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La hostelería del Rosal pide un cambio: peatonalización y conciertos en la calle

Los locales reclaman ayuda al Ayuntamiento para romper el estigma del público adolescente, captar clientes adultos y adelantar horarios

La calle del Rosal. IRMA COLLÍN

El Rosal quiere iniciar su transición hacia un nuevo tipo de ocio, dejar de ser la calle de los adolescentes y empezar a convertirse en lugar de vermú, "tardeo" y terrazas, con actividades en la calle y gracias a la ayuda del Ayuntamiento, al que piden acometer una petaonalización profunda como la de la vecina Pérez de la Sala.

Lo cuentan los profesionales de la hostelería que resiste ante las circunstancias tan difíciles del covid, conscientes de que, o la cosa cambia, o el futuro no pinta bien. Samu González, Marcos Cuesta y Hugo Suárez explican a LA NUEVA ESPAÑA que lo primero sería "acabar con el estigma que arrastra la calle desde hace casi dos décadas". El de que es una calle para gente al límite de la mayoría de edad, en la que hay problemas. "No es así y lo demuestran las poquísimas denuncias que se dan", exponen. Otro punto importante para ellos sería aprovechar nuevas franjas horarias, "la del vermú y primeras horas de la tarde". Para ello ven necesaria una peatonalización total, "al estilo de Pérez de la Sala". Si a esto se pudieran sumar algunas actuaciones "en directo acústico", entienden que el panorama se aclararía, más allá de las limitaciones que se están poniendo al ocio nocturno a raíz de la pandemia.

En un escenario de total normalidad, lo que más preocupa a estos tres hosteleros es la imagen que durante años se ha formado de El Rosal. "Se ha hecho mucho sensacionalismo con nosotros. No hay casi denuncias de incidentes en esta zona, pero ha habido mucha invención. También hubo un carnaval en que nos vinieron con camiones y se pusieron a regar el exterior a las doce de la noche. Disuadieron a todo el mundo y perdimos el 30% de la caja", rememoran.

El problema está precisamente en los orígenes. Cuando la normativa permitía la venta de alcohol a personas de 16 años en adelante, la calle rebosaba. "De aquella se hacía negocio desde las cinco o seis de la tarde", coinciden casi todos los establecimientos, aunque en el caso de Samu González (El Desván) los parroquianos siempre han sido algo mayores. Fue la época de apogeo, pero también la que a día de hoy lastra el futuro de los que aún siguen intentando dar vida a la calle.

"Los que vivían en un 70 u 80% de este tipo de público, ya han cerrado", apostillan. Basta mirar alrededor para ver que son unos pocos los que sobreviven y con modelos de negocio muy variados. Hugo Suárez, en La Fontana, opta por pinchos y cafés para gente que trabaja en las proximidades o para los alumnos del instituto, lejos ya de los litros de calimocho de antaño. González cogió el Desván hace poco más de un año y su clientela sigue siendo parecida, aunque le gustaría abrirse a jóvenes y mayores deseosos de tomar una pinta fresca a cualquier hora, más allá de su relación con el fútbol. Más similar al modelo de siempre es el de Marcos Cuesta (13 Pekados), aunque cada vez abre más tarde: "Antes estaba lleno a las cinco, ahora ya no abrimos hasta las ocho o las nueve de la tarde y no empezamos a vender hasta las once. Luego a las dos o las tres se va todo el mundo".

La llegada de un perfil distinto de clientela no solo pasaría por superar la mala fama que "inmerecidamente" se ha creado la calle. Entienden los hosteleros que se necesita abordar la peatonalización total de la calle, al estilo de Pérez de la Sala, que da continuidad a El Rosal tras su cruce con Santa Susana. La llegada de la pandemia hace que esta medida sea más urgente para ellos. Ya que les permitiría poner terrazas de cara a servir a la hora del vermú, "como en González Besada", otro ejemplo próximo. Por el momento se ha restringido el paso de vehículos por la zona, pero los hosteleros urgen una intervención en profundidad.

A esto quieren añadir actividades culturales que atraigan al nuevo público. Principalmente actuaciones en acústico, karaoke o presentaciones de cualquier tipo. El problema está en los permisos. No entienden que se les denieguen, cuando sí se permiten otro tipo de acciones. "No queremos molestar a nadie. Solo queremos que se cuente con esta calle histórica para hacer cosas. Que en navidad nos pongan luces y se nos deje hacer conciertos, aunque sea sin amplificación. Confiamos en que el gobierno local lo entienda y pueda ayudarnos", subrayan.

Sus caras son de esperanza. Todos jóvenes, pero con muchos años de trabajo en la zona a sus espaldas. Están convencidos de que las cosas pueden mejorar, que pueden ser un referente hostelero en Oviedo. "Queremos ser felices y hacer a la gente feliz", resumen. El covid-19 no les quita las ganas, pero necesitan buena voluntad por parte de todos para despegar, para cumplir el sueño de "volver a ver lleno El Rosal y brindar por ello".

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