"Nos llevó media hora encontrar un sitio". Marisol López sale cada mañana por las calles de Oviedo a tomar el café con sus dos hijas, Aroa y Arancha García, pero hoy lo tuvo más difícil de lo habitual. La entrada en vigor de las nuevas restricciones que impiden a los bares y restaurantes atender en el interior, llevó a muchos de ellos a no levantar la persiana esta mañana. Esto provocó que los pocos que sí abrieron sus puertas y contaban con algún rincón "solillero" llegaron a estar muy cotizados.
La resistencia a renunciar a un hábito y el deseo de ayudar a un sector duramente golpeado por la pandemia llevó a muchos clientes habituales a buscar un hueco en las terrazas, si bien muchos admitieron que en caso de llegar el mal tiempo no tendrán más remedio que quedarse en casa. "Cuando llueva se acabará el cafetín", comentó con resignación Marisol López desde el mobiliario exterior de un establecimiento del centro de una ciudad de Oviedo que hoy vive su primer día del nuevo cierre perimetral.
En Gascona, David Suárez se quedó como el único superviviente de la calle hostelera por antonomasia de la ciudad. "En el negocio estamos solo mi mujer y yo y vamos a probar hasta final de mes si merece la pena abrir", indica un Suárez que lleva siete años al frente de un bar-tienda ubicado en la parte más alta del Bulevar de la Sidra.
Los clientes más incondicionales dicen estar en desacuerdo con la forma de actuar del gobierno. "Cierran los negocios y después tenemos a 25 niños en una clase", comentó visiblemente molesto Juan Vázquez desde una terraza.
No obstante, también hay quien, a pesar de confesar su pasión por los bares, entiende las restricciones. "Los contagios suben y ante la falta de controles policiales no les queda otra que cerrar negocios", indicó Ángel Villar desde el exterior de una vinatería situada junto al Fontán.
El golpe definitivo para los bares en Oviedo
Después de 32 años detrás de la barra de su sidrería de Oviedo, Adolfo Jesús Costa ha tocado fondo y baraja la posibilidad de cerrar el negocio para siempre. Su situación económica es “dramática” desde que comenzó la pandemia y las restricciones que entran hoy en vigor para la hostelería podrían convertirse en el golpe definitivo para un hombre que llegó a servir hasta 150 menús diarios entre sus clientes del barrio de Teatinos.
Ayer, a eso de las dos y media de la tarde, sólo tenía dos mesas para comer. “No puedo abrir al público si solo podemos atender en la terraza porque no me compensa, se generan más gastos que ingresos. Pago un alquiler muy alto y me voy a ver obligado a mendigarle al casero después de tantos años aquí. Si no llegamos a un acuerdo para suspender los pagos o para rebajar la cantidad, me voy a ver obligado a echar la persiana y a no volver a levantarla nunca”, asegura, visiblemente afectado.
Este hostelero ovetense aguantó como pudo el primer confinamiento y fue sorteando a duras penas el resto de trabas con las que ha tenido que lidiar el gremio desde que apareció el coronavirus, pero las nuevas medidas pueden ser la puntilla. Ya no aguanta más. “Teníamos unos ahorros de todos estos años de trabajo, pero se han ido acabando a lo largo de este año desastroso. Estoy casado y tengo un hijo de 2 años, me he pasado la vida en esta sidrería y ahora tengo dificultades hasta para servir un plato de comida en casa. Si las cosas siguen así no descarto tener que acudir a Cáritas”, dice emocionado. “Tenía dos camareros y dos personas en la cocina para atender un local con veinte mesas en su interior. Ahora todos están al ERTE y yo empezaré a cobrar solo lo que me den de autónomos. Esto es un desastre. Y lo peor es que hay muchos compañeros como yo”, dice.
Y vaya si los hay. Uno de ellos es Iván García, que se ha visto obligado a cerrar para siempre su negocio de Trubia, todo un clásico en la localidad. “Hablamos con el propietario del local para que nos rebajase el alquiler y no hubo manera, así que tuvimos que tomar la decisión de dejarlo. Teníamos una de las mejores terrazas de Trubia, pero aún así no nos da para continuar”, explica. Según García, las medidas del Gobierno regional van a acabar definitivamente con el sector. “Y lo peor es que pueden venir tiempos aún peores”, añade.