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Una cierta idea de Oviedo

Una cierta idea de Oviedo

André Maurois, cuando quería resaltar la grandeza del general De Gaulle lo resumía en que este tenía "una cierta idea de Francia".

Las diferencias, tiempos y distancias son más que conocidas, pero creo que todos podemos coincidir en que Jaime Álvarez-Buylla sí tenía una cierta idea de Oviedo.

De una ciudad abierta, culta y por tanto tolerante. También inclusiva, como se dice ahora.

Representante de una saga familiar en la que no faltaron abogados, médicos y munícipes, fue siempre un caballero -por más que el adjetivo se encuentre en desuso- generoso con su tiempo y aún más con sus afectos.

Soy parcial. Lo sé.

Me distinguió con su amistad y me beneficié de su sabiduría médica en la que, como en Marañón, no hay enfermedades, sino enfermos, y eso para alguien con tendencia a la hipocondría es de un valor incalculable.

Pero también de su extraordinaria conversación y su vasta cultura. Nos unía la pasión por la música por más que perteneciéramos a escuelas diferentes y su conocimiento no tuviera parangón.

Y como no, del humanismo que impregnó su actividad medica en Hidrocantábrico, que supo trasladar a otras esferas de la empresa en los tiempos en que esta fue presidida por Martín González del Valle, y constituía una referencia cultural y social de primer orden.

Una vinculación empresarial reforzada a través de su matrimonio con una excepcional mujer, Margarita Álvarez-Santullano, cuya familia se encuentra en los orígenes de la que sería con el tiempo una empresa señera del sector eléctrico español.

Nos deja ahora. En tiempos de incertidumbres en los que ejemplos como el suyo son más necesarios. Pero estoy seguro que Oviedo, la ciudad que tanto amó, sabrá hacer el mejor uso de la herencia en tantos órdenes de un hijo tan destacado y del que tan orgulloso debe estar.

Querido Jaime, que la tierra te sea leve.

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