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ALBERTO CANTELI | PRESIDENTE DE HAVAS-VIVENDI EN EUROPA Y ORIENTE MEDIO

"El coronavirus rompió el tablero y Asturias puede recuperar su posición, hay que creérselo"

"La tecnología no debería destruir la tradición; veo un vuelco en pocos años del mundo de análisis matemático a una visión más humana de los negocios, no hay empresas líderes sin valores"

Alberto Canteli, esta semana, a pocos metros del que fue su colegio en Oviedo, la Gesta. FERNANDO RODRÍGUEZ

Alberto Canteli (Oviedo, 1973) es presidente y consejero delegado de Havas-Vivendi en Europa y Oriente Medio. Veinte años lleva ya trabajando para este gigante de la comunicación, la mitad de ellos establecido en Dubái. Allí se han criado sus dos hijos, Alberto y Adriana, que son, bromea, "el ojito derecho" de su padre, el actual alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli. Estos días, Alberto Canteli apura la recta final de sus compromisos profesionales teletrabajando desde Oviedo, donde se sentó con LA NUEVA ESPAÑA para hablar de la gran transformación digital de su sector y de los nuevos retos que plantean una crisis como la del covid-19.

-Usted ha trabajado dentro de la división de Havas Media, pero ahora lo hace para todo el grupo. ¿Cuál es la tarea diaria de un directivo como usted?

-Llevo con Havas-Vivendi veinte años, y ahora tengo todas las divisiones, sí, las agencias de medios, las relaciones públicas, el marketing directo, la performance? Son 42 países.

-¿Havas no comenzó siendo una agencia de noticias en el siglo XIX?

-Hasta dicen que nuestro fundador fue Napoleón. Somos el resultado de varios procesos de compras y fusiones. El desarrollo potente se produce como Vivendi a partir de los años sesenta del pasado siglo como uno de los grandes operadores de entretenimiento y comunicación. El grupo se dio cuenta de que este proceso de digitalización iba a suceder y nos dedicamos a buscar socios tecnológicos y a integrarnos más en el entretenimiento online.

-¿Cómo llega con un perfil empresarial a la comunicación?

-Casi por casualidad. Mi primera posición en el grupo era dentro de un mundo más financiero y mi cometido era la expansión internacional. Pero muy rápidamente me doy cuenta de que me gusta la comunicación, el marketing, y me pongo en posición de primera línea de gestión de clientes.

-¿Qué tipo de clientes?

-Tenemos todo tipo de clientes. El cliente natural son grandes corporaciones, multinacionales, desde Emirates Airlines a Louis Vuitton, marcas de coches como Hyundai o Kia, bancos? El portfolio es inmenso.

-Una posición privilegiada para ver a qué nos enfrentamos en este cambio de paradigma digital y qué quieren las empresas.

-Yo creo que la evolución en el mundo empresarial es no perder la relevancia frente a los clientes. Hace tiempo, si una empresa quería vender algo en la Feria de Muestras, pagaba un faldón en LA NUEVA ESPAÑA y no necesitaba ni medir ese impacto. Pero hoy, si una empresa invierte medio millón, espera sacar rendimientos, resultados relevantes, convertir acciones en ventas. De todas formas, la segunda tendencia es que creo que el objetivo económico de las empresas será solo algo parcial, frente a un objetivo social cada vez más presente. Hay un fin de sostenibilidad, de ayudar a la sociedad, de tener empleados felices y dejar un granito de arena para que el mundo sea mejor. Las empresas líderes son aquellas que ponen ese objetivo por encima del beneficio económico. Nosotros, por ejemplo, en medio de la pandemia, nuestra primera decisión fue que no íbamos a despedir a una sola persona durante el confinamiento. Y lo hemos llevado a rajatabla.

-¿Hasta qué punto la cuantificación de todo hace más previsible los negocios, los consumos y robotiza la sociedad?

-Asusta mucho porque, además, algunas sociedades trabajamos más con el corazón, más con los intangibles. Hablar a una persona española de ese milimetrismo matemático es muy complicado. Es importante medir y la trazabilidad, pero el mundo pasa por ciclos y ese en el que estamos ahora del desarrollo matemático va a dar un vuelco de aquí a unos pocos años y veremos un acercamiento más humano en los negocios.

