Rocío Álvarez Saiz (Oviedo, 1974) transmite dulzura, la misma que desprende su primer libro, el cuento infantil “Rosalinda. La Princesa Ratón”. Una historia que fomenta la creatividad y solidaridad de los niños a la vez que les enseña la importancia de no prejuzgar a los demás por su aspecto físico. Licenciada en Derecho, titulada como técnico de Prevención en Riesgos Laborales y aficionada al patronaje y la confección, ideó a la “Princesa Rosalinda” hace veinte años, cuando leía cuentos a su sobrina Carla.

“Le contaba los típicos; ‘Los tres cerditos’ o ‘El lobo y los siete cabritillos’, pero llegó un momento en que las dos nos aburríamos y empecé a inventarme cuentos como el de ‘Rosalinda’. Le contaba un trocín a diario hasta que se dormía. Así, al cabo de unos días tenía en mi cabeza el cuento completo”, explica la autora, que, al poco tiempo, se quedó embarazada y decidió que era el momento perfecto para plasmarlo en papel porque, al ser una gestación de riesgo, dejó temporalmente su trabajo llevando la contabilidad de una empresa. Sin embargo, el embarazo no llegó a término y la desgracia se repitió hasta sufrir cuatro abortos.

“No me sentía con humor para escribir y dejé el libro aparcado. Fueron años muy difíciles llenos de pruebas médicas, inseminaciones, operaciones… Eso sí, al final tengo dos niñas estupendas que se llevan un año”, cuenta Álvarez en su casa junto a su marido, Francisco Pañeda, que es diseñador gráfico y se encargó de la maquetación del libro, mientras ella lo escribía y hacía las ilustraciones.

Cuando sus hijas tenían cuatro y cinco años, uno de los cuentos que les estaba leyendo tenía un personaje llamado “Rosalinda”. “Me dio un vuelco el corazón y me acordé de mi historia. Se la conté a mis hijas, les encantó y me animé a recuperar el proyecto”, comenta.

“Rosalinda. La Princesa Ratón” ha empezado esta semana a distribuirse en librerías de la mano de la editorial Ediciones Camelot. El deseo de su autora es que sea fácil de leer y asimilar para los críos, sin necesidad de que tengan que preguntarles cada dos por tres a sus padres qué significa esto o aquello. Además, recalca que es un libro para leer en voz alta, para cantar y para simular la voz de sus personajes, como la de la propia “Princesa Ratón” o el moscardón “Pepe Luis”. Para Rocío Álvarez, la historia “no es el típico cuento de princesas”. No hay un príncipe salvador, sino un grupo de amigos que demuestran que la unión hace la fuerza.