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Luis Fernández-Vega sanz | Oftalmólogo, director del Instituto Fernández-Vega

“Investigamos hoy lo que se puede curar mañana, lo que no tiene aplicación, no”

“El 70% de nuestros pacientes vienen de fuera de Asturias, gastan aquí, utilizan los servicios de aquí y vienen acompañados”

Luis Fernández-Vega.

Luis Fernández-Vega es hoy la cabeza de la larga saga de oftalmólogos que llevan más de 130 años ejerciendo su profesión en Oviedo. Cuando se habla de las posibilidades de la capital del Principado en el ámbito biosanitario, el Instituto Fernández-Vega, su fundación investigadora y su vertiente universitaria son una de las iniciativas privadas más sólidas que ya existen en este ámbito. El profesor, catedrático, jefe de oftalmología del HUCA, director médico de su clínica, reflexiona sobre este papel cimero entre operación y viajes en sus oficinas del instituto que lleva sus apellidos en la falda del Naranco.

–¿Qué papel tiene la investigación en el proyecto Fernández-Vega?

–Desde que empezamos con el Instituto siempre quise dar importancia a la investigación. Nosotros ya hacíamos investigación clínica, pero quería dar un paso más hacia la investigación básica. Este es un hecho diferencial, porque muy pocos centros privados oftalmológicos en España tienen un departamento de investigación básica parecido al nuestro. A mayores, era la forma de resolver problemas que teníamos pendientes desde el punto de vista clínico, tener un equipo para tratar de solucionar estas cuestiones, lo que se llama investigación traslacional.

–Y también enseñárselo a nuevos profesionales...

–Es que todo ese conocimiento, el clínico y el de la investigación básica, nos daba un acervo de conocimientos que podíamos trasladar a la docencia. Ahora ningún hospital de prestigio puede sobrevivir sin esas tres patas: clínica, docencia e investigación. En nuestro caso, cuanto más conocimiento teníamos de la parte clínica y de la investigación, más podíamos llevar a la docencia. Podíamos formar mejor a los de pregrado y a los de postgrado, aplicarlo a las tesis doctorales, luego el máster, los títulos propios... Todo eso necesitábamos constituirlo bajo el paraguas de la Universidad, y así fue como nació el Instituto Universitario Fernández-Vega, fruto de un convenio con nuestra Fundación de Investigación Oftalmológica (FIO)

–¿Cómo se financia toda esa parte?

–Aparte del costo de la gestión de toda esta estructura, la investigación básica es cierto que es muy cara, e inicialmente nos hizo falta un montante económico importante. Lo conseguimos a través de las aportaciones de distintas entidades que nos ayudaron, desde la Fundación María Cristina Masaveu o el BBVA, hasta Rafael del Pino o Caja Rural. Y nosotros, como Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, como entidad mercantil, también colaboramos, como no puede ser de otra manera, con la parte más importante.

–¿Qué hacen en el Instituto Universitario?

–Devolvemos todo ese apoyo en publicaciones. El año pasado se leyeron siete tesis doctorales. La media está entre cinco y ocho. Y toda esa investigación aborda problemas oftalmológicos no resueltos. Es decir, investigamos hoy lo que se puede curar mañana.

–¿Qué líneas?

–Hay una en neuroprotección, la del glaucoma, que determina biomarcadores que nos pueden permitir saber si un paciente podría padecer un glaucoma. Otra, la de la degeneración macular, que afecta a la visión central y donde vemos familias en las que es muy prevalente. Tratamos de estudiar desde el punto de vista genético si hay o no una base hereditaria. En la línea del envejecimiento nos fijamos en que el ojo es, también, una manifestación del sistema nervioso central, y examinándolo podemos intuir si pasan más cosas detrás, y colaborar, así, con equipos que estudian el parkinson o el alzheimer. Estudiamos también el ojo seco, algo de lo que cada vez se queja más gente, por la contaminación o el uso de pantallas.

–¿En terapias avanzadas?

–Sí, colaboramos en medicina regenerativa con el ISPA y hacemos, por ejemplo, un colirio para el ojo seco con sangre. O investigamos junto a otras empresas cómo la luz puede influir de manera positiva o negativa en la visión. Y cultivamos córneas. Intentamos cultivar córneas artificiales y el epitelio ya lo tenemos como una posibilidad. La parte del endoterio es más dificultosa, pero estamos intentándolo, el doctor Álvaro Meana es el que se encarga de esa parte.

–Insiste mucho en la utilidad de todas estas líneas.

–Es que yo siempre les digo a los míos que no quiero que me vengan a investigar no sé qué cosa de la pestaña de no sé qué que no tiene ninguna aplicación. El conocimiento por el conocimiento está muy bien, pero aquí se trata del conocimiento aplicado, que se pueda traducir en algo que sirva para algo.

–¿Cómo se relacionan con el resto del ecosistema biosanitario local y regional?

–Es que todo esto lo estamos haciendo desde Asturias, desde Oviedo, y la colaboración público-privada es muy importante. Con el HUCA, con el Imoma, con el Ayuntamiento, con el Principado y con la Universidad. Juntos podemos hacer cosas importantes.

–¿Cómo se puede medir el impacto de su clínica en el entorno?

–Por un lado está la Fundación Fernández-Vega que trata a los pacientes con escasos recursos o ayuda a quienes nos piden colaboración, colaborando con asociaciones locales, regionales e internacionales. Luego está el impacto del cliente. El 70% de los clientes del Instituto Oftalmológico son gente de fuera de Asturias, que hacen un gasto aquí y utilizan los servicios asturianos: taxis, compras, alojamiento, hostelería... Piense que vemos unos 100.000 pacientes al año y que la mayoría vienen acompañados. Y después hay mucha gente que conoció Asturias por la clínica, le gustó y sigue volviendo de vacaciones.

–¿Qué hace que un sevillano elija Oviedo para tratarse la vista?

–Hoy, y es más o menos por estas fechas, llevamos 135 años haciendo oftalmología. Son 5 generaciones, yo soy la cuarta, mis hijos y sobrinos, la quinta, y ya tengo un niego que igual es la sexta. Y siempre hemos trabajado de cara a la excelencia profesional. Aquí siempre ha primado el paciente y la formación ha sido importante y rigurosa. Para nuestros hijos hay un protocolo familiar por el que deben cumplir una serie de requisitos para incorporarse. Todo ello aporta seriedad y rigor al paciente. Y también tenemos una capacidad integral para tratar todos los problemas del ojo, tenemos un especialista para cada parte del ojo. Por último, la relación médico paciente es fundamental, el buen trato, y ese fármaco que acuñó mi padre y del que yo a veces me reía pero que es totalmente efectivo: la cicacoa. Son las siglas de “ciencia, cariño, comprensión y ánimo” y el buen médico sabe qué dosis de cada una de ellas tiene que dar al paciente.

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