Tiene mucho de mágico, todo lo que ofrece lo secreto, lo desconocido. Un pequeño tesoro guardado en el Oviedo antiguo y que durante años estuvo oculto a los ojos del paseante. Ahora es público, aunque no notorio. Sigue estando escondido, pero quien se moleste en buscarlo encontrará un lugar que invita a algo tan sencillo y tan complicado como dejar pasar el tiempo. Es el jardín del palacio de Velarde, uno de los edificios que componen el Museo de Bellas Artes de Asturias, reabierto desde ayer.

El mapa del tesoro es sencillo. Hay que acceder a la pinacoteca asturiana por la calle Santa Ana. Unas escaleras situadas a la izquierda de la primera sala dan acceso a un pequeño espacio de reposo. Una máquina de café (ahora inutilizada), unas sillas Wassily y una delicada obra de José Paredes eran hasta ahora el escenario del descanso del visitante. Desde ayer, desde ese cuarto y a través de una pequeña puerta se accede al jardín del palacio de Velarde. Unos bancos, algo de césped y hiedra son los límites. No se necesita más para ser el sitio ideal en el que recrearse.

Los responsables del Museo de Bellas Artes descartan el uso expositivo del espacio, proyectado por el asturiano Manuel Reguera en el siglo XVIII, aunque sí avanzan que podrá ser utilizado para otro tipo de actividades.