El acecho de la muerte, la enfermedad, la guerra y el amor flotan en el vaso de gin-tonic que es "Barra de bar", el último poemario del autor José Herrero (Olloniego, 1953). Un embriagador trago de amargura y resignación, aunque no carente de notas de esperanza. Con la enfermedad como "late motiv" y el alcohol como hilo conductor, el escritor se permite abrirle al lector su mundo, sus recuerdos, su día a día y el de sus amigos y compañeros de barra y tertulia.

El libro que, cuenta Herrero, "nace de la enfermedad y la visión cercana de la muerte", utilizando la cotidiana barra de un bar para tratar temas universales. Escenario de encuentros, recuerdos y deseos, muestra toda la cosmología del autor. El bar de sus tertulias, copas y cigarrillos tiene siempre un ojo puesto en el pasado, dibujando una retrospectiva hacia una vida "vivida libremente". Mirando atrás, a todas "las aventuras vividas", Herrero recuerda sus tiempos en Nicaragua, El Salvador, Perú u Oriente Medio como reportero de guerra. Su paso por Canadá, donde dirigió un semanario en castellano.

Doctor honoris causa por dos universidades latinoamericanas, expolicía, y, ahora, superviviente de las listas de espera de trasplantes de un hospital. Un nutrido número de arriesgadas experiencias que dejan su poso en un libro escrito de vuelta, que se ha convertido en el decimotercero de su extensa producción literaria. Y ahora, con la calma y la sabiduría de los años, el escritor asturiano se permite sintetizar todo lo vivido en las casi cien páginas que componen este poemario.

"Cuando has visto tan de cerca a la muerte, y tantas veces, ya la recibes como a una vieja compañera", explica el autor desde su casa de Lugones, mientras habla de la familiaridad con la que el tema se trata en los poemas que componen el libro.

Una actitud tan valiente como los versos del veterano escritor, que se atreve con un ecléctico repertorio poético que transita de una suerte de realismo sucio a la poesía épica de temática divina y mitológica. Un compendio de poemas que también viaja geográficamente, como su autor, de Medellín a Afganistán, para acabar siempre en esa barra de bar, testigo de todas las elucubraciones del escribir. El último poema de "Barra de bar" concluye con una despedida a todos aquellos personajes que nutren el libro con su presencia y compañía. Un adiós que el autor escenifica levantando un "último" gin-tonic. Pero que, aclara, solo será "el último de este poemario". Un sorbo de esperanza que más que adiós es hasta luego.