La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Que no paren los juegos

Los talleres infantiles, con plazas vacantes y mucha seguridad: "Cada cosa lleva nuestro nombre", dice en Vallobín el pequeño Mateo Rodríguez

Por la izquierda, Zoe Rivas, Martín Fidalgo, Naya Rivas, Tania Jaranillo, Lucas Menéndez, Mateo Rodríguez y Claudia González, en Vallobín. MIKI LÓPEZ

"Todo tiene nuestro nombre: la mesa, la silla, la colchoneta, los colores", explica Mateo Rodríguez, de 8 años, uno de los participantes en los talleres infantiles de conciliación entre la vida laboral y familiar organizados por el Ayuntamiento, que comenzaron el pasado lunes y durarán todo el verano, hasta el 11 de septiembre. Los centros sociales que acogen esta iniciativa son Otero, Cristo II, Vallobín, La Ería, Colloto, Trubia, Pumarín, El Cortijo y Ciudad Naranco, todas las mañanas de lunes a viernes, de 8.30 a 14.30 horas. Las edades de los niños que acuden están comprendidos entre los 6 y 12 años.

Esta edición es muy diferente a las de temporadas estivales previas debido al protocolo de seguridad adoptado frente al covid. El número máximo de personas son 10 por grupo, y si dentro del recinto hay varios grupos, como en el Centro Social de Vallobín, nunca están en contacto entre ellos, ni comparten lugares comunes. No obstante, la nueva normalidad no ha impedido que se paralicen los juegos. "Hacemos actividades diferentes todas las mañanas: bailoterapia, que eso les encanta, yoga, manualidades. Pero estamos especialmente centrados en las del aire libre, cuando el tiempo acompañe", afirma Paula Rodríguez, responsable del grupo de los más pequeños, de 6 a 10 años, del centro de Vallobín. Según cuenta, lo más difícil ha sido adaptar la programación a las medidas de seguridad: "No podemos hacer juegos de mesa, ni ninguno de contacto, pero los niños se han adaptado muy rápido". Además, desinfectarse las manos antes de entrar en el local y utilizar mascarilla es obligatorio.

En un primer momento, los organizadores se plantearon que los talleres pudieran ser on-line; pronto cayeron en la cuenta de que no cumplían con los objetivos de la iniciativa, puesto que los niños se tendrían que quedar en casa y no facilitaría a sus familias la conciliación. "La única opción que teníamos era ofrecer el servicio, así que durante el confinamiento estuvimos trabajando para llevarlo a cabo", afirma la concejala delegada de centros sociales, Lourdes García (Cs). De hecho, comenzaron a trabajar en marzo, pero aún quedan muchos cabos sueltos por atar. Por ejemplo, las colaboraciones de asociaciones externas al Ayuntamiento todavía no están claras. La edil está barajando volver a trabajar con la asociación "Entrecanes", de intervención asistida con animales y que tiene sus propias medidas de seguridad, pero de momento no han cerrado un acuerdo.

Este año, la ocupación ha sido mucho más baja que los anteriores, y todavía quedan plazas libres. La inscripción se mantiene abierta hasta septiembre (o hasta rellenar todos los huecos). "Creemos que algunos padres siguen teniendo miedo, se nota que hay cautela", comenta la edil. Por otro lado, la adaptación de espacios también ha presentado alguna complicación. No obstante, en palabras de la concejala de Ciudadanos, "la gente ha puesto todas las facilidades para adaptarse a las medidas impuestas por sanidad".

Aunque se hayan eliminado algunas actividades, también se han implementado nuevas. Por ejemplo, todos los jueves y viernes, los niños reciben un taller de concienciación con el medio ambiente, a cargo de los alumnos de uno de los programas de empleo del Ayuntamiento de Oviedo. "Mi juego favorito es el de 'pescar peces': tenemos que conseguir emparejar cada animal con su hábitat , que forman una pareja", dilucida Mateo Rodríguez. Para Martín Fidalgo, de 6 años, sin embargo, lo más divertido son los juegos de mesa, mientras que Claudia González, también de 6 años, prefiere ir al parque, aunque vayan menos de lo que a ella le gustaría. "Y siempre con un bote de gel", apostilla la dinamizadora Paula Rodríguez. Tanto ella como Tania Jaramillo, la monitora de medio ambiente, afirman que ven a los niños muy alegres. "Sin embargo, hay una opinión que es unánime: la mascarilla, aunque sea necesaria, es un engorro para los más pequeños. Martín, con su mascarilla azul, incluso afirma que a veces, cuando no mira nadie y todo el mundo está lejos, se la baja un poco para dejar respirar la nariz.

Compartir el artículo

stats