La iglesia de San Claudio recuperó esta semana la placa de bronce dedicada, en 1987, a Manuel Fanjul de la Roza, robada a comienzos del pasado septiembre junto a otros objetos de valor del templo. El recuerdo metálico pudo volver a su sitio gracias a las investigaciones de la Guardia Civil que permitieron la detención del supuesto autor del asalto, un mierense de 44 años, y la de otro joven trubieco de 26 años por el asalto por las mismas fechas al templo de Santa María de Trubia. Las pesquisas descartaron relación alguna entre ambos episodios.

En el caso de San Claudio, el párroco Abundio Martínez Malagón, que fue el encargado de recoger la placa de manos de un agente de la Guardia Civil, denunció a primeros de septiembre que alguien había accedido al templo y se había llevado, además del elemento de bronce, una patena, una cruz de plata y un micrófono.

Días más tarde, alguien entró en la iglesia de Santa María de Trubia para llevarse unos 250€ euros en monedas de donativos para la reparación del templo que estaban en el interior de 3 urnas de metacrilato cerradas con candado.

La Guardia Civil se hizo cargo de las investigaciones sin descartar una posible interrelación entre ambos sucesos, pero el avance de las investigaciones arrojó que se trataba de dos asaltos perpetrados por diferentes protagonistas. A principios del mes de octubre, Agentes del Equipo Roca de la comandancia de Gijón, localizó una placa de bronce cuya descripción coincidía con la difundida por sus compañeros de Oviedo a través de la base de datos de material robado. El seguimiento de la pista llevó a la conclusión de que el supuesto autor del robo fue un hombre de 44 años que vendió la placa a un centro especializado, cuya detención se produjo el miércoles.

En el caso de Trubia, las pesquisas arrojaron que el presunto autor era un vecino de la misma localidad de 26 años que cuenta con un amplio historial de hechos delictivos sus espaldas por lo que resultó sencilla su identificación y posterior detención.

La resolución de ambos casos supone un respiro para las parroquias ovetenses, que temían una posible oleada de robos perpetrados por personas especializadas en la sustracción de material religioso.