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El Ayuntamiento recibe el proyecto de Santa Ana como el gran revulsivo para el Antiguo

Instituciones y vecinos confían en que se consiga desatascar de una vez la parcela abandonada y piden más información sobre el plan

Por la izquierda, Ana Bermejo, Noemí Rodríguez, Fina Clemente y Mónica de Juan, ayer, con LA NUEVA ESPAÑA delante del martillo de Santa Ana.

El proyecto del Arzobispado de convertir el martillo de Santa Ana en un centro cultural moderno vinculado al arte y al patrimonio eclesiástico ha sido recibido con ilusión, aplauso y esperanza por instituciones y vecinos de Oviedo. La mayoría ve en el anuncio realizado el miércoles por la Iglesia una oportunidad regeneradora para el casco viejo y la solución a una parcela que llevaba tres décadas esperando una solución.

El Alcalde, Alfredo Canteli, definió el momento como “de satisfacción plena”. El martillo, admitió, era un tema enquistado y una de las primeras cuestiones que trató con Jesús Sanz Montes: “Estando usted de Arzobispo y yo de Alcalde”, le dijo, “tenemos que resolverlo”. No fue, finalmente, la “operación mixta” que el Ayuntamiento ofreció, explicó ayer Canteli. “El Ayuntamiento hubiera estado ahí, pero si van solos, fenomenal, lo importante es que se haga”, remató. Canteli valoró que el Arzobispado se ha movido “a velocidades” y que han elaborado un proyecto “muy bonito para Oviedo, que quedará espectacular y tendrá tirón”. Canteli aventuró que la Iglesia ya podría tener negociada la luz verde de Patrimonio y prometió que los trámites municipales irán rápidos: “Espero que muy pronto estén las grúas trabajando”.

El Ayuntamiento recibe el proyecto de Santa Ana como el gran revulsivo para el Antiguo

Desde el equipo de Gobierno, el teniente de Alcalde, Nacho Cuesta, también consideró el anuncio “una gran noticia para Oviedo” y consideró que tener un centro de arte ligado a la Iglesia en ese lugar “completaría el círculo de la milla de los museos y contribuiría en gran medida a la recuperación y rehabilitación integral que queremos hacer en el casco viejo de la ciudad”. El concejal de Cultura, José Luis Costillas, en sintonía con su colega, celebró que “cuanta más actividad haya, tanto pública como privada, es mejor para todos” y confió en que “sea una realidad y podamos ver dentro de poco un centro cultural en el martillo de Santa Ana”.

El jefe de la oposición, el portavoz del PSOE Wenceslao López también juzgó el centro cultural Santa Ana “un buen proyecto para la iglesia y también para Oviedo, especialmente para el Oviedo Antiguo”. López ensalzó que la iglesia “utilice su capacidad económica para construir un espacio que les permita exponer su patrimonio histórico, porque es una manera de poner a disposición de la ciudadanía los bienes culturales y artísticos”. “Es un proyecto”, concluyó, “que les permitirá financiar su mantenimiento en condiciones adecuadas y conservar ese patrimonio para futuras generaciones”.

Estado actual del martillo de Santa Ana.

Cautos a la espera de conocer más detalles, José Ramón Puerto, vocal de Cultura del Colegio de Arquitectos de Asturias explicó que la institución “ve adecuado que se actúe sobre el martillo de Santa Ana y se le dé respuesta con la futura construcción a un vacío urbano que lleva demasiado tiempo sin resolver, ese lugar que ofrecía una imagen de la ciudad muy poco adecuada en un lugar tan céntrico. No se entra a valorar la funcionalidad del mismo, pues se estima que tal circunstancia debe decidirlo, atendiendo a las necesidades particulares de la entidad propietaria, el Arzobispado de Oviedo”.

Las asociaciones vecinales vinculadas al casco viejo también apoyan la idea de desatascar el pozo negro urbanístico de los Cuatro Cantones (denominación histórica de ese enclave), aunque tienen dudas sobre las características y contenido del proyecto. Ana Álvarez Balbín, de la asociación de vecinos del Fontán, aplaude que se dé una dotación cultural al barrio y que pueda implicar que se reactive la actividad allí. “Nos parece estupendo, era algo que hacía falta echar a andar y que el movimiento asociativo había reivindicado muchas veces”. Sus quejas son por la poca información sobre el proyecto. Pide que el Arzobispado exponga sus planes al vecindario y que el Ayuntamiento también les tenga en cuenta y reúna el distrito 1 para informarles y consultarles los planes sobre el Antiguo.

