El Museo de Bellas Artes sirvió de escenario para homenajear a Rubén Suárez, un crítico siempre constructivo a quien ayer loaron sus colegas de profesión y aquellos cuya obra analizó en las páginas de este diario durante tantos años. De él se recordó su personalidad, siempre amable pese a los desencuentros, su profesionalidad, siempre rigurosa, y, sobre todo, su labor de "padre" con todos sus hijos: biológicos y artísticos. El crítico consiguió unir, apoyar y ayudar a crecer a buena parte del panorama cultural asturiano. Un colectivo que lleva huérfano desde el pasado mes de junio, cuando Suárez se fue a los 83 años de edad.

Esa labor de paternidad gozó de gran protagonismo durante la conferencia. Contaban los ponentes que Suárez decía tener "tantos trabajos como hijos", y tenía seis. Uno de ellos, José Suárez, recordó la manera en la que su padre les crió a él y a sus hermanos hasta que no pudo contener las lágrimas. Esa diversidad de trabajos fue relatada por los ponentes, que recordaron su "maravilloso" trabajo de crítica y sus incursiones en el mundo de la publicidad o del comisariado de artes. Labores que compaginaba con su impenitente consumo de "buena televisión", y su amor por la gastronomía tradicional y el deporte. Llegó a ser cinturón negro de judo.

Luis Feás, colega del crítico desaparecido, llevó el peso de la conferencia con un repaso a la vida del fallecido periodista. Recordando anécdotas, vivencias compartidas y datos para muchos desconocidos de la vida de Suárez. Un perfil, homenaje y despedida a la que se fueron sumando los artistas con pinceladas sobre sus encuentros con aquel que fue un padre para tantos.