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Medievalista, especializada en el estudio del desarrollo urbano de Oviedo

María Álvarez: “El Camino de Santiago fue un gran revulsivo urbano y comercial para Oviedo”

“Las relaciones de Alfonso II con Carlomagno colocan al Reino de Asturias en primera línea política de la Europa cristiana”

María Álvarez. | Miki López

María Álvarez (Oviedo, 1978), profesora titular de Historia Medieval en la Universidad de Oviedo y directora del área de Extensión Universitaria, es una de las grandes expertas en el estudio del desarrollo urbano de Oviedo en la Edad Media y la Edad Moderna. Colabora con el Ayuntamiento en su programa en torno al Camino de Santiago.

–¿Qué relevancia tiene la Vía Santa en el desarrollo urbano de Oviedo?

–El Camino ayudó en gran medida al despegue urbano y comercial de la ciudad medieval, no solo en Oviedo. Si analizamos el contexto general de todo el norte de la península Ibérica, entre los siglos XII y XIII se produce un renacimiento urbano motivado, entre otros factores, por la presencia de mercaderes y peregrinos, gentes venidas de Europa que favorecieron el intercambio económico y una renovación cultural sin precedentes. El camino fue un gran revulsivo urbano.

–¿Qué otros factores?

–El fuero de población, concedido por el rey hacia el año 1100 y renovado en 1145, sancionó, de manera definitiva, el desarrollo de la ciudad burguesa. A nivel general del reino, el avance de la conquista cristiana hacia el sur peninsular, con la conquista cristiana de Lisboa en 1147 como hecho significativo, marcará un antes y un después, al alejar el peligro musulmán del norte peninsular. El siglo XII es un siglo de crecimiento general en Europa: crecimiento demográfico, aumento de las rentas, de la producción agraria y del consumo, y también se generalizan los movimientos masivos de personas, peregrinos, por supuesto, pero también de mercaderes y comerciantes. A través de los Pirineos entran también en la Península ideas y nuevas influencias culturales, como la reforma cluniacense. Este florecimiento germinal de la cultura cristiana peninsular coincide en el siglo XI con la crisis del Islam peninsular tras la ruptura del califato, consolidándose en paralelo, y en el Norte ese flujo peregrinatorio hacia Santiago que alimentó el despegue económico de las ciudades vinculadas al Camino, como Oviedo.

–¿Qué papel juega el Camino Primitivo en este proceso?

–El Islam fue un peligro condicionante hasta mediados del siglo XI, pues obstaculizó todos los intercambios comerciales marítimos entre ciudades cristianas, expuestas a posibles ataques piráticos. Esta dificultad ayudó a potenciar entre ellas las conexiones terrestres, limitadas a su vez por una infraestructura viaria bastante deficitaria y heredada de época romana. Estos caminos fueron utilizados en los primeros siglos de la Edad Media por monjes, buhoneros y mercaderes motivados por el intercambio comercial y por unas ideas religiosas muy favorables también a los desplazamientos (visitas de santuarios, veneración de reliquias). El Camino Primitivo fue uno de estos caminos, no el más concurrido de la Edad Media, pero sí el más antiguo de la península Ibérica si hablamos de peregrinaciones. Si Alfonso II fue el primer peregrino, es algo plausible y parece fuera de toda duda que el primer Camino de peregrinación a Santiago es el que unió Oviedo con la llamada ciudad del Apóstol.

–¿Cuál es la duda en torno a la peregrinación de Alfonso II?

–Es muy sorprendente que las fuentes escritas conservadas y relativas a este hecho excepcional sean muy posteriores en el tiempo. Ese silencio documental es muy llamativo, dada la excepcionalidad y la magnitud del acontecimiento. El propio lugar del hallazgo fue excepcional, produciéndose en un lugar apartado de Iria Flavia, la cabecera episcopal. Es también excepcional el viaje de Alfonso II, abandonando la corte de su reino, Oviedo, para ir al lugar del hallazgo en un momento en el que el peligro del Islam era aún muy importante. Y, desde luego, lo es también la propia “inventio” del sepulcro del Apóstol, en una necrópolis abandonada. Dos figuras excepcionales, el rey Alfonso de Oviedo y el obispo de la diócesis de Iria, Teodomiro, que convergen en lo que acabará por convertirse en la ciudad del Apóstol y en el pretexto de una de las vías de peregrinación más importantes de la Europa medieval.

–¿Por qué se produce el hallazgo en ese preciso momento?

