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Un trabajo de dar en el clavo

Los zapateros de Las Regueras aprendían el oficio junto a otro profesional hasta que montaban su taller

Taller de Pepe el zapatero, en Santullano, fotografía tomada en 1958. | José M. González Villanueva Rosa M.ª Rodríguez Fernández

Hubo un tiempo en el que en el mundo rural había de todo o de casi todo. Y en Les Regueres, como en muchos otros concejos, había bares tienda, varios por parroquia, que no solo vendían comestibles, enseres, tabaco, sellos, madreñes, zapatilles y un largo etcétera, sino que eran también lugares de ocio y reunión, con baile muchos de ellos, bolera, espichas y de vez en cuando con actuaciones de titiriteros o actores ambulantes.

Había albañiles, avellaneros, barberos, barqueros para cruzar el Nalón, bordadoras, caldereros, hojalateros (normalmente ambulantes), camineros, canteros, capadores, carboneros, carniceros, carpinteros, carreteros, carteros, cesteros, chigreros, chóferes, cocineras, colchoneras, costureras a domicilio, curanderos para el ganado, dulceras, escoberos, escribientes, fabricantes de gaitas como el genial Antón de Cogollo, ferreros, jaboneras, lavanderas, lecheros, llevadoras de comida a los obreros de la fábrica de San Claudio, madreñeros, matronas (sin título), mineros, maderistas, modistas, molineros, panaderos, pantaloneras, pasadoras de agua para ahuyentar diversos males, peluqueros, pescaderas, practicantes, recaudadores, sastres, tejedoras, tratantes de ganado y tratantas de comestibles, taxistas, viajantes, zapateros, etc. Así se refleja, en muchos casos, en el mote de las casas del pueblo. Hoy recordaremos a los zapateros que hubo en Les Regueres, al menos de los que tenemos noticia. El oficio de zapatero es muy antiguo.

En una escritura de venta recogida en los Pergaminos de la Catedral de Oviedo con fecha de 11 de junio de 1283, se cita a un zapatero: “Fernando Alfonso de Taoces y su mujer doña Mayor, (...) venden a (...) Martín Rodríguez, zapatero, una tierra en Premoño...”

En otra escritura de enero 1293 figura: “María Pérez, hija de Pedro Alfonso y de Marina Pérez, vende a Juan Pérez, zapatero, (...) cuanta heredad poseen en la villa de Ania y en sus términos...”

Los zapateros hacían botas y zapatos, los de este concejo parece ser que sólo trabajaban para hombres y hacían arreglos del calzado tanto para hombres, mujeres o niños. El oficio se aprendía con otro zapatero. En ocasiones se quedaban de oficiales en el propio taller o montaban uno propio.

En el taller las herramientas eran: mesa de zapatero, tayuelas, yunque de tres patas para clavar, punzones, leznas para los cosidos con bramante encerado en pez, tirapié, bigornia, martillo de zapatero, hormas de madera con un muelle y desde finales del siglo XIX, máquina que servía tanto para coser, cortar, lijar y pulir. Usaban mandil de cuero. Las partes del calzado reciben distintos nombres: contrafuerte, punta fuerte, barretas, cambrillón, relleno, entresuela y suela.

En el año 1901 sabemos de la existencia de un zapatero en la parroquia de Valsera, Emilio Fernández Suárez, de 24 años, hijo de Fernando y María, casado con Elvira García, según noticia del BOPO n.º 33 del 9-2-1901.

En Paladín hubo zapatero en la casa conocida hoy por ese mote. Se llamaba Ramón Álvarez Suárez y falleció cuando la guerra.

En el censo del concejo de 1935 figura el zapatero de Tamargo José Álvarez Díaz.

José Valdés, Pepe “el Zapatero”, con taller en Santullano aprendió el oficio en la mili y, a la vuelta, montó su propio taller. Hacía sobre todo botas y también arreglos. Uno de sus clientes fue Antón de Cogollo.

Tuvo aprendices como César de Casa Andrés, de Lazana, que no ejerció y Luis González Fernández, de Gallegos, que ejerció poco tiempo por encontrar otro trabajo.

En Valduno hubo dos zapateros en el barrio de La Peña: Juan Garrido Fernández, de Peñaflor, ejerció de zapatero desde principios de los años 50 del pasado siglo hasta 1962; y Oscar Menéndez Riera, que fue aprendiz de Juan, hasta 1975 aproximadamente. Aún se conserva el local donde estuvo la zapatería. Oscar y su familia procedían de la cuenca minera y se asentaron en Premoño. Tuvo también el bar La Peña, junto al puente de Valduno, tarea que combinaba con el arreglo de zapatos.

En Biedes hubo dos zapateros. Uno, procedente de Tuernes el Grande, José María Sánchez Pintado, tuvo taller de reparación en casa Güeyo, durante unos años anteriores a 1952. Luego se estableció en Oviedo donde siguió trabajando. “Zapatero remendón, noble de profesión”

José Manuel González Blanco, de casa La Campina, aprendió el oficio con Luscindo, un zapatero de Trubia. Llegó a trabajar como oficial en su taller hasta que tuvo que incorporarse al servicio militar, en el que, por cierto, trabajó todo el tiempo de zapatero confeccionando las botas para el regimiento. A la vuelta trabajó en Biedes y, al casarse se estableció en Santullano, en La Campa, donde ejerció unos cuatro años, hasta que le salió otro trabajo. Hacía botas, zapatos y sandalias para hombre y reparaba calzado de hombres y mujeres.

En la parroquia de Trasmonte ejerció José Rodríguez, de casa Pancracio de Agüera, que se casó en Sobarco y tuvo allí su taller. Conocido por Sé de Sobarco.

Seguramente hubo algunos más pero ya casi no quedan informantes de los buenos, como los que ayudaron en el pequeño recuerdo de este oficio.

“Zapatero mocoso / barbas de gato / échame una suela / a este zapato. / No la quiero de gato / ni de carnero / la quiero de la oreja / del zapatero”.

(Cancioncilla popular recogida a Modesta Valdés, de la localidad de Parades).

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