No era un programa habitual para un concierto de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) en casa. No lo era ni por el tipo de repertorio, ni por las circunstancias de limitación de aforo y de prevención sanitaria ni por el tiempo transcurrido (seis meses) desde que la OSPA había actuado por última vez en el Auditorio Príncipe Felipe. Pero la sinfónica dejó claro que pese al tiempo trasncurrido y las dificultades del regreso, conserva intacta su sonoridad, que sonó monumental y majestuosa en las composiciones de Martinu y Weinberg.

En su primer concierto del nuevo programa, que abría la sección otoñal, bautizada este curso como "Seronda", la introducción corrió a cargo de la gerente Ana Mateo. A través de una locución recordó que el día 28 de febrero había sido el último concierto en el Auditorio que llevaban seis meses apartados de los escenarios y que su vuelta a casa querían dedicársela a la gente que había fallecido durante la pandemia, a sus familias, a la gente que había perdido su trabajo y a los sanitarios.

La respuesta del público al regreso de la OSPA a Oviedo no cumplió con todas las expectativas. Aparte de los aforos limitados y de los asientos inutilizados, en el patio de butacas hubo muy poco público. Algo más en otras localidades del Auditorio pero muy alejado de un concierto de temporada. Pudo pesar también el tipo de composiciones, dos obras bastante alejadas del canon que gusta en la ciudad. Y las molestias propias del virus, con toda la orquesta y la directora con mascarilla y con el público obligado a las medidas de seguridad habituales.

Pese a todo, tanto Martinu como Weinberg permitieron el lucimiento de la OSPA y el despliegue de una gran paleta instrumental. Una sonoridad amplia con fuertes contrastes entre sus pasajes. La orquesta viajó, así, por atmósferas muy diferentes, desde pasajes muy líricos hasta despliegues de monumentalidad majestuosa.

Marzena Diakun, de nuevo con la OSPA, fue bastante clara, muy precisa en el gesto, y enérgica, aunque puntualmente se apreciaron algunos fragmentos descompensados. En términos generales, la OSPA supo responder en su primer concierto en casa después del parón de la pandemia y ofreció un concierto muy bueno y muestras de que no ha perdido su gran sonoridad. Abrió la sinfonía n.º 3, H. 299 de B. Martinu, que viajó de motivos muy pequeños a climas majestuosos y concluyó M. Weinberg y su "apsodia sobre temas moldavos". Brillante, evocadora, con pasajes donde la OSPA exprimió toda la riqueza de ritmos y sonoridades de la partitura.