“El problema que tenemos ahora es que tenemos jubileo todos los años. ¿Es un problema? No, es un beneficio. Pero se nos ha ido la idea que hay en Santiago, que lo tienen clarísimo, que jubileo es cuando el día de Santiago coincide en domingo, y nosotros ya hemos perdido la perspectiva de que el jubileo es cuando el 14 de septiembre cae en viernes”. Con estas palabras explicaba el pasado jueves María Josefa Sanz, catedrática emérita honorífica de Técnicas y Ciencias Historiográficas de la Universidad de Oviedo, la diferencia entre el ovetense Jubileo de la Santa Cruz y el compostelano Xacobeo, dos celebraciones religiosas equiparables pero cuya popularidad y dimensión turística y económica son, hoy en día, muy diferentes.

La reflexión de Sanz se produjo en el marco del debate online “El sentido del Camino”, organizado por LA NUEVA ESPAÑA, con la complicidad del Ayuntamiento de Oviedo y el patrocinio de AC Hotel Oviedo Forum, dentro del ciclo “Oviedo, Origen del Camino”. En este encuentro digital, tanto Sanz como José María Hevia, canónigo de la Catedral de Oviedo, reivindicaron la importancia del Jubileo de la Santa Cruz.

Tal y como relató Josefa Sanz, el origen de esta celebración se remonta al reinado de Alfonso II, en concreto al momento en el que el Arca Santa, con todas sus reliquias, se traslada desde el Monsacro, donde se custodió durante décadas, tras haber sido trasladada allí huyendo del empuje musulmán. Para guardar las reliquias, el “Rey Casto” ordena construir la Cámara Santa, donde a partir de 808 se deposita una joya que será esencial en la historia del jubileo: la Cruz de los Ángeles.

Durante más de dos siglos, el Arca Santa permaneció sellada en la Cámara Santa, sin desvelar sus secretos al mundo. En 1035 se produjo un primer intento de abrir el arca, protagonizado por el obispo Ponce, que se habría frustrado cuando una luz cegadora emergió de la caja. Cuarenta años después, Alfonso VI de León llegó a la ciudad con su séquito, en el que destacaba la figura de Rodrigo Díaz de Vivar, el mítico “Cid Campeador”.

Tras una penitencia purificadora y flanqueado por un ejército de obispos, Alfonso VI logró abrir el arca, y aunque no perdió la vista sí quedó deslumbrado ante la riqueza de las reliquias que allí se guardaban. Entre ellas, el Santo Sudario, el pañuelo de lino que tapó el rostro de Jesús tras la crucifixión, cuando su cuerpo fue depositado en el Santo Sepulcro.

Juan Pablo II, ante el Arca Santa y la Cruz de los Ángeles, en su visita a Oviedo en 1989. | Arzobispado de Oviedo

La fama de aquellas reliquias traspasó fronteras con rapidez, y Oviedo, convertida en un destino de peregrinación, experimentó un auténtico florecimiento. “Lo decían las fuentes, el de Oviedo era el relicario mayor y más rico del mundo conocido”, explicaba Josefa Sanz en el encuentro digital, aportando además un dato revelador: “Hasta que se creó el Hospital de Burgos, el mayor era el de San Juan de Oviedo, que no estaba tanto por el Camino francés como por el relicario de Oviedo”.

Ante el empuje de Oviedo, el cabildo solicitó al Vaticano poder celebrar un jubileo, una celebración religiosa que otorgase la indulgencia plenaria, el perdón de todos los pecados, a los peregrinos. En 1438, el papa Eugenio IV concedió a la ciudad el ansiado jubileo, que nombró en alusión a la milagrosa Cruz de los Ángeles: el Jubileo de la Santa Cruz. La bula incluía el perdón de los pecados para aquellos que acudiesen a la Catedral de la Oviedo cuando la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que se celebra el 14 de septiembre, así como los ocho días anteriores y posteriores a esa celebración.

El impacto del Jubileo, también conocido como “La Perdonanza”, fue tremendo en la ciudad. “Sabemos que a finales del siglo XV, para un Jubileo de Santa Cruz, se hicieron 25.000 insignias de peregrinos”, señalaba Josefa Sanz, quien recordaba además como el añorado Ignacio Ruiz de la Peña estimaba en 5.000 el número de habitantes de Oviedo en la época.

La historia de las reliquias ovetenses sufriría una convulsión en la noche del 9 al 10 de agosto de 1977, cuando un delincuente habitual, José Domínguez Saavedra, penetró en la Cámara Santa y se llevó las cruces de la Victoria y de los Ángeles, así como la Caja de las Ágatas. Aunque todas las joyas fueron recuperadas, sufrieron gravísimos daños que obligaron a su restauración.

La milagrosa recuperación de las joyas movió al papa Juan Pablo II, que visitó Oviedo en 1989, a conceder una extensión del Jubileo de la Santa Cruz, que desde entonces se concede todos los años, siempre entre el 14 y el 21 de septiembre. Pocos años después, cara al Xacobeo de 1993, Galicia comenzó una potentísima promoción de su propio año santo: es el nacimiento del fenómeno turístico y peregrinatorio del Xacobeo. Pero Oviedo, con una celebración religiosa equiparable y que se celebra cada año, no supo o no pudo sacarle partido a su propio Jubileo de la Santa Cruz, con un potencial mayor incluso que el de la Semana Santa, toda vez que era algo específico de la ciudad. Acaso porque se había perdido la noción de acontecimiento que sí tiene, al no celebrarse todos los años, el Xacobeo compostelano.