-¿Quiere decir que el mundo de algoritmos y de tratar de descifrarlos para ganar en posicionamiento se va a agotar en sí mismo?

-Son cosas que me generan cierto estrés. Mis abuelos tenían un restaurante en Teverga, donde servían bodas y ponían cubalibres. Nunca tomaron una decisión artificial para poder vender más. A día de hoy, la sociedad parece que te obliga a buscar los likes con determinadas acciones. Pero yo confío en lo otro, en la vuelta a los valores. Aquí, en Oviedo, el otro día entré en una tienda de plantas en Fruela que ves que la han montado con el sueño romántico de dar una alegría a las familias de Oviedo, ¡una maravilla! En la hostelería pasa lo mismo. La comida rápida metió mucha presión, pero ahora vemos que vuelve el ansia por la comida tradicional. Y la gente anda buscando ya más a esas guisanderas de Pola de Siero que al restaurante de las estrellas Michelin. La tecnología nunca debería destruir la tradición y los valores.

-Ese medirlo todo implica, también, que cada vez dejamos más rastro.

-Es otro problema. Cuando nosotros tengamos 65 años el uso que se hace ahora de los datos será comparable a la forma en que vemos hoy el uso y abuso que se hizo del tabaco. El manejo de datos en entornos digitales genera un daño que tendrá que ser revertido con compartimentos de privacidad. No es natural que una persona se vaya de vacaciones y ponga las fotos de donde está comiendo. Ni que una persona esté leyendo un periódico por la mañana y le vean qué artículos mira. Las personas tenemos un territorio privado y propio, aunque parezca que no seamos conscientes. Tenemos que recuperarlo.

-¿Qué hacemos con los bulos, las fake-news?

-El sistema está fallando en el momento en que para tener una línea de teléfono tienes que identificarte, pero no para tener una cuenta de Facebook, Google, Linkedin o Instagram. En las redes sociales defiendo la libertad de expresión, pero esconderse en el anonimato no es aceptable. Espero cierta regulación a corto plazo para que las personas puedan decir lo que quieran pero que siempre haya una trazabilidad del origen de esa información.

-Sorprende el poder que han logrado concentrar las grandes tecnológicas.

-Nadie era consciente del potencial que tenían cuando llegaron a nuestra vidas. Si no, se les hubiera parado los pies, como hicieron Rusia y China. En esos países Google tiene el peso que tiene, que no es mucho. Rusia tomó tanto medidas defensivas como ofensivas, favoreciendo a competidores como Yandex. En China sucede lo mismo, con firmas como Alibaba. Con estos grupos esos países se garantizan cierto control del ecosistema de datos y de la seguridad. Es verdad que las tecnológicas nos han traído mucho bueno, pero tienen que ir poco a poco ajustándose a regulaciones más tradicionales y bajando la barrera del modelo de negocio que tienen ahora.

-¿Cómo se ha vivido la crisis sanitaria desde Dubái?

-Esta pandemia es algo muy difícil de gestionar, y criticar la gestión de cualquiera es muy injusto. Dicho esto, es verdad que hay países que lo han hecho mejor. Y Emiratos Árabes ha sido modélico: 10 millones de habitantes, 350 muertos. Y eso teniendo en cuenta el volumen de pasajeros que tiene, que podría haber sido un drama.

-¿Qué hicieron?

-La diferencia es que lo han afrontado con mentalidad empresarial y profesional, porque tienen el poder real sobre las infraestructuras y los recursos. Y luego le contaré una anécdota. Lo primero, la gestión del aprovisionamiento. Mientras hubo países como España que estuvieron dos o tres meses sin tests ni mascarillas, allí lo primero que se hizo fue un equipo de compra internacional muy potente para que no hubiera escasez de nada. Lo segundo no fue cerrar el país. Al revés. Eso habría sido como si cuando llegó el sida la respuesta hubiera sido que no tuviéramos sexo. Cerrar las ciudades a cal y canto no es una solución, y Emiratos Árabes enfocó bien el tiro e identificó a los vulnerables y a las personas claves en el sistema. Es decir, personas mayores y enfermeros. En ellos se centraron para que estuvieran muy protegidos. A la población de riesgo se le hicieron tests masivos y sí los confinaron. En abril, un abuelo no podía entrar a una farmacia, pero una persona sana podía seguir manteniendo cierta vida. También tengo que decir que creo que el Gobierno regional de Barbón también ha realizado una labor fantástica en esta pandemia, a pesar de la gestión mejorable del Gobierno central.

