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Juan Barahona, pianista, toca mañana con la OSPA: “Es un privilegio tocar a Rachmaninov en el lugar donde lo escuché por primera vez”

“Ya vuelven a salir conciertos, pero el marzo pasado me cancelaron recitales en Barcelona, Madrid y Nueva York”

Juan Barahona, ayer, en el Auditorio Príncipe Felipe. | Miki López

Juan Barahona (París, 1989) estará mañana al piano en el Auditorio Príncipe Felipe (20 horas) para acompañar a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) en el inicio de su programación anual. De origen asturiano aunque nacido en París, Barahona inició sus estudios de piano a los seis años en Oviedo, aunque pronto amplió su preparación fuera del Principado. El pianista y la OSPA proponen un programa de corta duración, poco más de una hora, que permite conciliar el horario de inicio de las 20 horas con el toque de queda por el estado de alarma sanitario, a las 22 horas. El recital incluye el Concierto para piano nº 2 en do menor de Rachmaninov y la Sinfonía nº 8 en sol mayor de Dvorák. En el podio, dirige este primer concierto de la sinfónica asturiana en 2021 el alemán Christoph Gedschold, quien en 2019 dirigió la producción de la Ópera de Oviedo de “El ocaso de los dioses” wagneriano.

–El concierto nº 2 para piano de Rachmaninov es uno de los más famosos en el repertorio, cabe imaginar que supone todo un reto.

–Sí, tanto a nivel técnico como emocional. Es una obra muy relevante, la culminación y el máximo representante del Romanticismo exacerbado ruso. Es una obra muy querida por el público y por los músicos por ser tan conmovedora y con tanta emoción. Personalmente, una obra que me ha acompañado desde mi adolescencia, cuando lo escuché por primera vez me impactó, hasta el punto de obsesionarme con ella, con las grabaciones. Siempre le he tenido un grandísimo respeto, y me preguntaba qué podía aportar yo con este concierto que no se haya dicho ya en todas esas grabaciones, algunas incluso hechas por el propio Rachmaninov. Por eso lo mantuve apartado de mi repertorio hasta hace un par de años, cuando decidí olvidarme de todas esas versiones y empezar desde cero, como si no conociera esta obra. Es un privilegio poder tocar este concierto en el Auditorio Príncipe Felipe, el lugar donde la escuché por primera vez, y poder hacerlo con la OSPA, una orquesta con la que tengo una conexión muy estrecha, con la que he crecido personal y profesionalmente.

–Además de su actividad como solista, también trabaja como repertorista en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en Madrid. ¿Cómo es la enseñanza musical en un centro con una plantilla de profesores y alumnos tan internacional?

–Hace cuatro años que trabajo en la Escuela, con grandes profesionales de un nivel muy alto. Trabajo repertorio en las clases de fagot y viola con chicos de primerísimo nivel, y al final es muy enriquecedor tanto para ellos como para mí. Parece una tontería, pero no estás acompañando a un alumno, sino haciendo música con gente supertanlentosa de la que aprendo todos los días, y eso te abre la mente para pensar en cuestiones musicales que como pianistas no nos replanteamos. Es un trabajo del que no me canso y que puedo compaginar con mis recitales. La pandemia ha supuesto un golpe muy duro. Tuvimos la suerte de que la Escuela puso a nuestra disposición todas las plataformas digitales que pudieron en el menor tiempo posible y el curso pasado lo pudimos completar con el mismo número de clases que se iban a impartir de forma presencial.

–¿Cómo se imparte una clase de música de forma telemática?

–Trabajamos mucho con grabaciones, yo mandaba algunas para que los alumnos pudiesen trabajar. Este curso hemos vuelto a las clases presenciales y para los profesores que no pueden acudir han puesto un software que prima la calidad de audio sobre el vídeo y no lo comprime. Han invertido mucho en que tanto la escuela como estos profesores tengan buenos micros y equipos, que hace que no se pierda tanto la calidad a la hora de trabajar de forma remota. Aún así, no es lo mismo, es imposible tener el mismo feedback en persona que detrás de una pantalla.

–¿Cómo ha sido su 2020 y cómo se presenta el nuevo año?

–Cuando saltó todo en marzo del año pasado, yo estaba preparando un recital que incluía tres sonatas de Beethoven en Barcelona. Imagínate, una cantidad de horas de trabajo y preparación incontable, y con solo tres días de antelación me llamaron para decirme que se cancelaba todo. Afortunadamente creo que lo vamos a hacer el próximo marzo. Esa fue la tónica. Tenía también concierto con la OSPA, además de otros en Madrid y Nueva York. Ahora parece que van saliendo cosas, pero aún se cancelan muchas a última hora.

–¿Qué tal están actuando las instituciones en cuanto a los protocolos a la hora de actuar ahora?

–Es delicado. Como músico yo estoy encantado de poder tocar, aunque sea para 20 personas en un aforo de 2.000. Entiendo que hay que cuidar al público y que haya gente que tiene un poco de miedo al acudir a una sala. Da mucha rabia ver los medios de transporte llenos y las salas vacías, con unos protocolos muy estrictos que los músicos y técnicos respetan. Hay músicos que lo están pasando mal y lo más importante es recuperar la actividad musical con seguridad y con confianza.

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