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Más de mil cuadros después de los 80

Amelia Lerma empezó a pintar con 84 años y cinco más tarde asegura que le faltan horas en el día para coger los pinceles

Amelia Lerma, entre cuadros y pinturas, con su hijo, Floro Diez. | Irma Collín

Nunca es tarde para empezar y el caso de Amelia Lerma de Cea es absolutamente cierto. Con 84 años empezó a pintar y hoy, cinco más tarde, atesora más de 1.000 lienzos, la mayoría copias de artistas famosos como Picasso o Van Gogh.

La pintura ha sido una especie de tabla de salvación para una mujer que se define como “muy paciente” y de esas personas que siempre sacan adelante lo que se proponen. Aunque nació en Palencia, sesenta años de su vida han transcurrido en Oviedo, adonde llegó ya casada.

Su marido murió hace doce años y tras sufrir ese duro golpe Amelia decidió que no podía venirse abajo. También ha pasado por problemas importantes de salud –sufrió un ictus–, pero su vitalidad continúa indestructible. Así lo refrenda su hijo, Floro Diez, volcado en el cuidado de su madre desde hace diez años, y su principal fan en el mundo pictórico. “Ella estuvo muy mala hace unos años y a partir de ahí dejé de trabajar y la estoy cuidando; me encanta ver el milagro que ha conseguido la pintura, que la tiene ocupada casi todo el día”, señala.

La afición también ha sido providencial en estos meses de pandemia. “Como no puedo salir mucho a la calle la pintura me mantiene distraída; la verdad es que veces me faltan horas en el día”, indica Amelia Lerma, que a lo largo de su vida profesional tuvo representaciones de diferentes productos, desde persianas a libros. Entre las obras que atesora figuran copias de cuadros de Picasso, Van Gogh, Diego Rivera, Manet, Chagall, Botero, Durero, Toulousse-Lautrec, Matisse, Gauguin e incluso el Greco. Los modelos los toma de libros que le compra su hijo. “Yo cojo los libros, amplifico, cuadriculo y le preparo todo”, explica Floro Diez.

“Empecé a pintar a los 84 años porque me puse a hacer dibujos y descubrí que no se me daba mal. Veía que cada vez lo iba haciendo mejor y me fui animando”, señala la veterana artista. “Dedico a pintar ocho o nueve horas al día, se me pasa el tiempo volando”, añade. Se duerme tarde, nunca antes de las dos de la madrugada y también se levanta tarde. “De joven tejía y hacía otras manualidades. En mi pueblo no había ni pinturas. Ahora tenemos de todo”. De eso se encarga Floro, que le trae materiales de la mejor calidad. “Siempre me gustaron los cuadros; sobre todo, me gustan los retratos, dicen que me salen muy bien los ojos, con mucho realismo”, asegura Amelia Lerma. Nunca ha vendido cuadros, solo a un abogado muy conocido que se encaprichó de unos lienzos, pero no le importaría. “Regalarlos no, prefiero conservarlos para mí; son tan guapos que me encanta mirarlos”, reconoce la pintora, convencida de que las personas mayores tienen un gran potencial para hacer cosas y solo les hace falta descubrirlo, igual que hizo ella. “No entiendo a la gente que se pasa el día sin hacer nada; yo tengo tiempo a todo, también a ver la tele y a salir al balcón a tomar el aire, todo es cuestión de organizarse”.

“Tengo mucha paciencia, es muy importante en la vida”. Lo dice y vuelve a coger lápices y pinceles.

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