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Un sacerdote prototipo

Cuando, en cualquier ámbito de carácter artístico e intelectual se hablaba de un prototipo de sacerdote, no podía menos de mentarse a don Ramón Platero y Fernández-Candaosa, a quien tanto debe el Patrimonio Cultural de la Iglesia en nuestra Diócesis Ovetense.

Nació en el año 1925, en La Caridad, concejo de El Franco, donde su padre ejercía como Guardia Civil, por lo que, trasladado pronto a Castropol, vino a considerarse como un castropolense más y a Castropol quiso dejar el legado de sus restos mortales, para reposar en su cementerio a la espera de la Resurrección de los muertos y de la vida eterna.

Con un nutrido grupo de compañeros se ordenó sacerdote el año 1948. Después de un breve tiempo como secretario particular del Obispo Arriba y Castro, fue enviado a Roma donde se graduó en la Universidad Gregoriana en Arqueología Cristiana y Arte Sacro y en Archivo Secreto Vaticano en Archivística y Biblioteconomía.

Vuelto a la Diócesis, inició sus tareas pastorales como coadjutor de la Parroquia gijonesa de San José, donde ejercía como Párroco don Segundo García de Sierra y Méndez, más tarde Obispo de Barbastro. Fue nombrado para el cargo de profesor y prefecto de Teólogos en el Seminario de Oviedo.

Cuando don Segundo fue elevado a la sede episcopal de Barbastro, llevó consigo a don Ramón y en aquella Diócesis ejerció como profesor del Seminario, Delegado Diocesano de Liturgia y Canciller Secretario de la Diócesis Barbastrense o Montisonense (Barbastro-Monzón). De su Catedral fue nombrado canónigo.

Cuando Don Segundo fue nombrado Arzobispo de Parium y Coadjutor con derecho a sucesión de la Archidiócesis de Oviedo, retornó don Ramón como secretario particular del Arzobispo Coadjutor. Nombrado canónigo de nuestra Catedral, recibió el nombramiento de Presidente de la Comisión de Patrimonio Cultural Artístico, Documental y Bibliográfico de la Iglesia, siendo su labor en estas facetas del Patrimonio de la Diócesis., donde proyecto más intensamente su labor pastoral.

Su actividad más determinante frente al Patrimonio Diocesano fue llevar adelante la creación del Museo de la Iglesia, con su doble vertiente de Diocesano y Catedralicio, buscando en él la seguridad oportuna para piezas tan valiosas, exquisitas y representativas como los dípticos bizantino, románico y gótico. La publicación del Museo de la Iglesia. Sus Colecciones ha tenido repercusión en toda España, siendo considerado como el paradigma, con su enfoque pedagógico catequético, de la conservación del patrimonio de la Archidiócesis Ovetense.

Al lado de don Ramón, como Secretario de la Comisión Diocesana de Patrimonio Cultural de la Iglesia y como Subdirector del Museo de la Iglesia, tuve la suerte de colaborar en la conservación de nuestro Patrimonio Artístico y Cultural.

La creación del Archivo Histórico Diocesano, impulsado también por la Comisión Diocesana, presidida por don Ramón, constituye hoy, junto con el Museo de la Iglesia, otro de los elementos de que nuestra Archidiócesis puede enorgullecerse de colaborar a la salvaguarda del excepcional Patrimonio en el que don Ramón ha de ser considerado como artífice primario.

Ha culminado sus días aquí en este mundo que está representando a la Iglesia, desde esta parcela de la Iglesia de Oviedo que peregrina, en frase de San Ignacio de Antioquía, en Asturias.

Con el dolor de que, personalmente, me veo separado de un amigo de cercanía, de afecto y de intimidad, no puedo menos de buscar el confortamiento que, en estas circunstancias, nos ofrece la fe. Don Ramón Platero, sacerdote ejemplar, ha culminado sus tareas eclesiales. Para él comienza una etapa nueva de esa gloria que no se acaba y que, con una trayectoria de la vida de un cristiano, según él quiso representar en su Museo de la Iglesia, reflejando la vida de un creyente, que, llamado a la salvación eterna, con el sonido de esa campana, que encuentras al inicio del Museo, bajo el signo de la Cruz, inicia su peregrinación hacia la gloria, con el apoyo de la Virgen María, Madre de Dios, alimentado con el Pan que da la vida, en la Iglesia Santa, para culminar en la gloria eterna.

Descansa en paz, muy querido don Ramón. Que el coro de los ángeles te reciba y que con Lázaro, el pobre, te acoja en el seno de Abraham y te conduzca al Paraíso, a cuya mesa te siente el Señor en el banquete eterno. Amén, Amén. Amén.

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