“Tenía una amabilidad delicada y exquisita y un sentido del humor desde el respeto y la elegancia”. Así recordó ayer el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, a Ramón Platero, quien fuera director del Museo de la Iglesia durante 18 años, fallecido el viernes a los 95 años y que ayer recibió un sentido adiós durante el concurrido funeral celebrado en la Catedral, al que se sumaron otro en la Casa Sacerdotal y un tercero en Castropol, donde fue enterrado.

A Oviedo se desplazó una nutrida representación de los 23 sobrinos que el religioso tiene repartidos entre Madrid y Asturias. Encabezó el elenco familiar Josefina, una de las hermanas que aún viven, de los ocho que tenía el sacerdote. “Tengo de él, al igual que del resto de mis hermanos, una gran consideración. Era muy educado y amable”, explicó la familiar en su camino hacia San Salvador.

Tampoco faltó a la despedida Álvaro Platero, presidente de Astilleros Gondán y sobrino del fallecido. “Fue una persona maravillosa y encantadora, buenísima con la familia”, señaló el empresario, que, al igual que otras sobrinas del difunto, reivindicó las raíces castropolenses del religioso. “Nació en La Caridad (El Franco) porque nuestro abuelo era militar y vivían allí, pero siempre estuvo ligado a Castropol, donde la familia tiene las raíces”, puntualizan sobre la biografía del guardián de la riqueza cultural de la Iglesia asturiana, que pasó sus últimos diez años de vida en la Casa Sacerdotal, junto al resto de curas mayores de la diócesis.

“Fe y esperanza”

Al inicio del funeral, Sanz Montes se dirigió, acompañado por otros nueve sacerdotes, a la puerta principal de la Catedral para recibir el féretro. Todos ellos lo acompañaron hasta el altar donde otros nueve sacerdotes más esperaban para participar en el funeral, aprovechado por el Arzobispo para rememorar su primer encuentro con Platero. “Fue una semana antes de asumir mis funciones, él me ofreció escribir el prólogo de una publicación sobre el Museo de la Iglesia y acepté sin dudar”, narró Sanz Montes sobre una conversación en la que hubo lugar a comentarios jocosos. “Le pregunté en tono de humor que si como artista me podía desvelar cuáles eran sus musas”, indicó el prelado, asegurando que tras la respuesta le quedó claro que dichas musas eran “la fe y la esperanza”. Así era Ramón Platero.