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La capilla de los Vigiles de la Catedral, 20 años de trabajo

Finaliza la rehabilitación de uno de los espacios más singulares de la Catedral de Oviedo, que recobra y realza su esplendor original con una nueva iluminación

Uno de los retablos.

La capilla de los Vigiles de la Catedral ha recuperado su aspecto original. De blanco y estrenando iluminación monumental la capilla da por concluidos unos trabajos que comenzaron hace 21 años. Entonces se atajó el problema de humedad que presentaba la cubierta y comenzó el largo proceso de secado necesario para dar comienzo a una restauración que finalizó el pasado viernes. Ahora, retirado el andamiaje, la capilla situada en la parte izquierda del templo vuelve a estar visible. Pero las reformas necesarias en la Catedral de Oviedo no terminan ahí. Con el plan director redactado por los arquitectos Jorge Hevia y Cosme Cuenca a punto de cumplir 25 años quedan varias intervenciones por hacer. La más urgente, reparar las vidrieras de la parte sur, por las que entra agua durante los días de lluvia, lo que provoca recurrentes daños en el mobiliario.

A principios de año la previsión del Cabildo era que los trabajos en la capilla estuvieran acabados para finales de primavera o comienzos de verano. Esos planes se torcieron cuando el decreto del estado de alarma y el inicio del confinamiento afectó de lleno a la restauración que estaba llevando a cabo la empresa Valuarte. La actuación, presupuestada en 590.000 euros y que incluyó entre otras mejoras la recuperación del altar original quedó paralizada el pasado 13 de mayo.

Los trabajos de la capilla se iniciaron en enero justo después de unas labores de investigación realizadas por parte de los arqueológicos, que efectuaron varias catas para acometer estudios sobre la historia y la evolución de la Catedral, "sin grandes sorpresas", según indicó por aquel entonces Benito Gallego. Retomados los trabajos tras el confinamiento, la empresa los dio por finalizados el pasado viernes, cuando por fin se retiraron los andamios y las lonas que ocultaban el aspecto de la capilla durante las reformas.

La tardanza en el comienzo de la restauración de la capilla de los Vigiles desde que comenzase la primera intervención en su cubierta se debe, explica Hevia, al lento proceso de secado que hubo de realizarse para poder intervenir en la parte interior del templo. En un primer momento se colocó una cubierta de bronce para proteger una piedra muy porosa que había ido acumulando agua durante décadas. El proceso de secado se inició con la instalación de unos vidrios solapados que protegían la piedra de la lluvia a la vez que permitían una paulatina entrada de aire que agilizase el largo secado de la piedra que conforma la bóveda.

Una vez finalizada esa fase, dieron comienzo los trabajos de restauración en el interior. Así, la empresa adjudicataria devolvió su aspecto original a los Vigiles a través de técnicas de rayo láser y micro áridos, que retiraron la suciedad acumulada en los elementos interiores de la capilla. Además, se instaló un sistema de iluminación monumental a base de luces led que acentúan la profundidad de la capilla y los detalles de las escenas que decoran el retablo.

Simultáneamente a la finalización de los trabajos en la capilla de los Vigiles comenzaron unos trabajos de mantenimiento en las puertas de madera de la entrada de la Catedral. Unas labores que se espera que se finalicen antes de que finalice el mes de octubre. Durante la primera fase de la rehabilitación de la capilla se finalizaron los trabajos de restauración de los retablos de la girola, que tuvieron un coste de unos 300.000 euros. Estos fueron adjudicados a diversos restauradores asturianos que, aprovechando que no hubo celebraciones de Semana Santa, pudieron acabar sus labores antes de lo previsto. El deán de la Catedral, Don Benito Gallego achaca parte del deterioro de los retablos a los conciertos que, durante años, se celebraron en la plaza durante las fiestas de San Mateo. Las vibraciones de la música provocaban, según Gallego, el desprendimiento de pequeñas partes de unos antiquísimos retablos que vuelven a lucir resplandecientes.

Recientemente también se hizo una intervención en el pararrayos de la catedral. Para su instalación fueron necesarios tres taladros en el suelo pétreo en los que se introdujo un mortero especial que ayudase a la difusión de la electricidad, algo necesario por la "mala conducción" eléctrica que tiene la piedra caliza con la que se edificó la Catedral, y el resto del casco antiguo de la ciudad.

Los encargados del plan director de la Catedral reconocen que quedan varias actuaciones pendientes en el templo para dar por concluidas las obras de reforma que dispusieron en el año 1996. Entre ellos queda una intervención en el campanario de la torre gótica, una obra en la cubierta de la torre truncada, que actualmente es de fibrocemento y en la envolvente exterior de la sala capitular. Pero, el siguiente punto en la agenda del plan director es restaurar las vidrieras del lado sur de la Catedral. El punto más urgente y que más preocupa en el cabildo. Durante los días de viento y lluvia, explica Hevia, se produce un efecto de "succionamiento". Por esto, el agua entra al interior del templo provocando desperfectos en el mobiliario.

Sobre la entrada a la Cámara Santa, en una de estas vidrieras se aprecia la falta de uno de los cristales por el que, presumiblemente, entraría la lluvia. Esta falta de material se debe a que los portaluces se erosionan. Pese a la urgencia de los trabajos, aun no hay fecha para su comienzo porque, según cuenta el redactor del plan director "en los tiempos que corren resulta complicado conseguir financiación". Los trabajos en la capilla de los Vigiles, por ejemplo, fueron financiados por el Ministerio de Cultura del Gobierno de España. El Cabildo estima que la reparación de las vidrieras dañadas y el crucero sur de San Salvador pueden rondar los 300.000 euros. Respecto del resto de intervenciones necesarias, de mayor calado, se muestran prudentes debido a la "coyuntura actual".

Con la restauración de la capilla se empieza a ver el final de las obras previstas en el plan director de Cosme Cuenca y Jorge Hevia redactado en el año 1996. Unas obras que, a lo largo de los años, han tenido un coste de unos seis millones de euros repartidos a lo largo de los años y en numerosas actuaciones.

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