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Castelao recuperado

La Universidad culmina, con la retirada de un andamio puesto en 2012, la compleja reparación del edificio de Geología

Vista general del edificio sin el andamio. Irma Collín

El imponente complejo diseñado por Ignacio Álvarez Castelao en la segunda mitad de los años sesenta del pasado siglo para acoger inicialmente las secciones geológicas y biológicas de la Universidad de Oviedo ha vuelto a recuperar sus formas originales. La torre del edificio departamental que hoy pertenece a la Facultad de Geología, el bloque de hormigón que domina la zona de Llamaquique, acaba de liberarse del andamio que acompañó durante casi una década una reparación de la que el inmueble sale como nuevo. Dispuesto a durar, al menos, otros 50 años.

Pese a su belleza, su magistral contraste entre el mundo orgánico y el de las rocas en el diseño de los espacios y su calidad arquitectónica que le ha valido estar incluido entre los más destacados del movimiento moderno, la Facultad de Geología de Castelao ha venido sufriendo distintos problemas desde casi su inauguración, en 1968. En todo este tiempo, el frío o las goteras obligaron a varias intervenciones de refuerzo y consolidación, algunas de calado, como la realizada en 1995. Ahora el problema se ha dilatado en el tiempo y ha acabado por precisar la ayuda de distintos profesionales de la propia Universidad de Oviedo, empresas especializadas en diversos materiales y el trabajo último de un equipo de arquitectos para quitar las muletas a la arquitectura maravillosa de Castelao.

El muro donde estuvo hasta ahora el andamio. Irma Collín

Los problemas que llevaron a esta larga reparación, tal y como relata Alfonso Lozano, director del área de Infraestructuras de la Universidad de Oviedo, comenzaron en mayo de 2012, cuando se produjo el desprendimiento de un pequeño cascote del edificio departamental. El fragmento provenía de un punto muy próximo a las conducciones de gas y en ese momento la Universidad de Oviedo instaló un pórtico de paso para peatones con marquesina. No hubo más desprendimientos, pero se decidió mantener el andamio como medida de seguridad adicional.

Después se amplió el Museo de Geología, que está ubicado en la parte baja de este edificio, y se construyó la escalera exterior de incendios. En ese momento, a mediados de 2017, se aprovecharon estos trabajos para estudiar la composición, la tipología de perfiles soporte y los anclajes de los elementos de fachada de la Facultad. La conclusión fue que el sistema de fijación de los prefabricados de hormigón armado que constituyen los paramentos exteriores del edificio estaban en buen estado. Pero a los pocos meses, en diciembre del 2017, otro desprendimiento provocó daños en el andamio, obligó a reponer la estructura de seguridad y se inició otra investigación para delimitar los problemas del edificio y las soluciones a adoptar en un futuro.

El último fragmento de hormigón desprendido. Irma Collín

La primera conclusión fue que el segundo desprendimiento tenía que ver con la rotura del hormigón, pero no con sus fijaciones. La combinación de filtraciones de agua a través de las albardillas y los cambios de temperatura habrían estado en el origen de este problema.

El Vicerrectorado de Recursos Materiales y Tecnológicos decidió analizar la situación de la fachada y elaborar un protocolo de actuación, de la mano desde el principio del Servicio de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias. Para analizar la situación y dar una respuesta se echó mano de los propios profesores: Sergio Llana, Vicente Gómez, Álvaro Rubio y Luis Terente, de la propia Facultad de Geología. También la multinacional BASF y la firma Aplinor, especialistas en impermeabilización, protección y tratamientos superficiales, diseñaron algunas resinas sintéticas que podrían ayudar a evitar los desprendimientos. Por último, fue clave el asesoramiento de Alfonso Lozano, profesor del área de Ingeniería de la Construcción, y de Alfonso Fernández Canteli, catedrático de Mecánica de los Medios Continuos y Teoría de Estructuras en Gijón, quien además puso a disposición el laboratorio de esta área de conocimiento, donde se llevaron a cabo los ensayos destructivos que se realizaron sobre los propios prefabricados de fachada.

Todas estas pruebas permitieron concluir que la adherencia entre el acero y el hormigón era muy buena a pesar del tiempo transcurrido; que existían desplazamientos importantes entre las albardillas y que la cara interna de los antepechos, ejecutada en fábrica de ladrillo, carecía de juntas de dilatación. Los arquitectos Cosme Cuenca y Jorge Hevia pasaron a la práctica estas conclusiones: se cosieron y sellaron las grietas, fisuras y desprendimientos locales; se abrieron juntas de dilatación tanto en las albardillas como en los antepechos y se colocó una reproducción del elemento desprendido. Por último, se instalaron unas nuevas albardillas, fabricadas en chapa de cinc, diseñadas para favorecer la evacuación de aguas y evitar la caída al vacío de eventuales desprendimientos. Lo último, la semana pasada, fue desmontar el andamio. Los especialistas confían en que hay Castelao para rato en Llamaquique.

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