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FRANCISCO ERICE | CATEDRÁTICO DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA, PRESENTA MAÑANA EN OVIEDO "EN DEFENSA DE LA RAZÓN"

"Si enterramos lo que no nos gusta de la Historia habría que enterrarla toda"

"Este es un mundo inestable, pero no todo vale como dice el posmodernismo; hay formas de analizar la realidad y de actuar racionalmente"

Francisco Erice, en un acto del Club Prensa Asturiana. F. RODRÍGUEZ

El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo Francisco Erice (Colombres, 1955) ha visto llegar a las librerías en pleno desconfinamiento su nuevo libro, "En defensa de la razón. Contribución a la crítica del posmodernismo" (Siglo XXI). En él defiende la razón y la ilustración como elementos sólidos para avanzar en el conocimiento frente a la disolución de toda certeza formulada por el posmodernismo. Mañana a las ocho lo presenta en El Manglar (Martínez Vigil, 14).

- ¿Una paradoja que este libro llegue en un momento de crisis sanitaria que ha puesto en cuestión muchas certezas?

-En realidad yo creo que es al revés, que si algo pone de relieve la crisis actual es revitalizar el papel de la ciencia y el conocimiento racional ante este tipo de catástrofes. Si algo nos va a salvar es el desarrollo científico basado en principios científicos y racionales. Otra cosa distinta es la inestabilidad que provoca, que sí enlaza con la cuestión posmoderna.

- Pero piense, por ejemplo, en la credibilidad de la OMS y los cambios de criterio sobre las mascarillas.

-No creo que necesariamente la ciencia tenga que operar sobre certezas previas. La experiencia, de hecho, dice lo contrario. La ciencia también se equivoca, pero tiene mecanismos correctores. No se puede renunciar al conocimiento por que la ciencia a veces haya avanzado sobre imposturas. Por otra parte, si hubiéramos hecho caso a la investigación científica más profunda y a algunos epidemiólogos que alertaban de las pandemias en el arranque del siglo XXI y pedían más investigación, las cosas hubieran sido un poco mejores. Ante una catástrofe de estas dimensiones se pueden dar alguna vez palos de ciego, pero eso no niega en absoluto el conocimiento racional.

- Su libro aboga por buscar certezas en tiempos líquidos.

-El diagnóstico de que vivimos en un mundo de inestabilidad y de que determinado tipo de relato sobre el pasado o concepción de la sociedad está en crisis no significa que debamos hacer de la necesidad virtud, como hace el posmodernismo, que termina avalando la incertidumbre, la inderminación, la contingencia pura como única condición posible. Yo lo analizo con la Historia, pero tiene que ver con la concepción general de las Ciencias Sociales. Frente al posmodernismo radical planteo cómo afrontar la realidad para analizarla y actuar racionalmente.

- ¿Incluso cuando la Historia está siendo purgada de la parcialidad de raza, orientación sexual o credo de quien la escribió?

-La revisión es absolutamente fundamental en el desarrollo de las Ciencias Sociales. Y es saludable en la medida en que hay problemas nuevos que incorporar o surgen nuevos sujetos sociales que reivindican que su visión del mundo se tenga en cuenta, como sucedió en su momento con los trabajadores y la historia del movimiento obrero. Eso nos dice que la Historia se escribe también desde el presente. Pero deducir de ahí que la Historia es una pura entelequia, una realidad interpretable desde cualquier punto de vista y que todo vale, es precisamente lo que cuestiona este libro. Hay que comprender el carácter cambiante de la Historia, pero también que hay mecanismos de análisis que nos permiten cierta certidumbre. Si no, no tendría sentido pensar y reflexionar sobre ello.

- Y usted encuentra esos mecanismos en la escuela marxista, en el materialismo.

-Sí, esa es la otra parte del libro, la de retomar la perspectiva racionalista, materialista y crítica. Y esa perspectiva, donde está mejor desarrollada junto a otras variables es en la escuela marxista. Mi conclusión es que sigue siendo útil una reconstrucción del viejo marxismo en claves nuevas, adaptándose a los cambios históricos, representando los nuevos principios y buscando de forma poco dogmática una manera de reconstruir una visión histórica.

- También echa mano del materialismo filosófico. ¿Qué le interesa de Gustavo Bueno?

-No soy filósofo, pero mi afinidad con el planteamiento de Bueno surge del primer deslumbramiento que tuve como estudiante a principios de los setenta, y tiene que ver con su idea de reconstruir una filosofía materialista renovada que no tuviera las limitaciones del viejo materialista dialéctico y que se orientara al desarrollo de la ciencia como construcción racional. Es lo que intento, con modestia, de Bueno. Otra cosa es que tenga muchos desacuerdos con sus planteamientos políticos o con los muy discutibles de su escuela filosófica.

- ¿Qué piensa cuando una protesta contra el racismo acaba con un ataque a un busto de Cervantes?

-Es una desmesura, es el rechazo irracional frente a una historia que tiene muchos elementos cuestionables desde los valores del presente pero que no puede ser negada como si no hubiera existido. ¿Vamos a prohibir a Aristóteles por que fuera misógino? ¿Vamos a depurar las obras literarias? Son planteamientos iconoclastas un poco absurdos. Una cosa es eliminar la estatua de un traficante de esclavos racistas sin otro mérito, algo razonable, pero quizá la de Colón y la de Cervantes es un disparate. Aunque puedo entender la lógica de la protesta que hay detrás por parte de colectivos que han recibido históricamente ese trato.

- ¿Y si revisamos el marxismo como producto de un varón occidental de raza blanca?

-Sí, claro, seguramente podríamos hacerlo. No hay figura histórica que resista ese escrutinio de lo políticamente correcto. En el caso de Marx es una figura que puede dar una de cal y otra de arena, quiero decir, que a su machismo le podemos oponer las ideas emancipatorias que aportó; pero incluso si pensáramos en un autor que no tuviera nada de progresista, sería absurdo analizar desde nuestra realidad sus desarrollos del pasado. No podemos enterrar lo que no nos gusta de la historia, porque entonces deberíamos enterrarla toda. Sin esas impurezas del pasado, es imposible construir nada del futuro. Alguien que sueñe con construir, tiene que pensar en ese lastre del pasado lejos de planteamientos maniqueos de buenos y malos. Rechazo la acusación nihilista e irracional contra los hombres y las mujeres del pasado, por más que pueda entenderla desde el punto de vista de los agraviados.

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