“Nun vien nadie. Falta ambiente. No sé ni pa’qué vine a vender. Y mira qué castañas valdunas más buenas tengo”. Eloína Granda vendió esta mañana menos de la mitad de lo que viene siendo habitual un jueves de plaza en el Fontán. Ella forma parte del reducido grupo de vendedores que estos días puede ponerse allí, en la plaza Daoíz y Velarde, porque ofrece productos de alimentación. Sobre todo, verdura, frutos y fruta de temporada. Al igual que a ella, las actuales restricciones del Principado tampoco afectan a los floristas que montan sus puestos los jueves y fines de semana en el Arco de los Zapatos. Fuera han quedado los vendedores de ropa, zapatos, medias y calcetines o antigüedades. El mercadillo quedó reducido esta mañana a algo más de una docena de puestos; los de verdura, uno especializado en productos de herbolario y los de flores. En temporada normal, sin prohibiciones, habría 74.

Azucena Suárez en su puesto de flores del Arco de los Zapatos Irma Collín

Los clientes aparecían con cuentagotas y por casualidad. La mayoría no había ido con la intención de comprar porque no estaba seguro de si el mercado al aire libre estaba permitido. Maribel Álvarez terminó comprando medio kilo de higos a una de las vendedoras más veteranas de la plaza; la octogenaria Gregoria Alonso. “Vengo de Tiñana con todo este cargamento de verdura y de fruta, y apenas se han acercado unos pocos. Encima hace un frío terrible”, dijo la mujer tapándose con una bufanda. La clienta se marchó contenta y sorprendida a la vez: “Con tanto cambio de normas y restricciones, ya no sabe uno a qué atenerse. Me he alegrado de ver los puestos de verdura, pero me parece extraño que los demás, menos las floristerías, no estén. Da sensación de tristeza”.

"Somos autónomos. Si no vendemos, no comemos", dice la florista Azucena Suárez

Los vendedores llegan a la plaza hacia las siete de la mañana para montar sus tenderetes, abren los puestos al público una media hora más tarde y recogen a las dos y media. Para algunos, en estos tiempos de pandemia y Estado de Alarma, el esfuerzo no merece la pena al generar más pérdidas que ganancias. Azucena Suárez, que lleva 43 años al frente de un puesto de flores, asegura que nunca ha vendido tan poco: “La falta del resto de vendedores y el cierre de las tiendas y cafeterías del entorno nos afecta mucho. La gente no viene. Jamás vi nada semejante, ni con la crisis de 2008. Encargo poco para vender y le doy salida a muy poco producto. Somos autónomos. Si no vendemos, no comemos”.