Los artesanos y vendedores instalados en la plaza de la Catedral con motivo del tradicional mercadillo de Navidad trabajan “en mitad de un lago”. Los adjudicatarios de los puestos aseguran que las fuertes lluvias de estos días han vuelto a poner de manifiesto que el pavimento de este emblemático espacio de la ciudad “no está preparado para soportar agua en una región lluviosa como Asturias” y que las obras de mejora del suelo realizadas hace dos años “no han servido más que para tirar el dinero”. Los vendedores denuncian que en la plaza se acumula tanta agua que impide a los clientes acercarse a sus puestos.

A eso de la una y media de la tarde de ayer caían chuzos de punta en Oviedo y el problema de drenaje de la plaza de la Catedral quedaba más que patente. “Tengo charcos de medio palmo de profundidad justo al lado de donde tengo todo el material. Los clientes no vienen a ver lo que ofrezco porque acaban empapados y eso no le apetece a nadie. Es normal que no quieran comprar”, explica Cecile Brillet. “Estamos todos bastante enfadados porque nadie nos da una solución. Hemos avisado al Ayuntamiento para tratar de que nos ayuden, pero nos han llegado a contestar que podemos limpiar el agua nosotros mismos”, critica la artesana.

Clientes en los puestos de la plaza Porlier. | Irma Collín

Leoncio Rodríguez, otro artesano con mucha experiencia en el mercado navideño ovetense, tampoco estaba ayer de muy buen humor. “Esto es un desastre. Es incluso hasta peligroso para los clientes porque se pueden producir caídas. El primer error ha sido trasladarnos aquí y no permitirnos estar donde siempre hemos estado”, explica haciendo referencia al paseo de la Rosaleda, en el Campo San Francisco. “Además de ser un peligro y una verdadera piscina, esta zona está muerta en cuanto a clientes. Tanto el Ayuntamiento como el Principado están demostrando una enorme dejadez y están permitiendo que se vaya al traste un mercado artesanal que lleva funcionando en Oviedo 35 años”, asegura Rodríguez. “Por otro lado también lo han hecho fatal a la hora de colocarnos. Con todo el respeto, no es lo mismo un artesano que alguien que viene aquí a vender productos que ha comprado previamente en otro sitio. Tendrían que haber delimitado bien una zona artesanal para que los clientes puedan distinguir”, sostiene.

Saioa Ameztegui se mantiene en la misma línea que sus compañeros. “Hay momentos en los que ni siquiera se puede pasear, es normal que no nos compre nadie”, dice. Según sostiene esta artesana, “el mercado de Navidad es una tradición en Oviedo y debería cuidarse”.

La mayoría de los vendedores coinciden a la hora de señalar que las ventas han bajado considerablemente con respecto al año pasado. Muchos lo atribuyen a la ubicación, aunque reconocen que las limitaciones y el “miedo” que produce en los clientes la pandemia también están siendo un hándicap para ellos. “Si ocurre un milagro de aquí al día de Reyes –el mercadillo de Navidad cierra el día 7 de enero– igual consigo vender la mitad de lo que vendí el año pasado”, dice Leoncio Rodríguez. “Las ventas están siendo muy escasas. Este año no va nada bien”, corrobora Cecile Brillet.