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ADOLFO RIVAS | DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN VINJOY

"Es imprescindible la educación presencial, si no, vamos directos al precipicio"

"Tengo propuestas políticas, pero cada uno debe saber dónde está; es total mi compromiso con la Fundación Vinjoy"

Adolfo Rivas. IRMA COLLÍN

Adolfo Rivas (Barakaldo, Vizcaya, 1963) celebra un segundo cumpleaños, el del día que descubrió su vocación socio educativa. El director de la Fundación Vinjoy decidió en plena adolescencia, en 1980, dedicarse a ayudar a los chavales con problemas o en situación de riesgo social. Fue una decisión que marcó su vida y que le ha llevado a capitanear una de las principales instituciones especializadas en salud mental, discapacidad intelectual, atención temprana y sordera, y en la lucha contra la violencia familiar y juvenil. Rivas celebra 40 años de carrera profesional.

- ¿Siempre tuvo claro que quería ser socio educador?

-No. Un cura me animó a hacerlo. Yo era un chaval de barrio en el Gran Bilbao y tenía una pandilla en la que destacaba. Eran tiempos complicados por la droga y la violencia, 1980. Así que un día el cura de Pozokoetxe, vino a mi casa posiblemente de acuerdo con mi madre a pedirme que le ayudase a sacar a los chavales adelante. Eso hizo que yo también me salvara.

- ¿Entonces, también llevaba mala vida?

-No quería seguir estudiando y posiblemente me podía haber metido en problemas muy serios o ya estaba coqueteando con ellos. Dedicarme a la intervención socio-educativa fue encontrar un tesoro.

- ¿Qué estudió después?

-Empecé a trabajar como monitor en barrios, parroquias y centro juveniles. Luego decidí seguir estudiando y lo primero que pensé fue hacer lo que todos en Bilbao, Ingeniería, pero me di cuenta de que quería dedicarme profesionalmente a lo que ya estaba haciendo por las tardes. Me matriculé en Psicología y no me he arrepentido nunca. La Psicología y la Pedagogía han vertebrado mi formación.

- ¿Cuándo vino a Asturias?

-En 1989. Estaba muy metido en las organizaciones sociales y comunitarias del País Vasco. Estaba en el Consejo de la Juventud de Euskadi y había montado un movimiento educativo. Pero también eran tiempos complicados políticamente. Mis padres empezaron a preocuparse y decidí marcharme.

- ¿Cómo empezó a trabajar en la Fundación Vinjoy?

-Vine para dar clases de Filosofía. Llegué a la Delegación de Enseñanza del Arzobispado y empecé con temas de animación y cooperación, y como profesor en institutos. También estuve vinculado a la Escuela Diocesana de Animación y Educación en el Tiempo Libre. Un día me encontré con un amigo, el sacerdote Nicanor López Brugos, que me dijo que estaba en una fundación a punto de cerrar a la que había que dar una muerte digna porque había servido bien a Asturias. Creí en él y le acompañé en la tarea. Han pasado 23 años. La Fundación Vinjoy pasó de tener una esperanza de seis meses de vida, a convertirse en una de las principales entidades socio-educativas del Estado.

- También estuvo al frente de Cáritas, ¿cómo compaginó esa tarea con la de Vinjoy?

-Fui director voluntario en Cáritas 12 años y a la vez trabajaba en Vinjoy. En un momento dado se me pidió una colaboración puntual en Cáritas, pero también me enganché al proyecto. Esa experiencia junto a la de la cooperación internacional fue maravillosa, pero muy intensa. Nunca en mi vida he trabajado menos de 45 ó 50 horas a la semana en Vinjoy porque me apasiona, así que cuando estaba en los dos sitios a la vez era tremendo.

- ¿Tiene pensado quedarse en la Fundación Vinjoy o explorar nuevos retos?

-Mi compromiso con la Fundación es total. Es un gran privilegio trabajar allí, aunque también hago otras actividades como dar clases en la Universidad o apoyar proyectos internacionales.

- Lo decía porque su nombre está en las quinielas de la política local.

-Reconozco que desde hace años tengo propuestas políticas en distintos lugares, pero cada uno tiene que saber dónde está; es total mi compromiso con Vinjoy. Si somos demócratas necesitamos la política, pero yo soy una persona de intervención socio-educativa.

- ¿Cómo ha afectado la pandemia a la Fundación Vinjoy?

-Todo el equipo desde el minuto uno estuvo de acuerdo en que no íbamos a dejar de acompañar a ninguna de las 1700 personas a las que acompañamos. Hablamos de problemáticas de salud mental, violencia familiar, violencia juvenil, discapacidad intelectual, sordera, atención temprana? Hemos escrito una brillante página y no hemos parado de trabajar para dotarnos de herramientas digitales y tecnológicas que acompañaran la educación presencial. Es imprescindible la educación presencial, si no vamos directos al precipicio.

- ¿Cómo cree que la falta de clases presenciales ha afectado a los adolescentes?

-En Vinjoy hicimos una investigación sobre adolescentes en el sistema educativo y un tercio declaró estar en riesgo social. Me preocupa que los maestros, que también son educadores, digan que no son educadores, que son enseñantes. Me preocupa que un niño de 12 o 15 años no tenga a nadie que le acompañe educativamente en el instituto. No se puede encerrar un mes a los adolescentes para luego abrirles la puerta y esperar que se porten bien. No es posible. Requiere trabajo e intervención educativa.

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