“Mantened encendido el farol de vuestra esperanza cofrade como hace un año hicieron los marinos de la Armada en el ‘Juan Sebastián Elcano’, donde se celebró la única procesión de Semana Santa que hubo en España”. Lo dijo ayer el abogado gijonés Ignacio Alvargonzález, presidente de la Junta Mayor de Hermandades Penitenciales de Gijón y primer natural de la villa de Jovellanos que pronuncia el pregón de las celebraciones de la Pasión en Oviedo. Fue una alocución en Trascorrales cargada de emoción cofrade ante un auditorio reducido en su aforo pero no en su devoción. Presidió el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, que abogó por un promoción conjunta de la Semana Santa, con Gijón y con otras localidades de Asturias, “al igual que hacen en otras comunidades, como Castilla y León”.

Ignacio Alvargonzález, “el niño que jugaba a las procesiones con sus hermanos y profundamente fiel a la Iglesia”, como lo definió José María Varas, expresidente de la Junta de Hermandades, es un hombre ligado al mar, por profesión y afición pues es secretario del consejo de administración de la Autoridad Portuaria de Avilés. El pregonero agradeció el encargo de las Hermandades de Oviedo en 2020, cuando su intervención quedó cancelada, al igual que el resto de la Semana Santa.

Este año, sin procesiones ni fervor popular en las calles, al menos hubo pregón, y fue marcadamente ovetense, lo que tiene aún más mérito viniendo de un gijonés que, como admitió, conoce la Semana Santa de la capital “de forma tangencial”. En cambio, Alvargonzález, caballero de la Orden del Santo Sepulcro y hermano mayor de la Cofradía gijonesa de la Misericordia, demostró dominar a la perfección el lenguaje callado que transmiten los pasos que procesionan en Oviedo. Quedó de relieve en la descripción que inició con el Domingo de Ramos y la procesión de la Borriquilla, y finalizó con la salida del Resucitado en el Domingo de Pascua, en un trono revestido en azul, “el azul de Oviedo y del mar”. Una vez más ese mar tan presente en la familia del pregonero, dedicada a los negocios navieros desde hace décadas, volvió a salir a relucir, también a través de los versos de Antonio Machado que aluden al Jesús “que anduvo en la mar”. “Para los que aman a Dios todo sirve para bien; volverán nuevas primaveras de cirios y cera; espera, siempre espera, ya pasará el invierno”, indicó Alvargonzález parafraseando a San Pablo y a José María Pemán, el escritor gaditano al que mencionó varias veces. “Habréis de volver a tomar las calles; de Oviedo al Cielo”, señaló el pregonero ante los hermanos mayores de las cofradías del Nazareno, el Silencio, Santo Entierro, Jesús Cautivo y la Borriquilla. Entre el público también escuchaba el coronel del Regimiento “Príncipe”, Alfonso Pardo de Santayana; concejales de la Corporación municipal y representantes del clero, como José Luis Alonso Tuñón, delegado episcopal de Piedad Popular.

Alvargonzález habló de su relación con Oviedo, como asiduo visitante de niño, con parada obligada ante la osa “Petra” en el Campo, y más adelante como estudiante en la Facultad de Derecho, licenciado en la última promoción que completó todos los cursos en el edificio histórico, donde se encuentra la capilla de la que sale uno de los pasos de los Estudiantes, “la Hermandad que une a Asturias con Sevilla, y sigue el estilo sevillano de procesionar a costal, único en el mundo”, recalcó.

“Ser gijonés de origen y militancia no me impide amar a esta ciudad”, resaltó. En Derecho fue un alumno aplicado, de los que regresaba temprano a Gijón en el Alsa, no me quedaba de vinos por el Rosal”, confesó el pregonero, abonado de la temporada de Ópera y muy aficionado a la música. Al pregón de ayer tuvo que echarle valentía: “Hace falta valor, como decía una canción de ‘Radio Futura’”, indicó. Los niños de su generación (nació en 1970) crecieron sin procesiones, pero en su recuerdo permanece la del Santo Entierro en el Campo Valdés de Gijón, una de las últimas en la villa hasta la nueva época, en 1995.

“Si la Semana Santa sigue viviendo es porque está hondamente arraigada en la población”, sentenció. No quiso finalizar sin hacer un guiño a la solemnidad y belleza de la liturgia católica, especialmente en los rituales de la Semana Santa, la hidalguía con Dios. “Lo destacó Lorca cuando describía a su familia la frialdad de las misas protestantes en Nueva York”, explicó.