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Un respiro para las tiendas de recuerdos, con la mitad de ventas que otros años

A mediodía, Juan García, junto a su mujer y su hija, reposaba tranquilo, sentado ante la fuente de la plaza de la Catedral. Ellos sí que tenían planeado visitar Oviedo antes de la cuarentena, porque "es un lugar con mucha historia". El único gran cambio en el que se vieron inmersos a causa de la pandemia fue la improvisación para los preparativos. No llegaron a planear nada. Vieron que se podía viajar, cogieron el coche y se plantaron en una ciudad que les está gustando mucho.

A menos de quinientos metros de ellos, en la calle la Rúa, hay una pequeña tienda de recuerdos regentada por Fran Areces. Su apertura se retrasó este año por el coronavirus. De hecho, hubo momentos que no tuvo claro si quitaría el cerrojo de sus puertas. "Este verano hay menos que otros años, como es lógico, pero la verdad es esperaba que no hubiera absolutamente nada", reconoce el comerciante. Sus ventas se han visto mermadas por la pandemia, pero los productos más solicitados siguen siendo los mismos: vasos de chupito, imanes, camisetas y platos. "La gente que viene me cuenta que elige Asturias porque es un lugar seguro", afirma con incertidumbre por lo que pueda venir ante los rebrotes en la región.

En la misma línea se encuentra Guillermo Bernardo, un artesano que tienen un local en la plaza del Ayuntamiento y otro frente a la muralla, en la calle Jovellanos. Para él, este verano está siendo "una montaña rusa". Hay días que parece la segunda quincena de julio del año pasado y otros que no entra nadie a la tienda. "Me mantengo optimista. La temporada estival la salvamos y ya veremos después", indica. Las ventas se han reducido más de la mitad que cualquier otro año, visita menos gente los establecimientos y quienes entran se muestran más reacios a comprar. Pero la preocupación de Guillermo Bernardo no es por el verano, sino por el invierno. Su negocio es totalmente estacional y aproximadamente el 90 por ciento de sus ventas depende de los que vienen de fuera. "No sé como pasaremos del otoño, pero nos mantenemos al pie del cañón", se resigna.

Además, existe una preocupación añadida: el miedo al contagio. Por los locales de recuerdos pasa gente de todas partes y los dueños se sienten más expuestos. Un bote de hidroalcohol corona el mostrador y Guillermo Bernardo, con su mascarilla, vigila para que se mantenga la distancia. "A veces pido que esperen fuera. Esos son los días buenos", bromea.

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