Más crítico, el presidente de Oviedo Redondo, Manuel Almeida, se mostró “prudente” ante el anuncio del Arzobispado. “La ciudadanía ya ha vivido esta situación en varias ocasiones durante los últimos 30 años, por lo que no podemos ser optimistas y no pensar de nuevo en un anuncio para sanear la imagen de la institución ante el total abandono de la finca”. Oviedo Redondo valora que “mejor sería un museo que una escombrera”, pero afirma que “para los vecinos y vecinas un espacio abierto sería mucho más inclusivo y social, al ser este un barrio carente de los mínimos equipamientos sociales, comunitarios y zonas verdes”. Oviedo Redondo pide, por ello, que el Ayuntamiento trate de llegar a un acuerdo con el arzobispado aunque no discuten la titularidad: “Si la propiedad decide hacer una mole de piedra, corren con los gastos y las administraciones lo amparan, no podemos negar su derecho, pero todos habremos perdido una gran oportunidad de hacer una ciudad más habitable”, concluye.

“Algo dejará en el barrio”  

Fina Clemente, decana del comercio del Antiguo, celebra que el proyecto pueda traer visitas y actividad a la zona 

Pese al abandono urbanístico que arrastra la “cara b” del casco viejo, con la sucesión de locales abandonados y a medio reformar una vez que se empieza a bajar por San Antonio, la esquina del martillo de Santa Ana, los famosos “cuatro cantones”, son una especie de triángulo de las Bermudas a la inversa donde una pequeña semilla indica que otro tipo de Antiguo es posible. Florece allí, en muy pocos metros, un puñado de pequeños negocios: una galería de arte (451), un taller de ropa infantil (Gallinita), un colmado con 117 años de historia (Sabiniano Clemente), una papelería (San Antonio) y una cafetería (Cainzo). Ayer, a media tarde, las cinco mujeres que atienden estos negocios dejaron un momento el mostrador para hacer tertulia mínima a pie del martillo ante las novedades del Arzobispado. Como ya han escuchado muchas veces música similar, hay dudas. Pero Fina Clemente, 92 años, trabajando en la tienda de ultramarinos familiar desde los 12 años, zanja la cuestión: si el proyecto va a traer visitantes eso significa actividad para el barrio.

La charla tiene otros matices. La librera Ana Bermejo se lamenta por la posibilidad perdida de abrir una gran plaza, aunque la ley de patrimonio impide alterar la estructura de las calles, y es una solución que el Principado nunca permitiría. Pero es contarlo y la diseñadora Noemí Rodríguez se viene arriba con la idea de venir a tomar el sol y las madres con sus hijos por la zona. Pero Fina les corta en seco: “Yo lo que van a hacer lo veo bien, a mi edad no voy salir a tomar el sol de la tienda y por lo menos si esto trae gente al barrio algo dejarán aquí”.

Por la izquierda, Ana Bermejo, Noemí Rodríguez, Fina Clemente y Mónica de Juan, ayer, con LA NUEVA ESPAÑA, delante del martillo de Santa Ana. | I. Collín

Le aplauden las comadres de Santa Ana su visión de futuro y la galerista Mónica de Juan, que como Noemí Rodríguez preferiría antes una zona verde que no un gran bloque que tapará las vistas que desde su tienda tienen a la Catedral los clientes cuando pagan. “Y pagan más felices”. Pero sí coincide con la decana del comercio del casco viejo en la actividad que un centro cultural y de visitantes puede traer. “Porque reforzaría también la idea del barrio de los museos y redondearía ese circuito entre el Bellas Artes, el Arqueológico y la Catedral”.

Olga Barrero, hostelera, se suma en el último momento. Su cafetería en la calle Mon resiste como puede los tiempos de pandemia, sin posibilidad de poner terraza. Como sus vecinas, el proyecto ideal no coincide necesariamente con lo que el Arzobispado quiere hacer. Pero lo importante, y en eso coinciden todas, es “que se haga”. Y las cinco sospechan, no saben bien por qué, que esta vez sí será la buena.

Es tarde. Hay que volver a las tiendas. En la despedida, bromean las cuatro mujeres con Fina Clemente con la idea de que si la Iglesia también quiere mostrar en el nuevo centro lo que vale su gastronomía igual le hacen la competencia vendiendo las pastas de las monjas, o una tienda de recuerdos. Pero tampoco eso puede con el optimismo de esta mujer ante la posibilidad de ver resuelta esa esquina: “Con los años que tengo no me estorbará nada que a otros no les vayan mal las cosas. Nunca me estorbó, y ahora, tampoco”.

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