijo Carlos, sentado en primera fila de la capilla de Los Arenales junto a su madre, Blanca Ramírez. Los dos y el resto de la familia sintieron el calor de decenas de personas que les acompañaron en esos últimos y duros momentos.

Fue una ceremonia discreta, una celebración de la palabra, en la que el párroco del tanatorio destacó la "excelencia" de Ramiro Boto. "El resumen de su vida tanto en el trabajo como en la familia o con sus amigos es una sola palabra: excelencia", afirmó el párroco.

El sacerdote agradeció la asistencia de aquellos que quisieron arropar a la familia. "La crisis sanitaria nos pone muy difícil muestras de cariño como un beso o un abrazo, pero queda la presencia", explicó.

Los que allí estaban certificaron lo que el párroco dijo en su oficio: "Ramiro era un hombre trabajador que ha dejado un gran testimonio, el legado de ser persona, buena persona". Nadie lo dudaba y así se lo han hecho saber a la familia cientos de ovetenses. "Por el bar han pasado miles de familias de Oviedo", recordaba ayer uno de los empleados. Muchos de ellos mostraron estos días sus condolencias en las redes sociales por el fallecimiento de Ramiro Boto.