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Patiño: "Es un orgullo pertenecer al novo cine galego, estamos viviendo algo muy bonito"

El director vigués presenta mañana en SACO "Lúa vermella", su premiado poema visual lovecraftiano sobre muertos, meigas y náufragos

Fotogramas de la película "Lúa vermella".

Lois Patiño (Vigo, 1983) es uno de los directores que han hecho crecer y dar proyección internacional a la etiqueta del "novo cinema galego", ya desde su primer largo, "Costa da Morte" (2013) premiado en Locarno. La Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACO) vuelve a traer a Patiño a la ciudad para impartir un taller y estrenar en Asturias su segunda película, "Lúa vermella", precedida por su debut en la Berlinale y los premios en Málaga o Toulouse.

Con este poema dramático lovecraftiano ambientado en el realismo de una Galicia mágica, que se podrá ver mañana sábado en el Filarmónica a las 20.00 horas (reserva gratuita de entrada en entradas.oviedo.es desde hoy), el realizador vigués quiso seguir profundizando en lo mítico y legendario de la Costa da Morte y del imaginario gallego en torno a la muerte y al mar y en el estudio de lo temporal, del ensimismamiento de figuras paralizadas en el espacio como contraste entre tiempo exterior y tiempo interior.

La cinta conjuga todos estos aspectos con una disociación total del audio, de los diálogos, que se escuchan como pensamientos, y los movimientos de los protagonistas, muy lentos o directamente detenidos. "Los ingredientes de partida", explica Patiño, "eran la voluntad de explorar el tiempo a partir de esas figuras detenidas en el paisaje y explorar también seres como las meigas y la santa compaña; el relato se fue cerrando poco a poco hasta que apareció la historia del Rubio de Camelle, que recuperó más de 40 cadáveres de náufragos. Cuando descubrí esa historia real decidimos construir la película a partir de ahí".

Patiño fue a buscar al Rubio a casa y lo incorporó al proyecto. El pescador se interpreta a sí mismo en la cinta y el resto de personajes son también un retrato fotográfico de los rostros del lugar. A esa parte documental suma una carga estética deudora de Hopper, de "El Angelus" de Millet, de algunas maneras tarkovskianas y de un terror metafísico deudor de Lovecraft que acaba por impregnar todo el relato.

Ese mostrar la vida interior de esos personajes que transitan entre uno y otro mundo recuerda mucho a Win Wenders. "Sí, estaba el 'El cielo sobre Berlín'", concede Patiño, "y 'El año pasado en Marienbad', pero el uso del sonido y el trabajo de las meigas, como los ángeles, moviéndose entre cuerpos paralizados y escuchando sus pensamientos". Pese a otras fugas que ofrece la cinta, "Lúa vermella" también plantea esa relación cotidiana que todavía se conserva en algunas partes de Galicia entre los vivos y los muertos, una relación que se vive sin terror. Patiño y su equipo, donde figura el productor Felipe Lage, hermano del oscarizable Oliver Laxe, hizo mucho trabajo de campo recopilando este tipo de historias, que acabaron incorporadas al guión. La disociación entre imagen y sonido acabó propiciando un nuevo casting de voces e incorporar a otros actores para dar vida a los pensamientos de los protagonistas de "Lúa vermella".

Otro elemento muy presente son las piedras, piedras sagradas o piedras antiguas modeladas por el mar. "La película reflexiona también", explica Patiño, "entre mito y paisaje y cómo se convive con ese océano que es un cementerio y que durante siglos no tenía límites. A partir de ahí la Costa da Morte es una fortaleza de roca frente al mar, y aquí, en la película, hay una petrificación del ser humano".

Ver hoy "Lúa vermella" y pensar en un monstruo que acaba con un pueblo, en un escenario con tintes postapocalípticos lleva, inevitablemente, a pensar en la pandemia. Patiño cuenta que tras una experiencia tan traumática todo lo que vemos ahora se tiñe de covid, pero admite que sí hay un nexo común a la hora de abordar el proceso de duelo, de los náufragos y la imposibilidad de las familias despedirse, como sucedió durante el confinamiento. "También habla de este duelo no cerrado con la presencia de los fantasmas".

Lois Patiño llega a Oviedo en un momento dulce para esa generación identificada hace diez años del novo cinema galego, que eran, etonces, "una serie de cineastas jóvenes tratando de explorar nuevos lenguajes". ¿Cómo se sienten ahora? "Año tras año van saliendo películas con una repercusión internacional sin precedentes. La lista va creciendo; yo me siento honrado y orgulloso de pertenecer a esta generación en la que, además, somos amigos; es muy bonito lo que estamos viviendo". Si se le pide una traslación asturiana Patiño cita a Ramón Lluis Bande o Marcos M. Merino y aplaude ese trabajo de "profundizar en la identidad de tu tierra para poner en valor y visibilizar aspectos que puedan quedar escondidos de la identidad de un país". Cosa distinta son los apoyos a la promición del talento galego que allí dieron 20.000 o 30.000 euros para que todos estos nuevos realizadores pudieran hacer su primer largo. "Fue el trampolín; nos sirvió para poder arrancar y demostrar que podían confiar en nosotros".

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