–Hay varios factores que ayudan a entender esa cronología. El contexto, en primer lugar, era muy favorable. Un tiempo de herejías y de pura controversia religiosa, pues acababa de estallar la herejía adopcionista. Un nuevo referente ideológico para fundamentar la monarquía ovetense resultaba crucial. No olvidemos, además, que los diplomas carolingios identifican a Alfonso II como rey de Asturias y Galicia, así que el hallazgo no solo reforzaba el prestigio de la Iglesia sino, desde el punto de vista político, el flanco más occidental del Reino de Asturias en un momento muy delicado. Alfonso II supo asociar muy inteligentemente el descubrimiento de las reliquias a un programa político integrador que unía a todos los pueblos cristianos de su reino insumisos al Islam. Y, para reforzar ideológicamente este programa, el relicario ovetense de la Cámara Santa, de fama internacional y cuya magnitud haría posible la desviación del Camino francés de León a Oviedo.

–Llama la atención que pervivan las claves de ese proyecto político de los reyes asturianos.

–Las huellas que han quedado marcadas en nuestra memoria histórica y en nuestro patrimonio histórico-artístico son imborrables. En un país como Italia, que deslumbra por el arte, historiadores e historiadores del arte siguen asombrándose con nuestro Prerrománico, reflejo de ese proyecto político de la monarquía asturiana y único en el mundo. Las propias crónicas asturianas, compiladas en tiempos de Alfonso III, son un testimonio literario excepcional por la parquedad de las fuentes escritas para el siglo IX. En este siglo, el Reino de Asturias y su corte, Oviedo, fueron protagonistas en el devenir histórico de los reinos cristianos gracias al proyecto político alfonsino. No olvidemos, por cierto, las relaciones que nuestro rey mantendría con el reino franco de Carlomagno y que colocaron a nuestro reino en la primera línea del protagonismo político de la Europa cristiana. La huella cultural es acorde con la importancia histórica de nuestros reyes asturianos.

–¿Qué pasó en esos siglos entre el IX y el XIII? ¿Quién usó el Camino Primitivo?

–La ciudad regia, convertida después en civitas episcopal, fue el embrión de la futura ciudad burguesa, desarrollada a partir del siglo XII, pero sobre todo en el siglo XIII. El Camino fue frecuentado por reyes, hombres de Iglesia, mercaderes y peregrinos. Pero, sin duda, la mejor difusión que pudo tener del Camino asturiano fue la visita de los reyes leoneses a la antigua ciudad de Oviedo, subrayando esa memoria histórica y conectando su reinado con el de sus antepasados. La visita a Oviedo de Alfonso VI, el conquistador de Toledo, marcó un antes y un después. No solo concedió a la ciudad su fuero de población, sino que la apertura del Arca Santa y la donación de sus palacios regios para la construcción de un hospital de peregrinos fomentó las peregrinaciones a Oviedo de forma eficaz. Su hija Urraca haría lo mismo años después, visitando Oviedo en 1112, y también el hijo de esta, Alfonso VII, el Emperador, pasó por Oviedo, confirmando en 1145 el fuero regio. Oviedo entraba así en una suerte de programación monárquica que traería a la ciudad a muchos otros reyes, también a Fernando II y a Alfonso IX, el gran benefactor de la ciudad regia y burguesa.

–De la época quedan cicatrices urbanas.

–Por suerte, las tramas urbanas permanecen prácticamente inalterables a pesar del paso del tiempo. El nervio de la ciudad, sus calles, pueden rastrearse con relativa facilidad en los planos urbanos, y también la toponimia contribuye a mantener viva su historia. La llegada de gentes a Oviedo y su presencia activa en la ciudad durante la Edad Media han dejado testimonio en el nombre de sus calles, un rasgo característico de todas las ciudades medievales. La parroquia de San Isidoro en el burgo comercial del Oviedo del siglo XIII testimonia el asentamiento de gentes venidas de León y vinculadas al comercio y al mercado; y el asentamiento de pobladores venidos de más allá de los Pirineos y reconocidos en la documentación de la época con el nombre genérico de “francos” ha dejado también huella toponímica en todas las ciudades del Camino: barrios de Santiago, barrios de francos, calles de los gascones. En Oviedo, la rúa francisca, el palacio francisco o la rúa gascona son evidencias de esos asentamientos permanentes en la ciudad, así como las referencias del propio fuero.

–¿Cuáles?

–El fuero de población concedido a Oviedo por Alfonso VI y renovado por Alfonso VII sigue el fuero modelo de Sahagún, como el de Avilés, y ese texto foral contempla la existencia de dos merinos o representantes jurisdiccionales del rey en la ciudad: uno castellano y otro franco. Esta diferenciación está hablando de la existencia, relativamente numerosa, de unos pobladores de origen ultrapirenaico con representación propia y, por tanto, de su importancia cuantitativa y cualitativa. No obstante, tardarían muy poco en integrarse y fusionarse definitivamente con la población local, desapareciendo esa dualidad, pues las ordenanzas municipales del siglo siguiente ya no indican ninguna diferenciación relativa a la procedencia de sus pobladores.

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