Rodeado de los suyos y entre grandes oleadas de piropos. Así fue la despedida de Alfonso Rojo, popular empresario ovetense que llegó a presidir el grupo familiar textil Rojo Cortés, fallecido el lunes a los 85 años, al que la situación sanitaria actual privó de una despedida multitudinaria y acorde a su "enorme humanidad". Familiares y un grupo limitado de amigos dieron ayer su último adiós a un hombre de éxito "empresarial y familiar", del que sus allegados destacaron "su bondad y dedicación".

Padre de cuatro hijos y abuelo de once nietos, formó "un tándem perfecto" junto a su viuda, Amparo Sempau, para dar continuidad a una estirpe de triunfadores en la vida y los negocios. "Era un trabajador incansable pero silencioso que tuvo un gran mérito para lograr todos sus éxitos", apuntó Javier Rojo, primo del fallecido, en referencia a la capacidad que tuvo Alfonso Rojo para lograr plaza como profesor de la Escuela de Minas, compatibilizando los estudios con su continua dedicación a la empresa familiar.

Dolidos, pero agradecidos por las innumerables muestras de cariño se mostraron los hijos del fallecido Alfonso y Rafael. "Fue un muy buen padre y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás", coincidieron para luego destacar el apego que sentía su padre por Oviedo. "Nació en Madrid por circunstancias de la vida, pero amaba esta ciudad", subrayaron horas antes de la íntima celebración de la palabra, que tuvo lugar en el tanatorio antes de trasladar su cuerpo al Palacio de Meres, donde fue enterrado.