Las Regueras ha perdido a su guisandera más emblemática. Florinda Álvarez, la fundadora de Casa Florinda, falleció ayer, a los 99 años, en Puerma. La iglesia parroquial de Santa Eulalia de Valduno acoge esta tarde, a partir de las 17.00 horas, el funeral de cuerpo presente, y acto seguido la hostelera recibirá cristiana sepultura en el cementerio parroquial.

Trabajadora y carismática, Florinda Álvarez tuvo un origen humilde, y su primer trabajo, como ella misma recordaba años atrás en un reportaje de Ana Paz Paredes para LA NUEVA ESPAÑA, fue recogiendo leche.

Unos años después, regentó junto a su marido, el fallecido José Suárez, un bar tienda que sería el germen de Casa Florinda, restaurante que abrió sus puertas como tal en 1960, en la localidad de Puerma.

Con los años, Casa Florinda se afianzó como un bastión de la cocina tradicional asturiana. La fama de la cocina de Florinda Álvarez desbordaba las fronteras de Las Regueras, especialmente de su delicioso pote y de la fabada, el auténtico plato estrella del local.

Con los años, Florinda Álvarez cedió el mando en la cocina a su hija, Adamina Suárez, y a su nieta, Begoña Álvarez, continuadoras de una tradición guisandera que suma ya tres generaciones y más de sesenta años de buen hacer en la cocina. Pero la jubilación no apartó a la emblemática hostelera del local que fundó y apuntaló desde los fogones. Aun en sus últimos años, era habitual ver a Florinda Álvarez en el local, atenta al desempeño de su hija y su nieta, que siempre respetaron las recetas de la fundadora de la saga. “No puedo evitar pasar por aquí cada dos por tres a ver cómo va todo y a probar los platos”, reconocía Florinda Álvarez.

Esta implicación de la matriarca llevó a su hija y sus nietos a idear una solución para que la veterana cocinera pudiese acudir al local incluso en tiempos de pandemia: instalaron una burbuja en un recodo del local, desde el que Florinda Álvarez podía mantener su rutina a salvo. 

Desde esa cápsula anti-covid atendió por última vez a LA NUEVA ESPAÑA, el pasado mes de julio. Entonces, se mostraba agradecida por la fidelidad de los clientes, y confiaba en que sus herederas mantuviesen el restaurante pese a la dura crisis. “Me costó mucho trabajo conseguir que fuera bien y espero que la familia siga con ello”, declaraba. Un deseo que siempre fue atendido por una familia que le profesaba devoción. “Todo lo que sabemos, lo que hacemos, nos lo enseñó ella”, abundaba, ya entonces, su nieta.