-¿La anécdota?

-Cuando vine a España el 1 de julio para seguir teletrabajando, la norma en Emiratos era que podías salir con una declaración y un cuestionario y para volver había que hacer un PCR en aterrizaje. Mi idea era estar en Oviedo, irme unos días a Canarias, volver a Dubái y hacer el test al aterrizar. Pero empieza a verse el segundo brote en Europa y directamente cambian las reglas. Los Emiratos me mandan un correo advirtiéndome de que no solo tengo que hacer el test en el aterrizaje, sino también en origen, antes de subirme al avión. Así que me pongo a pensar cómo vamos a hacer los test en Oviedo, Madrid? y a los cuatro días me llega una comunicación directa de Dubái indicándome un laboratorio certificado por ellos en Oviedo y otro en Lanzarote para que nos hagamos los tests, que yo pagaré directamente a Emiratos Árabes. Así funcionan.

-¿Cómo ve a Asturias y a Oviedo en estos momentos de crisis e incertidumbre?

-He tenido la suerte de pasar muchas noches de soledad en hoteles y aviones. Llegué a pasar 200 noches al año viajando, y eso me ha permitido conocer otros mundos y sociedades. Pues bien, puedo decir, y no es retórico, ni falsas alabanzas, que no he encontrado un trozo de tierra tan especial como Asturias. Lo digo yo y lo dice gente con muchísimas horas de viaje. Asturias tiene que ir a recuperar esa posición que por una evolución industrial errónea perdió, ese posicionamiento de lugar especial. Espero de corazón que lo encuentre tras esta pandemia, que si algo va a provocar es que el tablero se reorganice. Las ciudades y los territorios están compitiendo por cuatro o cinco cosas ahora mismo. Compiten por residentes, por empresas, por turistas, por inversores. En ese contexto, el coronavirus rompe el tablero y crea uno nuevo, y Asturias tiene la oportunidad de reposicionarse con su naturaleza, su historia y su seguridad. Puede conquistar ese negocio. Hay gente que está viviendo en Madrid o Barcelona y por qué no iban a decidir venir a vivir a Oviedo, que es amigable, barata, cómoda para los niños, con facultades, con biotecnología. El talento es impresionante y ya va siendo hora de que nos lo creamos. La primera vez que me llevaron Suiza pensé que si te ibas a Teverga o a Somiedo era lo mismo, solo que allí, un café te cuesta 10 euros y en Somiedo igual te cobran 0,50 o la paisana te lo regala.

-¿Cómo ve al Alcalde? Él siempre repite que sus hijos son sus mejores amigos.

-Y es verdad. Esté en cualquier país del mundo, no hay día que no hable con mi padre y mi madre. A mí me produce un orgullo tremendo que una persona con su vida despachada decida dedicarle su ocio y su tiempo de modo desinteresado a su ciudad. Y si encima no lo buscó él, sino que se lo vinieron a pedir, la admiración es ya absoluta. Como familiar siento orgullo y como ovetense creo que estamos en buenas manos. Es un señor que no viene con los amaneramientos de los políticos, sino de trabajar con sentido común que lo va a intentar aplicar a la gestión de la ciudad. Le veo disfrutando mucho y bien. Dejará huella. Lo mejor de él está por empezar a asomar.

-¿Lo ve para seguir mucho más?

-Estoy convencido y es mi recomendación, de que necesita un ciclo largo. Si su salud y energía se lo permiten, con un ciclo largo podrá implementar ese modelo de ciudad que tiene en su cabeza.

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