San Antonio Abad (San Antón) fue uno de los primeros ermitaños, aunque en el santoral el 17 de febrero se asocia a los animales antes que a los eremitas. Es el día en el que se bendicen las mascotas ya que distintas peripecias vitales vinculan al monje egipcio con las bestias: curó la ceguera de unos jabatos y unos leones le ayudaron a dar sepultura a otro gran anacoreta, Pablo de Tebas. En la parroquia de San Juan el Real llevan años celebrando la bendición de mascotas a petición de los propios feligreses y ayer, pese a ser domingo, el párroco, Javier Suárez, volvió a celebrar este rito en la plaza frente a la basílica. Aunque sin tanto bicho ni dueño y con algo más distancia.

Ayer, a las doce menos cuarto de la mañana, solo hubo perros frente a San Juan. Y no muchos. Lamenta Javier Suárez que influye la pandemia de muchas formas. Tampoco hay demasiada gente que vaya a misa y la hoja parroquial, por motivos sanitarios, tampoco se puede entregar en mano. Otros años, era poner el cartel y se llenaba. Con todo tipo de animales, también cobayas o incluso serpientes.

9

Bendición de San Antón en la parroquia ovetense de San Juan

El párroco bendijo a los animales desde las escaleras de la iglesia. Primero leyó la oración correspondiente en la que se cuenta cómo Dios puso a los animales al servicio del hombre, cómo fueron salvados en el arca de las aguas del diluvio, la importancia del cordero pascual vinculada a la liberación de la esclavitud de Egipto; el pez que guardó a Jonás o los cuervos que alimentaron al profeta Elías. El animal, pues, recordó Javier Suárez, como compañía del hombre y también para su alimento. Todo esto se dijo y después roció con agua bendita a los perros, que hasta entonces habían seguido la ceremonia con bastante tranquilidad. Algunos animales llegaron tarde, pero también tuvieron su bendición.

La anécdota de la jornada se produjo en la sacristía, cuando Javier Suárez preguntó a los monaguillos si tenían animales en casa. Un perro y un gato, dijeron. “¿Y alguno de dos patas?”, insistió el párroco. “Sí, mi hermano”, le soltó uno de los ayudantes en el oficio dominical.