La Cátedra Alarcos retomó ayer su actividad y lo hizo con una interesantísima conferencia del profesor Emilio Casares sobre Beethoven en el 250.º aniversario del nacimiento del genial compositor.

Casares es el padre de la musicología en España con obras ingentes como su "Diccionario de la música española e hispanoamericana" o su "Historia de la ópera", cuyo tercer volumen se encuentra en proceso de elaboración. El profesor Casares analizó ayer con todo el detalle que la limitación temporal de una conferencia le permitió la obra y, a grandes rasgos, la vida "de un mito al que todos los compositores posteriores volverán". Desde el principio dejó claro que "Beethoven se merece todos los homenajes porque nos ha hecho y nos sigue haciendo felices".

Uno de los calificativos que más utilizó durante su ponencia fue el de mito, pero también el de genio. Y otro más, "un poco guarro". Casares no evitó esa parte de la vida del genio como un hombre huraño, ensimismado, "que se vestía horrendamente e iba constantemente desaseado". Su carácter era tan agrio que "intentó dar clases de música, pero maltrataba a sus alumnos y se le escapaban todos". Un carácter que le viene de la dificilísima relación con su padre, "que proporcionó a su hijo elementales conocimientos musicales y varias palizas".

Pero Beethoven fue por encima de todo un revolucionario de la música, un compositor que utilizaba la norma clásica para forzarla hasta más allá de los límites. "Esto es como un partido de fútbol que dura una hora y media. Mozart y Haydn decían lo que debía durar una sinfonía, pero llega Beethoven y las hace del doble de tiempo". "Un hombre que construye su música desde las formas del clasicismo pero se ve forzado a reventar el sistema", explicó Casares, que comparó su importancia en lo musical con esa Revolución Francesa a la que el compositor se sentía tan cercano.

En ese marco revolucionario se enmarca su ópera "Fidelio", que el 7 de diciembre se podrá ver en el Campoamor. "Es la expresión musical de toda la ideología revolucionaria", resumió Casares, que será el encargado de hacer las notas del programa de la Ópera de Oviedo.

En ese somero repaso a la obra del genio, el profesor se detuvo también en la "Misa Solemne", "con la que quería asegurarse la inmortalidad". Una inmortalidad que ya había conseguido en vida; de hecho, cuando se trasladó de Alemania a Viena ya era considerado un genio. Un ejemplo: las crónicas cuentan que en el estreno de "Fidelio" los reyes y emperadores se inclinaban en reverencia ante el compositor.

Para cerrar la charla, el profesor habló de "La novena", ese "Himno de la Alegría" que adoptó la Unión Europea y que se estrenó en 1824. Con esta obra buscaba el compositor hacer "llegar a la comunidad un abrazo de hermandad, un mensaje de confianza en el ser humano que es tan necesario en la actualidad". Pero en Beethoven, un hombre que "tenía una concepción de la música como autoexpresión", subrayó Casares, "el término 'Alegría' (el de ese himno) siempre tiene una connotación revolucionaria".

El profesor pasó muy por alto por la vida del músico y, en especial, por su relación con las mujeres, "que daría para otra interesantísima conferencia", pero sí apuntó que "murió envenenado por el plomo de las cañerías de Viena y el mismo metal del que estaba hecha la vajilla en la que comió toda su vida".

Emilio Casares bromeó diciendo que él venía a homenajear a Beethoven y no a recibir él un homenaje. Lo dijo por las cálidas palabras que le tributaron su presentador, el catedrático de Musicología de la Universidad de Oviedo Ángel Medina; la directora de la Cátedra Emilio Alarcos, Josefina Martínez, y el rector de la Universidad, Santiago García Granda, quien destacó que, "si hay algo que nos enseñó el confinamiento, es que no podemos vivir sin cultura; espero que esto haga reflexionar a los políticos".