La Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACO) finalizó ayer con un clásico y una banda sonora inesperada, desconcertante y muy bien maridada. Si el vampiro de Murnau, el “Nosferatu” (1922), fue la primera traslación a la pantalla del Drácula de Bram Stoker pero intentó hacerse pasar por otra cosa para esquivar los derechos de autor, el pianista Jacobo de Miguel también se disfrazó de algo distinto a lo que tiene acostumbrado al público para acompañarla. El grupo que formó para la ocasión, “Radio Nosferatu”, tejió una especie de jazz-pop de melodías semidesnudas que se fueron construyendo por capas, muy repetitivas, con una cadencia de voces femeninas ululantes que marcaron por igual los arrebatos románticos y la conexión con la naturaleza como el lado oscuro e inevitable. Y esa repetición acabó sirviendo a ese destino inevitable ya intuido desde el inicio del filme, a la imposibilidad de zafarse de la música y de la muerte.

Marta Martínez.

El formato del grupo era, en principio, un conjunto de instrumentos sin conexión aparente y difíciles de casar: un bajo eléctrico (Silvia Fernández), una guitarra acústica (Puri Penín), un glockenspiel (Sandra Luquiños), trompa y trompeta (Verónica Rodríguez) y un violonchelo (Marta Martínez), además del piano de Jacobo de Miguel. Pero a medida que avanzaba el filme –más presentes en la primera parte y más ausentes en el final, a medida que Nosferatu se adueña de la pantalla– todos ellos acabaron engarzados y cumpliendo con los registros emocionales de la película. El público lo celebró con un aplauso rotundo tras la proyección y un silencio sepulcral mientras duró la película y su banda sonora en directo.

Silvia Fernández y Jacobo de Miguel (de espaldas).

El estilo transitó por un territorio difícil de clasificar, entre el pop y el jazz, como el clasicismo de un Rufus Wainwright, donde sobresalió la crudeza de las cinco voces femeninas con sus aullidos decrecientes.

En la pantalla, fue curioso descubrirse a veces en momentos con sentido muy actual cuando la sospecha de una peste llevaba a confinarse a los protagonistas o sacaba a relucir a la policía de balcón.

Y así, con miedo y pop hipnótico, SACO y la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo bajaron el telón de otra semana de cine y música y puestas en escena tan redondas como la de ayer en el Campoamor.